Pensándolo bien...
El calentamiento global está induciendo un cambio sustancial en el ciclo hidrológico. Dado que la hidrología regula todos los procesos relacionados con el agua en nuestro planeta, los efectos del calentamiento global inciden en los sistemas hídricos y lo está haciendo a un ritmo enloquecido y no conocido hasta ahora. El aumento constante de los gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera está alterando los patrones climáticos.
El ciclo del agua o ciclo hidrológico, plasma la circulación de agua en la tierra, que resulta vital para la vida, como la conocemos, determinando la disponibilidad de la misma y su distribución. Todas las fases del agua: sólida, líquida y gaseosa están implicadas en el proceso. Los recientes acontecimientos dramáticos en nuestras latitudes alertan de una aceleración del ciclo del agua como consecuencia del calentamiento global. Mayor calor adicional origina un incremento en la evaporación del agua que aumenta la cantidad de vapor presente en el aire. Los excesos de humedad son los implicados en las intensas precipitaciones que se localizan en determinadas zonas. En otras partes, a su vez, la sequía puede ser prolongada, también asociada a la alteración de los patrones de lluvia.
Añadimos a lo anteriormente relatado el hecho de que una descongelación acelerada de esos reservorios de agua en forma sólida que son los glaciares, incrementa el flujo de agua dulce a océanos y mares y alteran el equilibrio salino, lo que desencadena procesos devastadores para la vida marina y altera sensiblemente las corrientes oceánicas.
El aumento de la concentración de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera intensifica el efecto invernadero, lo que eleva las temperaturas globales y provoca cambios en los patrones climáticos. Este calentamiento global incrementa la evaporación del agua, aumentando la humedad en la atmósfera y, en consecuencia, la probabilidad de precipitaciones intensas y eventos de inundaciones. Según la Organización de las Naciones Unidas, "a medida que se elevan las temperaturas se evapora mayor humedad, lo que causa inundaciones y precipitaciones extremas, provocando más tormentas destructivas". Por otro lado, el calentamiento global contribuye al derretimiento de glaciares y capas de hielo, lo que eleva el nivel del mar y aumenta el riesgo de inundaciones costeras. La Agencia Europea de Medio Ambiente señala que "el cambio climático está aumentando la presión sobre las masas de agua", lo que incluye un incremento en la frecuencia y severidad de inundaciones.
La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha experimentado un aumento significativo en las últimas décadas. En mayo de 2024, se registró un nuevo récord de 424 partes por millón (ppm), el nivel más alto alcanzado en un periodo de más de 3 millones de años. Este incremento se atribuye principalmente a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y la deforestación. El CO2 es un gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global y al cambio climático. Se ha establecido que una concentración atmosférica de dióxido de carbono de 350 partes por millón, es el límite máximo seguro para evitar efectos climáticos adversos. Superar este umbral incrementa el riesgo de fenómenos como el calentamiento global, el derretimiento de los casquetes polares y eventos climáticos extremos.
Un estudio reciente, realizado en el lago Ginebra, uno de los mayores en la Europa Occidental, ha desvelado un proceso inherente aplicable a muchos otros lagos. Se pensaba, hasta ahora que las emisiones de CO2 del lago Ginebra se debían, fundamentalmente, a la materia orgánica de los suelos circundantes. El proceso se concebía como la descomposición por microorganismos presentes en el agua que liberaban CO2 en el proceso de respiración. Lo que ocurre es que, en este caso, no explica las importantes emisiones de CO2 del lago Ginebra, dado que recibe muy poca materia orgánica procedentes de sus tierras limítrofes. Utilizando tecnología incluida en la plataforma LéXPLORE, situada a unos 600 metros de la costa, los científicos han modelado y observado, simulando el ciclo del carbono en el lago en los últimos 40 años. La conclusión a la que han llegado es que cuando la cuenca del lago Ginebra está expuesta al agua de lluvia libera iones bicarbonato y calcio, que van a parar al lago. Por otro lado, al incrementar la temperatura (como ocurre en verano) y el efecto de las algas, alteran el pH del agua e impulsan, catalizando una reacción química que concluye en la producción de micropartículas de carbonato cálcico, proceso conocido como precipitación de calcita. En esta reacción se libera CO2. Este proceso identificado en lagos de los cinco continentes, añade un bit de información más al necesario conocimiento profundo de cómo el CO2 es transportado, almacenado y transformado de forma natural entre continentes, agua y la atmósfera. La importancia radica en que solamente una visión global nos proporcionará el conocimiento necesario para poder tomar medidas eficaces para combatir el calentamiento global.
Imagen creada con ayuda de ChatGPT con DALL-E
Sabido es que los países han adquirido compromisos climáticos, en mayor o menor grado. La cuestión es la garantía de su cumplimiento. Convencidos de que la única forma de controlar la cada vez más agobiante situación en la que hemos incurrido, es cumplir con lo pactado frenando a los que emiten la parte gruesa de inmisión en la atmósfera de los gases de efecto invernadero: centrales eléctricas, megaciudades, refinerías, automoción, consumo eléctrico, etc. Estos referidos son responsables de la mayor parte de la producción de gases de efecto invernadero.
El control del cumplimiento se puede realizar vía satélite. Las mediciones de CO2 del Observatorio de Carbono de la Nasa, (OCO-2) y OCO-3 además de la Estación Espacial Internacional, realizadas en los últimos cinco años, evidencian emisores concretos como la central eléctrica de Bechat en Polonia, en las que los datos coinciden con los informes publicados, dando el espaldarazo a las mediciones realizadas. Las centrales europeas informan sistemáticamente de las emisiones anuales y la generación de energía por hora. Ahora los satélites pueden detectar los cambios con precisión suficiente para que las medidas sean de garantía. Es un avance considerable que esté previsto en Europa la puesta en funcionamiento de un par de satélites CO2 M (Copernicus Misión de Supervisión Antropogénica de CO2). Tendrán una cobertura observacional de alrededor de 50 veces más que los referidos OCO-2 y OCO-3 y podrán hacer el seguimiento de fuentes más pequeñas de emisiones de dióxido de carbono.
Una dificultad es que los satélites pueden analizar el dióxido de carbono emitido por una fuente, pero en ausencia de nubes y cuando la pluma no está situada sobre grandes masas de agua o montañas. Por otro lado, medir el dióxido de carbono de una fuente presenta más dificultades que hacerlo con otros gases el dióxido de nitrógeno o metano debido a su de reactividad. Cuanto más reactivo es un gas, más fácil es su observación, dado que la reactividad facilita su detección. El dióxido de carbono es muy poco reactivo, por lo que se diluye en la atmósfera tras ser emitido. En esto radica, en gran medida el que sea un problema para el cambio climático. Si la Tierra ya tiene 424 ppm de dióxido de carbono, la emisión de una central sólo aporta incrementos del orden de orden de unos pocos ppm, lo que dificulta la detección y la cuantificación. La ONU ha anunciado un sistema mundial de vigilancia del metano por satélite.
Estamos en el albor de una nueva era en la que el control de las emisiones se va a llevar a cabo mediante observaciones por satélite. Es posible concebir que, en poco tiempo, dispondremos de los niveles de emisión de los diversos gases de efecto invernadero, del mismo modo que se nos informa de la inflación, la bolsa o el precio del petróleo. Es necesario, dado la flaqueza de memoria con la que nos desenvolvemos. Resaltar la importancia de las emisiones solo traslada la conciencia de lo que como ciudadanos nunca debemos olvidar. Ya sabemos las consecuencias. Lo estamos viviendo.
Sopa de letras: EL CICLO DEL AGUA
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