Artículos Académicos

null Deseo y buenos deseos

Los comienzos de año son fechas proclives a revisar el pasado y, especialmente, hacer planes para el futuro en forma de buenos deseos. Estos se nos amontonan y nos desbordan en estas primeras semanas del año. Los buenos deseos, como buenos propósitos, suelen quedarse en palabras, o ideas, que se llevan los vientos del invierno. Mucho más importante es el deseo, en singular, que actúa como el motor de la vida. En la actividad científica, e imagino en otras actividades creativas, ocurre algo similar. El motor del científico es el deseo: querer entender el mundo, solucionar problemas técnicos o inventar soluciones que alivien o mejoren la vida de los ciudadanos. Un sentimiento noble, que en alguna proporción se encuentra en todos los científicos. Pero también existen otros tipos de deseo, en muchos casos tan o más importantes que el anterior, y más mundanos: la notoriedad, el reconocimiento, la soberbia por saber antes que nadie ciertos secretos. Probablemente, muchos científicos no buscaríamos con tanto ahínco nuevos resultados si no esperáramos que de alguna forma los demás nos admiren finalmente por ello. ¿Qué si no puede explicar esas vidas dedicadas de forma, a veces obsesiva, a la ciencia? Sin duda esa mezcla de deseos personales, sin ellos no existirían los científicos y la ciencia sería una mera actividad burocrática. Pero, por supuesto, los buenos deseos también cuentan, pueden abonar el camino y hacer que los proyectos lleguen a buen puerto y se consigan los objetivos. Permítanme compartir con ustedes una lista de buenos deseos para la ciencia (y los científicos) en 2008. El primero les va a parecer obvio. Que aumente el deseo de todos los científicos por conocer, por explorar, por resolver. El segundo, que disminuya, aunque sólo sea levemente, nuestro deseo por la notoriedad y se rebajen nuestros, generalmente, superlativos egos. El tercero, es algo que seguro los lectores no científicos estaban esperando. Que la sociedad confíe en nosotros y tenga visión de futuro para dedicar unos recursos abundantes a la ciencia, sin esperar retornos inmediatos, aunque sí, exigiendo nuestro esfuerzo positivo. El cuarto, va dirigido a nuestros empleadores, las Universidades o centros públicos, y a los políticos. Que nos dejen hacer, no nos ahoguen en la rutina burocracia y nos sientan como los activos fundamentales de la institución, que deben cuidarse con cariño. Y el quinto, que usted que ha leído hasta aquí conserve su deseo de saber y divertirse, y todo ello con salud.