Pensándolo bien...
Cada estación luce con rasgos propios. La luz solar, en razón de la proximidad del Sol y la Tierra de cada momento e inclinación correspondiente al tiempo de cada estación, luce de una forma diferente. Los ciclos de luz y temperatura han desarrollado en los seres vivos relojes circadianos que están sincronizados con las señales ambientales generadas en la rotación y en la traslación de la Tierra y establecen ciclos fisiológicos y metabólicos con la periodicidad correspondiente. En base a ello se establecen la expresión génica, la germinación, la fotosíntesis, la respiración a través de la apertura de los estomas o el periodo de floración; todo ello acontece en el marco del desarrollo y de la propia supervivencia. Naturalmente, el clima aporta lo suyo al marcar el ritmo.
La primavera tiene un sello distintivo, consistente en la explosión de colores suaves o claros: turquesa, verde esmeralda, melocotón, etc. El color es una propiedad de la materia que se percibe exclusivamente mediante la luz. En ausencia de luz, no existe el color. El órgano de percepción visual es la vista, que dispone de receptores concretos que captan la radiación de longitudes de onda entre unos 380 nanometros y unos 750 nanometros. La sensibilidad para cada longitud de onda es diferente y las peculiaridades de cada persona no son las mismas. Con referencia a la materia, la propiedad del color que transmiten puede tener dos orígenes: uno de ellos, puramente químico, que se corresponde con la composición química de esa materia y el otro que está relacionado con la estructura de esa materia. La segunda está relacionada íntimamente con la primera y en gran medida es consecuencia de aquélla. Ambas inciden en que la distribución de los electrones en los orbitales de las moléculas y la geometría de aquéllos condiciona la absorción de la radiación, cuando incide sobre ese material, ya que se absorberán los fotones que corresponden a la diferencia de energía entre niveles electrónicos moleculares. Según esa separación entre los niveles de energía electrónicos, la longitud de onda absorbida será mayor o menor. La radiación no absorbida es la que puede llegar a nuestra vista, por tanto, como complementaria de la absorbida. Si el material absorbe toda la radiación de la región visible que le llega, lo veremos negro y si la refleja completamente, tendremos el color blanco. Será rojo si absorbe los azules, verdes, amarillos y naranjas y será azul si absorbe los rojos, naranja, amarillos y verdes, por ejemplo. Habrán, por tanto, moléculas que absorben las longitudes de onda correspondientes a todos los colores que no vemos. Eso siempre que demos por sobreentendido que iluminamos con luz blanca, si lo hiciéramos con luz roja, y absorbiera el rojo, lo veríamos de color negro y si absorbiera todos los colores en una determinada proporción, lo veríamos gris, mas o menos oscuro, en función de la proporción absorbida de luz blanca.
Ignoramos como es el mundo, dado que nuestro receptor de radiación, la vista, es sensible a las longitudes de onda de la radiación visible del espectro. Nos perdemos poder identificar los materiales mediante la radiación infrarroja, entre otras regiones espectrales, salvo que incorporemos una máquina fotográfica de visión nocturna, sensible a la radiación infrarroja y capaz de convertir la imagen captada a la zona visible, para poder ser contemplada por nosotros. Básicamente, las sustancias no poseen color, salvo raras excepciones, ya que para ello tienen que disponer de mecanismos de excitación en el rango de la energía electrónica, para al reemitir la energía de excitación dar lugar a la emisión de fotones en el rango visible. La quimioluminiscencia da cuenta de este proceso en los sistemas vivos. La amplísima mayoría de materiales reflejan luz que una vez capturada por los fotoreceptores biológicos es transducida en color.
Los pigmentos vegetales están presentes en los compuestos denominados cromóforos, que comparten la presencia de dobles enlaces, con frecuencia conjugados, que establecen un sistema resonante que genera estados electrónicos con una separación energética que coincide con la energía de los fotones de la zona visible del espectro electromagnético. El pigmento verde es el de la clorofila situada en los cloroplastos, al igual que las xantofilas y carotenos que aportan la coloración al estar presentes, tanto en vegetales fotosintéticos, como no fotosintéticos. Por cierto, que tienen propiedades antioxidantes y, por tanto, capacidad de detener la acción de radicales libres. Los carotenoides pueden presentar estructuras acíclicas, como en el caso del licopeno, presente en el tomate, o bien estructuras cíclicas de cinco o seis carbonos en uno o ambos extremos, como es el caso del beta-caroteno, que aporta el color amarillo-anaranjado a frutas y vegetales. Las xantofilas son las responsables de los colores rojo naranja y amarillo. Las antocianinas son otros pigmentos naturales, que pertenecen al grupo de los flavonoides y tiñen de azul hasta el rojo, aunque del primero es escasa la presencia y son protectores de la radiación ultravioleta para flores y frutas. Los flavonoides son los responsables del color de la miel y cuanto mayor proporción, mas oscuras. Son colorantes solubles en agua y protegen a las plantas de virus y microbios y atraen a los insectos polinizadores. Su color depende del número y orientación de los grupos hidroxilo y metoxilo de la molécula. Al aumentar la hidroxilación, la tonalidad se desplaza hacia el azul y si se incrementa la metoxilación, se desplaza hacia el rojo. La clorofila es la responsable del color verde y es la implicada en la fotosíntesis y las betalainas son las responsables de los colores violeta y amarillo de flores frutas y algunos hongos. Las tetacianinas y betaxantinas incluyen al ácido betalámico y los dobles enlaces conjugados de este ácido son los responsables del color. Tienen gran aplicación para otorgar color rojo a productos, desde dulces y helados, hasta bebidas.
La maquinaria que la primavera pone en juego es darle color al mundo e incidir en el estado de ánimo de las personas en lo que colabora el número de horas de luz solar, el renacimiento de las flores y las plantas y la nitidez del cielo, cuando no lo perturba una borrasca que entorpece el escenario. Es cierto que el carácter de las personas se acomoda al ambiente en el que se desarrolla. La primavera arrebata en la dirección de la extraversión, mejor comunicación y esperanza de bienestar. La primavera con su periodicidad, nos invita a renacer de nuevo, a iniciar algo que estaba aletargado y se torna en tiempo de descubrir y de reinventarse. La primavera con su coloración invita al cambio constante, a despertar, a vivir, en suma. Más que nunca, parece que ahora necesitamos interiorizar lo que la nueva estación nos trae de la mano. ¡Bienvenida Primavera!
La primavera tiene un sello distintivo, consistente en la explosión de colores suaves o claros: turquesa, verde esmeralda, melocotón, etc. El color es una propiedad de la materia que se percibe exclusivamente mediante la luz. En ausencia de luz, no existe el color. El órgano de percepción visual es la vista, que dispone de receptores concretos que captan la radiación de longitudes de onda entre unos 380 nanometros y unos 750 nanometros. La sensibilidad para cada longitud de onda es diferente y las peculiaridades de cada persona no son las mismas. Con referencia a la materia, la propiedad del color que transmiten puede tener dos orígenes: uno de ellos, puramente químico, que se corresponde con la composición química de esa materia y el otro que está relacionado con la estructura de esa materia. La segunda está relacionada íntimamente con la primera y en gran medida es consecuencia de aquélla. Ambas inciden en que la distribución de los electrones en los orbitales de las moléculas y la geometría de aquéllos condiciona la absorción de la radiación, cuando incide sobre ese material, ya que se absorberán los fotones que corresponden a la diferencia de energía entre niveles electrónicos moleculares. Según esa separación entre los niveles de energía electrónicos, la longitud de onda absorbida será mayor o menor. La radiación no absorbida es la que puede llegar a nuestra vista, por tanto, como complementaria de la absorbida. Si el material absorbe toda la radiación de la región visible que le llega, lo veremos negro y si la refleja completamente, tendremos el color blanco. Será rojo si absorbe los azules, verdes, amarillos y naranjas y será azul si absorbe los rojos, naranja, amarillos y verdes, por ejemplo. Habrán, por tanto, moléculas que absorben las longitudes de onda correspondientes a todos los colores que no vemos. Eso siempre que demos por sobreentendido que iluminamos con luz blanca, si lo hiciéramos con luz roja, y absorbiera el rojo, lo veríamos de color negro y si absorbiera todos los colores en una determinada proporción, lo veríamos gris, mas o menos oscuro, en función de la proporción absorbida de luz blanca.
Ignoramos como es el mundo, dado que nuestro receptor de radiación, la vista, es sensible a las longitudes de onda de la radiación visible del espectro. Nos perdemos poder identificar los materiales mediante la radiación infrarroja, entre otras regiones espectrales, salvo que incorporemos una máquina fotográfica de visión nocturna, sensible a la radiación infrarroja y capaz de convertir la imagen captada a la zona visible, para poder ser contemplada por nosotros. Básicamente, las sustancias no poseen color, salvo raras excepciones, ya que para ello tienen que disponer de mecanismos de excitación en el rango de la energía electrónica, para al reemitir la energía de excitación dar lugar a la emisión de fotones en el rango visible. La quimioluminiscencia da cuenta de este proceso en los sistemas vivos. La amplísima mayoría de materiales reflejan luz que una vez capturada por los fotoreceptores biológicos es transducida en color.
Los pigmentos vegetales están presentes en los compuestos denominados cromóforos, que comparten la presencia de dobles enlaces, con frecuencia conjugados, que establecen un sistema resonante que genera estados electrónicos con una separación energética que coincide con la energía de los fotones de la zona visible del espectro electromagnético. El pigmento verde es el de la clorofila situada en los cloroplastos, al igual que las xantofilas y carotenos que aportan la coloración al estar presentes, tanto en vegetales fotosintéticos, como no fotosintéticos. Por cierto, que tienen propiedades antioxidantes y, por tanto, capacidad de detener la acción de radicales libres. Los carotenoides pueden presentar estructuras acíclicas, como en el caso del licopeno, presente en el tomate, o bien estructuras cíclicas de cinco o seis carbonos en uno o ambos extremos, como es el caso del beta-caroteno, que aporta el color amarillo-anaranjado a frutas y vegetales. Las xantofilas son las responsables de los colores rojo naranja y amarillo. Las antocianinas son otros pigmentos naturales, que pertenecen al grupo de los flavonoides y tiñen de azul hasta el rojo, aunque del primero es escasa la presencia y son protectores de la radiación ultravioleta para flores y frutas. Los flavonoides son los responsables del color de la miel y cuanto mayor proporción, mas oscuras. Son colorantes solubles en agua y protegen a las plantas de virus y microbios y atraen a los insectos polinizadores. Su color depende del número y orientación de los grupos hidroxilo y metoxilo de la molécula. Al aumentar la hidroxilación, la tonalidad se desplaza hacia el azul y si se incrementa la metoxilación, se desplaza hacia el rojo. La clorofila es la responsable del color verde y es la implicada en la fotosíntesis y las betalainas son las responsables de los colores violeta y amarillo de flores frutas y algunos hongos. Las tetacianinas y betaxantinas incluyen al ácido betalámico y los dobles enlaces conjugados de este ácido son los responsables del color. Tienen gran aplicación para otorgar color rojo a productos, desde dulces y helados, hasta bebidas.
La maquinaria que la primavera pone en juego es darle color al mundo e incidir en el estado de ánimo de las personas en lo que colabora el número de horas de luz solar, el renacimiento de las flores y las plantas y la nitidez del cielo, cuando no lo perturba una borrasca que entorpece el escenario. Es cierto que el carácter de las personas se acomoda al ambiente en el que se desarrolla. La primavera arrebata en la dirección de la extraversión, mejor comunicación y esperanza de bienestar. La primavera con su periodicidad, nos invita a renacer de nuevo, a iniciar algo que estaba aletargado y se torna en tiempo de descubrir y de reinventarse. La primavera con su coloración invita al cambio constante, a despertar, a vivir, en suma. Más que nunca, parece que ahora necesitamos interiorizar lo que la nueva estación nos trae de la mano. ¡Bienvenida Primavera!
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