Columnas
Por Rafael Arana Castillo. académico numerario
Desde la más remota antigüedad el hombre ha usado los minerales y rocas más cercanos a su entorno para fabricar elementos de defensa y diversos objetos de ornamentación. Las dos cualidades que sin duda valoró en más estima fueron el color y la dureza a juzgar por los diversos utensilios encontrados en excavaciones arqueológicas. Ya en el Paleolítico (entre 10.000 y 7.000 años a.C.) el hombre usó calcedonia, cuarzo, serpentina, obsidiana, pirita, jaspe, jadeíta, amatista y, poco después, nefrita y turquesa.
El color es quizás la propiedad física más compleja de los minerales y depende de su composición, estructura, presencia de determinados elementos cromóforos (Cr,Ti,Mn,Fe,Co,Ni,Cu) y de pequeñas mezclas de otras fases. Muchos nombres de minerales hacen referencia al color (acroíta, albita, clorita, rodonita, piropo, hematites, rubelita, etc). Cuando la luz incide en su superficie una parte se refleja y otra se absorbe, produciendo un color característico de cada mineral. Este color puede ser estable o modificarse con el tiempo por transformaciones lentas que se producen en su interior. Un buen ejemplar no debe exponerse prolongadamente a la luz solar ya que sufrirá una lenta decoloración.
Al tratarse de una propiedad tan estimada, el hombre ha tratado de modificar el color natural de los minerales mediante procedimientos muy variados: tinción, tratamiento térmico, luminiscencia y exposición a radiaciones, entre otros. El más conocido es la aplicación de tinciones a variedades microcristalinas de la sílice muy absorbentes a las soluciones como ágata, ónice y calcedonia logrando unos colores excesivamente llamativos, muy lejos de los naturales. En síntesis de gemas se han logrado resultados espectaculares sobre todo en el caso de rubí, esmeralda y diamante, aunque un buen experto puede diferenciar estas especies de los minerales naturales.
Por su extraordinario valor, ha sido el diamante el más tratado con distintos tipos de radiaciones y experiencias de calentamiento para obtener variedades de una coloración determinada. El efecto más llamativo se logra mediante el tratamiento con radio ya que los rayos alfa producen una fuerte fluorescencia azul verdosa de larga duración (aunque muy nociva para el usuario, hecho que, por desgracia, se confirmó muy posteriormente). También los rayos catódicos, rayos X y ultravioleta tienen una acción a veces muy marcada sobre diamantes incoloros induciendo coloraciones diversas, a veces muy estables. Se abre así un amplio panorama con excelentes perspectivas en gemología. No obstante, parece más elegante con la naturaleza el empleo de minerales estrictamente naturales, tal como aparecen: son indudablemente más bellos.