Pensándolo bien...

null DOPAMINA Y ADICCIONES

Las adicciones deben ser consideradas una enfermedad, no simplemente un estado o una elección. Esta perspectiva está respaldada por una amplia base de investigación científica y es adoptada por organizaciones de salud como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos e instituciones reconocidas como la Asociación Americana de Psiquiatría (APA).

Las razones por las que las adicciones se consideran una enfermedad son consistentes. En primer lugar, desde una base neurobiológica, la adicción afecta el cerebro y su funcionamiento. Involucra cambios en áreas clave del cerebro, como la corteza prefrontal y el sistema límbico, así como el sistema de recompensa, incluyendo el núcleo accumbens que se considera una interfase neuronal entre motivación y acción motora y participa de modo decisivo en la ingesta, conducta sexual, recompensa, respuesta al estrés, autoadministración de drogas, etc. Estos cambios pueden alterar la capacidad de una persona para tomar decisiones y controlar impulsos, llevándola a buscar compulsivamente la sustancia o la conducta adictiva. En segundo lugar, incluimos los cambios estructurales y funcionales en el cerebro, dado que el uso repetido de sustancias o la participación en comportamientos adictivos puede llevar a cambios estructurales en el cerebro. Estos cambios pueden aumentar la dependencia de la persona hacia la sustancia o conducta, haciendo que sea cada vez más difícil para ella detenerse sin ayuda. En tercer lugar, destacamos los componentes genéticos, puesto que la predisposición a la adicción tiene un componente genético. Las personas con ciertos factores genéticos tienen un mayor riesgo de desarrollar adicciones, lo que sugiere que no es solo una cuestión de elección o voluntad.

Las adicciones están clasificadas como trastornos en manuales diagnósticos oficiales, como el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) y la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades). Estos manuales proporcionan criterios específicos que los profesionales de la salud utilizan para diagnosticar adicciones, similar a cómo se diagnostican otras enfermedades médicas.

Por otro lado, la adicción es una enfermedad crónica, lo que significa que puede durar mucho tiempo y tiene un curso recidivante, con ciclos de recaída y recuperación. Esto es comparable a otras enfermedades crónicas, como la diabetes o la hipertensión, que requieren gestión de la misma a largo plazo. Por si fuera poco, la adicción no solo afecta la capacidad de una persona para controlar su uso de sustancias o comportamientos, sino que también puede tener efectos devastadores en la salud física y mental, así como en el bienestar social y económico. De aquí que considerar la adicción como una enfermedad ayuda a reducir el estigma que enfrentan las personas que luchan con ella. En lugar de ser vistas como moralmente débiles o carentes de voluntad, son comprendidas como personas que necesitan tratamiento y apoyo médico. Reconocer la adicción como una enfermedad permite abordar el problema desde una perspectiva de salud pública, facilitando el acceso a tratamientos basados en la evidencia, como la terapia conductual, la medicación y el apoyo psicosocial.

Así pues, como posición de partida enunciamos que la adicción es una enfermedad compleja que involucra cambios neurobiológicos, psicológicos y sociales. Esta comprensión es crucial para brindar un tratamiento adecuado y apoyo a quienes la padecen y para combatir el estigma asociado con la adicción.

La noticia ha saltado recientemente. Los medios de comunicación se han hecho eco de que “tres equipos de científicos reconstruyen la estructura del sistema de la dopamina para desentrañar su papel en las adicciones o el párkinson”. Y agregan, “conocer la forma precisa de las moléculas abre la puerta al diseño de fármacos para los desequilibrios de la dopamina con menos efectos secundarios”. El sistema dopaminérgico se escruta desde la perspectiva de actuación de los mecanismos moleculares que se encastran en los transportadores de la dopamina  (denominados DAT). La cuestión es relevante. Yan Zhao, de la Academia China de Ciencias, Eric Gouaux, de la Universidad de Ciencia y Salud de Oregón (EE UU) y Claus Loland, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), han publicado tres artículos en la revista Nature en los que, utilizando criomicroscopía electrónica, muestran cómo se unen muchas moléculas al transportador de la dopamina (DAT). La relevancia de la cuestión es que la proteína que denominamos DAT es la que recupera la dopamina cuando ya ha realizado su función y, de esta forma, mantiene los niveles de ésta con lo que el neurotransmisor se mantiene en una concentración normales y dispuesto a ser empleado en otros menesteres. Mantener niveles equilibrados de dopamina es crucial para el funcionamiento saludable del cerebro y el bienestar general. La dopamina es un neurotransmisor que juega un papel central en varias funciones cerebrales, incluyendo la motivación, el placer, el control motor, la regulación del humor y la toma de decisiones. Sin embargo, tanto un exceso como un déficit de dopamina pueden tener efectos negativos en la salud.

Comprender estos mecanismos es fundamental. El neurotransmisor dopamina, es el agente que permite que las neuronas se comuniquen para realizar todo tipo de tareas. Motivación, apetito, emociones, que por ejemplo gracias a su intensidad generan recuerdos más persistentes, etc. involucran a la dopamina. Y, no solo eso, porque está implicada en el escenario motor y su desaparición en alguna zona del cerebro puede justificar el párkinson. Así que la levodopa (L-DOPA, L-3,4 dihidroxifenilalanina), también conocido como L-DOPA, que es el precursor metabólico de la dopamina, es el medicamento aislado más eficaz en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson; los efectos terapéuticos y adversos de la levodopa resultan de su descarboxilación en dopamina por medio de la enzima descarboxilasa. Se administra L-DOPA en lugar de dopamina, porque la dopamina no puede atravesar la barrera hematoencefálica (la que forman las meninges entre los vasos sanguíneos y el líquido cefalorraquídeo); en cambio, la levodopa sí puede atravesarla, mediante transporte facilitado. Del mismo modo se puede explicar, mediante la dopamina, por qué el uso de drogas como la cocaína producen placer, dado que se bloquea la absorción del neurotransmisor y como consecuencia mantienen un nivel elevado de dopamina en el organismo.

Las denominadas neuronas dopaminérgicas son las células nerviosas que sintetizan dopamina a partir del aminoácido tirosina mediante una serie de reacciones enzimáticas, siendo la tirosina hidroxilasa, una de las enzimas clave en este proceso. Una vez sintetizada, la dopamina se almacena en vesículas sinápticas y se libera en respuesta a los impulsos nerviosos para transmitir señales a otras neuronas. Las neuronas dopaminérgicas están concentradas en varias áreas específicas del cerebro, principalmente en el mesencéfalo, también conocido como cerebro medio. Las principales áreas donde se encuentran estas neuronas son: la sustancia negra localizada en parte del mesencéfalo y estas neuronas de la sustancia negra proyectan principalmente al estriado. Esta vía es fundamental para el control del movimiento. La degeneración de las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra es una característica clave de la enfermedad de Parkinson, que resulta en los síntomas motores característicos de esta enfermedad, como la rigidez, el temblor y la bradicinesia (lentitud de movimiento). Tambien se sitúan en el área tegmental, en el mesencéfalo, cerca de la sustancia negra y proyectan a varias regiones del cerebro, incluyendo el corte prefrontal, el núcleo accumbens, la amígdala  y el hipocampo a través de la vía mesocorticolímbica. Esta vía está asociada con la motivación, el placer, la recompensa y el aprendizaje. Las disfunciones en esta vía se relacionan con trastornos como la adicción, la esquizofrenia y la depresión. Finalmente, otra zona de localización es el hipotálamo, con el núcleo arcuato, que produce dopamina y la libera en la hipófisis anterior a través de la vía tuberoinfundibular y la dopamina en esta vía inhibe la secreción de prolactina, una hormona responsable de la lactancia en mujeres y de la regulación de otras funciones hormonales en ambos sexos.

                             Imagen creada con ayuda de ChatGPT con DALL-E

En un cerebro humano típico, se estima que hay entre 400,000 y 600,000 neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra. Sin embargo, esta cifra puede variar dependiendo de factores individuales. En el área tegmental ventral, hay menos neuronas dopaminérgicas que en la sustancia negra, con estimaciones de aproximadamente 75,000 a 200,000 neuronas. En total, el cerebro humano tiene alrededor de 1 a 1.5 millones de neuronas dopaminérgicas, pero estas representan una pequeña fracción de las, aproximadamente, 86 mil millones de neuronas en todo el cerebro. A pesar de su número relativamente pequeño, menos de una ppm, las neuronas dopaminérgicas tienen un impacto desproporcionadamente grande en el funcionamiento cerebral y en la regulación de muchos aspectos críticos del comportamiento y la fisiología.

La clave de la explicación es la estructura de la dopamina, como la de cualquier neurotransmisor, porque son determinantes del encaje con otras moléculas y con qué otras moléculas puede encajar, es determinante para los efectos que va a desencadenar en el organismo, porque aquí radica la selectividad de las consecuencias, desde incrementar el deseo sexual hasta impulsarnos a ver un partido de fútbol o sumirnos en sueño al contemplar una película o documental.

Con este escenario como fondo la cuestión relevante en el ámbito de las adicciones es crear crear medicinas que tengan un efecto terapéutico, pero que no provoquen adicciones. Algunas moléculas modifican la estructura de otras, y esto tiene consecuencias aprovechables para tratar algunas adicciones o enfermedades neurológicas. Los investigadores citados desvelan un mecanismo que utiliza el DAT para recoger la dopamina del cerebro y devolverla a su lugar de almacenamiento. Esto se puede considerar como una palanca para conseguir efectos terapéuticos Manipulando esa palanca con una molécula (MRS7292) que inhibe el DAT, se puede modular su funcionamiento sin interferir en otros sistemas, e incorporar a nuevos tratamientos médicos para problemas relacionados con los niveles de dopamina.

La adicción a la cocaína constituye una de las preocupaciones y ocupaciones más intensivas en el momento actual, dado que es una de las drogas mas consumidas y más dañina. Faltan tratamientos eficaces y es preciso desvelar como se liga la cocaína al transportador de la dopamina (DAT) para inhibir su función y se podrá poner de relieve como evitar su ocurrencia.  El antídoto para la cocaína podría ser la benzatropina, actuando de forma similar a como lo hace la metadona en la adicción a la heroína.

La metadona es un medicamento sintético que se utiliza principalmente en el tratamiento del dolor crónico y en programas de mantenimiento para personas con dependencia de opiáceos, como la heroína. La metadona actúa en los mismos receptores en el cerebro que la heroína, principalmente los receptores mu-opioides. Esto permite que la metadona mitigue los síntomas de abstinencia y los deseos intensos de consumir heroína. A diferencia de la heroína, que tiene una vida media corta y produce un efecto eufórico rápido pero breve, la metadona tiene una vida media mucho más larga (de 24 a 36 horas). Esto significa que una dosis diaria de metadona puede mantener los niveles estables en la sangre, evitando los picos y valles asociados con el uso de heroína. La metadona reduce significativamente el “antojo” por la heroína, lo que disminuye la necesidad de la persona de buscar y consumir heroína. La metadona ayuda a prevenir los síntomas graves de abstinencia que suelen ocurrir cuando una persona dependiente de heroína deja de consumirla. Esto permite una estabilización física y psicológica del individuo.

En dosis adecuadas, la metadona puede bloquear los efectos eufóricos de la heroína u otros opiáceos. Esto significa que, incluso si una persona toma heroína mientras está en tratamiento con metadona, es menos probable que experimente la euforia intensa que normalmente sentiría, lo que reduce el refuerzo positivo del uso de heroína. La administración de metadona se realiza bajo supervisión médica estricta. Las dosis se ajustan cuidadosamente para evitar el riesgo de sobredosis y para asegurar que el tratamiento sea seguro y efectivo. La metadona, al ser administrada de manera controlada, reduce los riesgos asociados con el consumo de heroína, como infecciones por el uso de agujas compartidas, sobredosis y actividades ilícitas para obtener la droga. El objetivo inicial es estabilizar a la persona, reducir o eliminar el uso de heroína y permitir que se enfoque en la rehabilitación y la recuperación. En algunos casos, el tratamiento con metadona puede ser una fase temporal y la dosis se reduce gradualmente hasta que la persona pueda dejar de tomar opiáceos por completo. En otros casos, puede ser un tratamiento de mantenimiento a largo plazo. La metadona funciona como un tratamiento de sustitución para la heroína, ayudando a las personas a reducir o dejar su uso, aliviando los síntomas de abstinencia y bloqueando los efectos eufóricos de la heroína, todo bajo un régimen controlado y supervisado médicamente.

La benzatropina es un medicamento anticolinérgico que se utiliza principalmente para tratar los síntomas de la enfermedad de Parkinsson y para contrarrestar efectos secundarios de medicamentos antipsicóticos, como los síntomas extrapiramidales. Sin embargo, su interacción con la cocaína es un área menos comúnmente discutida en la literatura médica, hasta ahora. La benzatropina bloquea la acción de la acetilcolina en el sistema nervioso central, lo que ayuda a corregir el desequilibrio entre la dopamina y la acetilcolina en el cerebro. Este desequilibrio es lo que causa muchos de los síntomas motores del parkinsonismo. Además de sus efectos anticolinérgicos, la benzatropina también inhibe en cierta medida la recaptación de dopamina en el cerebro, lo que aumenta los niveles de dopamina disponibles en la sinapsis, según se desprende de los trabajos de investigación que hemos referido y recientemente publicados. La cocaína es un potente inhibidor de la recaptación de dopamina, lo que significa que aumenta los niveles de dopamina en las sinapsis cerebrales, particularmente en el núcleo accumbens, lo que produce el efecto eufórico asociado con su uso, como hemos reeferido anteriormente. Al inhibir también la recaptación de dopamina (aunque de manera menos potente que la cocaína), la benzatropina podría potencialmente modificar el efecto de la cocaína. Sin embargo, la benzatropina no tiene la misma capacidad para producir euforia intensa como la cocaína porque sus efectos dopaminérgicos son más sutiles y están acompañados de efectos anticolinérgicos. Algunos estudios, como los referido y otros anteriormente, han explorado el uso de benzatropina y compuestos relacionados en el tratamiento del abuso de cocaína. La hipótesis es que la benzatropina podría reducir la euforia inducida por la cocaína al alterar la dinámica de la dopamina en el cerebro, lo que podría ayudar a las personas a reducir su uso de cocaína. Aún no hay un consenso claro sobre su eficacia en este contexto. Debido a su acción sobre los sistemas de dopamina y acetilcolina, la combinación de benzatropina y cocaína podría potencialmente aumentar el riesgo de efectos secundarios, como confusión, taquicardia y otros efectos relacionados con el sistema nervioso central. La benzatropina no está aprobada ni recomendada para el tratamiento del abuso de cocaína o para reducir los efectos de la cocaína. Su uso en este contexto está estrictamente limitado a investigaciones clínicas. La benzatropina afecta los sistemas de dopamina y acetilcolina en el cerebro, lo que podría tener algún impacto en los efectos de la cocaína, aunque no se utiliza clínicamente, todavía, para tratar la adicción a la cocaína.

La biología molecular juega un papel fundamental en la comprensión de las adicciones y en el desarrollo de tratamientos más efectivos. Sin embargo, aunque la biología molecular es crucial para descubrir los mecanismos subyacentes de las adicciones, es importante reconocer que la adicción es una enfermedad compleja que involucra no solo factores biológicos, sino también psicológicos, sociales y ambientales. Por lo tanto, la "cura" o el manejo efectivo de las adicciones parece requerir un enfoque multifacético.

La biología molecular ha permitido identificar y estudiar los receptores de neurotransmisores, como los receptores de dopamina, serotonina y el ácido gamma-aminobutírico, (GABA) y los transportadores (como el DAT, transportador de dopamina) que están involucrados en la señalización cerebral asociada con el placer y la recompensa, ambos factores clave en las adicciones. Se investigan las vías de señalización intracelular que se activan durante el uso de sustancias adictivas, lo que ayuda a entender cómo se producen los cambios permanentes en el cerebro que conducen a la dependencia. La investigación en genética ha identificado genes que pueden predisponer a una persona a desarrollar una adicción. Conocer estos genes puede permitir desarrollar intervenciones más personalizadas y preventivas. Los cambios epigenéticos, que son modificaciones en la expresión génica sin alterar la secuencia del ADN, también juegan un papel en la adicción. Estos cambios pueden ser inducidos por el uso de sustancias y pueden influir en la susceptibilidad a la adicción y en la respuesta al tratamiento. La biología molecular es clave, como hemos visto, para desarrollar medicamentos que pueden alterar los procesos biológicos involucrados en la adicción. Por ejemplo, los agonistas y antagonistas de receptores específicos pueden ser diseñados para moderar la señalización cerebral y reducir el antojo o ansia de consumo y la recaída. Las terapias basadas en la modificación genética o molecular, también se están investigando como posibles tratamientos para la adicción. Esto incluye técnicas como la edición de genes, como CRISPR-Cas9 o la modulación de la expresión génica para corregir los desequilibrios neuroquímicos que contribuyen a la adicción.

En todo caso, la adicción no ocurre en un vacío biológico. Factores como el trauma, el estrés, la pobreza, el entorno social y las relaciones personales juegan un papel significativo en la adicción. La biología molecular por sí sola no aborda estos factores. La adicción también está profundamente relacionada con aspectos psicológicos como la ansiedad, la depresión y otros trastornos mentales. Estos necesitan ser tratados conjuntamente con los aspectos biológicos para lograr una recuperación efectiva. La prevención de la adicción, que incluye educación sobre los riesgos del uso de sustancias y la promoción de entornos saludables, también es esencial. Esto va más allá de lo que puede ofrecer la biología molecular. Los tratamientos más efectivos para la adicción suelen combinar intervenciones biológicas con terapias conductuales, apoyo social, y estrategias de gestión a largo plazo. La biología molecular es una herramienta poderosa para entender y tratar la adicción, pero no es la única solución. La cura o el manejo efectivo de las adicciones requiere un enfoque integrado que combine avances en la biología molecular con intervenciones psicológicas, sociales y conductuales. La adicción es un fenómeno multidimensional y abordarla de manera global ofrece una mejor oportunidad para ayudar a las personas a recuperar sus vidas.

Exactamente, la adicción no se cura simplemente con fuerza de voluntad; requiere un enfoque de tratamiento integral, ya que es una enfermedad compleja que afecta tanto el cerebro como el comportamiento. Este posicionamiento es crucial para abordar adecuadamente la adicción y para ofrecer a las personas que la padecen el apoyo y las herramientas necesarias para la recuperación. La adicción altera el cerebro, particularmente las áreas responsables de la toma de decisiones, el control de impulsos y la regulación emocional. Estos cambios pueden hacer que el simple hecho de "decidir" dejar de consumir sea extremadamente difícil, incluso cuando la persona tiene una fuerte motivación para hacerlo. Al igual que otras enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión, la adicción puede ser gestionada, pero no "curada" en el sentido tradicional. Esto significa que la persona puede aprender a controlar su adicción y vivir una vida saludable, pero el riesgo de recaída siempre está presente y, por lo tanto, requiere atención continua y tratamiento. El tratamiento de la adicción suele incluir una combinación de terapia conductual, medicamentos, apoyo psicosocial y, a veces, atención médica para complicaciones físicas. Estos enfoques están diseñados para abordar no solo el uso de sustancias o conductas adictivas, sino también los factores subyacentes que contribuyen a la adicción. La recuperación de la adicción es un proceso a largo plazo que puede implicar múltiples intentos y recaídas. La voluntad es importante, pero sin el apoyo adecuado, como programas de tratamiento, grupos de apoyo y estrategias de prevención de recaídas, es difícil mantener la abstinencia a largo plazo. Cada persona es diferente y lo que funciona para una puede no funcionar para otra. Los tratamientos efectivos suelen estar adaptados a las necesidades específicas del individuo, considerando su situación personal, su historia de uso de sustancias y otros factores de salud mental y social. Reconocer que la adicción es una enfermedad y no una cuestión de falta de voluntad es crucial para reducir el estigma asociado. Esto también ayuda a promover una actitud más compasiva y basada en la evidencia hacia el tratamiento, en lugar de culpar o avergonzar a las personas que luchan con la adicción.

En resumen, mientras que la voluntad es una parte importante del proceso de recuperación, la adicción es una enfermedad compleja que generalmente requiere un tratamiento integral y continuado para lograr y mantener la recuperación. Considerar la adicción como una enfermedad facilita el acceso a la ayuda necesaria y mejora las posibilidades de una recuperación exitosa a largo plazo. La Ciencia, afortunadamente, no solo ayuda, sino desvela de qué se trata y puede proponer formas de superar situaciones vitales complicadas. ¡Cuán importante es estudiar, para poder conocer, para poder ser eficaces en la interpretación y gestión de los avatares de la vida! Incluso mucho más que en otros ámbitos.

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