Artículos Académicos
Las distrofias musculares representan un grupo heterogéneo de enfermedades que reducen la movilidad del paciente hasta llegar a la parálisis. En personas sanas, la degeneración de la fibra muscular se compensa con la regeneración, pero el músculo distrófico pierde la capacidad regenerativa. La enfermedad suele ser fatal si se manifiesta en la infancia, porque la debilidad muscular produce fallos respiratorios y cardíacos. De momento, se han identificado veintiún genes, cuyas mutaciones ocasionan diversas clases de distrofias. Entre 1985 y 1987, los americanos Louis Kunkel y Kevin Campbell descubrieron que el gen alterado en los pacientes con distrofia muscular de Duchenne producía en las personas sanas una proteína grande, a la que denominaron distrofina. Situada bajo la membrana de la fibra muscular, la distrofina sostiene un conglomerado de proteínas en la propia membrana. El conglomerado actúa de punto de amarre para conectar el entramado del citoesqueleto, la membrana superficial de la fibra muscular y la lámina basal que la recubre. Tal disposición en sándwich refuerza la frágil membrana de la fibra e impide que se rompa con la intensa actividad contráctil. Los fallos en el entramado proteico interno o externo de la fibra muscular debilitan la membrana, que acaba rompiéndose. La lesión desencadena un conjunto de cambios bioquímicos y celulares cuyo resultado es la degeneración del músculo. La distrofia muscular congénita, la de las cinturas, la distrofia Emery-Dreifuss y las demás variantes se originan por fallos en alguna proteína de la lámina basal, de la membrana superficial, del citoesqueleto o de la membrana nuclear de la fibra muscular. Aunque se ha avanzado mucho en el diagnóstico de las distrofias y en la comprensión de sus graves efectos, falta por resolver el asunto principal, su curación. Desgraciadamente, las distrofias figuran entre las enfermedades más difíciles de curar. Como el músculo esquelético es el tejido más abundante del cuerpo y está compuesto por fibras multinucleadas, cualquier terapia génica o celular tiene que ser capaz de restaurar la expresión del gen mutado en millones de núcleos, todos envueltos por un citoplasma altamente organizado y rodeado por una cubierta compleja como es la lámina basal. Por su parte, los tratamientos farmacológicos tendrán que detener la degeneración muscular mediante productos con baja toxicidad. Con todo, resultados recientes han abierto el camino a la curación de las distrofias. En la próxima columna intentaré explicar el fundamento de las terapias génicas, celulares y farmacológicas, todavía en estudio.