Artículos Académicos
Comienzan a conocerse los efectos del sueño sobre la actividad cerebral. Los sistemas nervioso e inmune se comunican entre sí, de modo que la pérdida de sueño reduce las defensas, y los trastornos inmunitarios afectan al sueño. El dormir poco favorece la liberación de citoquinas pro-inflamatorias (caso de la interleuquina-1). A su vez, los mediadores que impulsan la inflamación (para combatir las infecciones) modifican las funciones del sistema nervioso y la conducta, incluido el sueño. Sea por los cambios sociales, la extensión de la jornada laboral, los medios audiovisuales y las crecientes preocupaciones, el caso es que el porcentaje de adultos que duermen menos de 7 horas por noche aumenta año tras año. El hábito de dormir poco, no sólo produce falta de reflejos; también se asocia con la obesidad, por un lado, y con el aumento de leptina y la caída de grelina, por otro, dos efectos que estimulan el apetito. Con respecto a los que duermen 7 horas por noche, los que duermen 5 horas tienen 2,5 veces más riesgo de padecer diabetes. En éstos, también aumenta el riesgo de hipertensión y de patologías cardiovasculares. Obesidad, diabetes y lesiones cardiovasculares se asocian, en parte, a procesos inflamatorios. Además, los trastornos inmunes pueden modificar el sueño. En el SIDA, el sueño se altera antes de que aparezcan los primeros síntomas, y en la infección por Trypanosoma brucei, que causa “la enfermedad del sueño”, la respuesta inmune puede afectar a las regiones cerebrales que regulan el ciclo sueñovigilia. Sin llegar a tanto, todos conocemos el estado de letargo que conlleva la gripe. Frente a la infección, las neuronas de áreas cerebrales concretas que producen serotonina responden liberando citoquinas inflamatorias que inducen la fiebre. La fiebre refuerza el sistema inmune y reduce la replicación del patógeno. Además, las citoquinas impulsan las acciones del neurotransmisor GABA en áreas reguladoras del ciclo sueño-vigilia. La temperatura corporal y, por tanto, las necesidades de energía varían con los ritmos circadianos y el sueño, aumentando en la fase REM (movimiento rápido de los ojos) y disminuyendo en la fase no-REM. Las citoquinas modifican el patrón habitual del sueño REM y no-REM, favoreciendo el estado febril y la lucha contra la infección. Pero, en personas sanas que habitualmente duermen poco, las mismas citoquinas pro-inflamatorias pueden contribuir a patologías tan extendidas como la hipertensión y la diabetes.