Artículos Académicos
En esta entrañable y singular región, de fuertes contradicciones, donde el binomio ladrillocemento se ha convertido en el nuevo becerro de oro, donde -seguramente- somos el número uno mundial en número de oficinas inmobiliarias por metro cuadrado, donde la especulación urbanística es el tema diario de conversación, resulta muy aconsejable buscar vías de escape donde la escala de valores se sitúe en las antípodas. Por fortuna, esos ejemplos a los que admirar suelen estar muy cerca y hacen poco ruido. A quien me quiero referir se le encuentra cada día en el autobús que la lleva a su despacho del campus de Espinardo, a su laboratorio, a sus clases, a su investigación, para seguir haciendo – como ha hecho toda su vida, durante más de cuarenta años- lo que ha sabido hacer con excepcional maestría: enseñar e investigar desde las cotas más altas de la excelencia. Y siempre en silencio, con la sonrisa permanente y una luz en el rostro que contagia paz y optimismo. Una vida entregada a su universidad, la de Murcia, que –desgraciadamente- la ha despedido con desaire, inmerecida e injustamente. Resignada y triste, debe abandonar su magisterio, muy a su pesar, por culpa de una estúpida norma carente de excepción y contraria al sentido común. En estos años, donde tanto se habla del papel destacado de la mujer en los diferentes campos profesionales, la figura de la doctora Sánchez Pedreño debería convertirse en un icono regional donde mirarse las futuras generaciones. La fructífera historia de la química murciana sólo contempla dos premios de investigación de la Real Sociedad Española de Química, siendo el primero para ella en 1978, lo que la ha convertido en un referente de la ciencia regional. El pasado 15 de noviembre, esta academia aprobaba por unanimidad –y en base a sus excepcionales méritos- el nombramiento de la doctora Concepción Sánchez Pedreño como Académica de Honor. Este es nuestro pequeño homenaje a una mujer que se merece infinitamente más. El nombre de Marie Curie suele asociarse al modelo de mujer científica por excelencia. Lejos de comparar, y con respeto a su sencillez y modestia, sería deseable que en la cultura colectiva del ciudadano murciano la figura de doña Concepción resultase más familiar. La enumeración de todas sus virtudes supera este espacio, pero la suma de su categoría científica y sus valores humanos produce un fácil resultado: doña Conchita es la gran dama de la Ciencia murciana.