Artículos Académicos
La energía solar está suscitando grandes expectativas de futuro en los últimos años, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que el sol irradia sobre la tierra cuatro mil veces la energía consumida por todo el planeta. El aprovechamiento de esta energía no es exclusivo de zonas con un elevado porcentaje de días soleados, como nuestra región, sirva como ejemplo Alemania, que acumula el 62% de todo el aprovechamiento solar obtenido en este continente. La energía solar cuenta con numerosas ventajas, como son, entre otras, disponer de una fuente inagotable, no dañar el medio ambiente y ser silenciosa y limpia. Así pues, podría parecernos extraño no emplear la energía solar cotidianamente. Esta situación se debe a que su uso presenta importantes inconvenientes como son su escaso rendimiento y el gran espacio necesario para su captación. Las dos formas actuales de aprovechamiento energía solar son la fotovoltaica y la térmica. La primera consiste en la transformación de la radiación solar en energía eléctrica, lo que se consigue con el uso de unos paneles llamados fotovoltaicos, pues esta transformación está basada en el efecto del mismo nombre descubierto por Becquerel en 1839. Este fenómeno físico consiste en la producción de una fuerza electromotriz (energía eléctrica) por acción de la luz, cuando esta incide sobre un material semiconductor (principalmente compuesto por silicio) que, al ser expuesto a la luz, absorbe fotones que logran que sus electrones emigren hacia la superficie iluminada, provocando así dos zonas con diferentes cargas que, cuando se conectan con un hilo conductor, producen una corriente eléctrica continua por un circuito exterior. El inconveniente de esta producción de electricidad es que el silicio no se encuentra libre en la naturaleza, debe ser extraído de los silicatos y este proceso es caro. La vida útil de estos artificios es de unos veinticinco años. La segunda consiste en la transformación de energía solar en térmica, de uso en calefacción y refrigeración. Para su obtención se necesitan colectores solares, que son cajas negras, prácticamente herméticas, que se calientan con la radiación solar y, a su vez, calientan un líquido que circula por su interior y que cede su calor al agua que pretendemos calentar. La tecnología necesaria para este fin resulta más cara que la fotovoltaica y tiene ciertos inconvenientes en días no soleados. Aunque siguen siendo necesarias más investigaciones en este campo, no cabe duda que esta energía es una alternativa interesante para nuestra región.