Artículos Académicos
Una pregunta que suelen hacernos a los científicos es como sabemos que investigar. Si quien hace la pregunta es bastante joven, me gusta poner la analogía de los exploradores que se adentran en un terreno desconocido (una espesa jungla) para tras abundantes penalidades encontrar algo importante (las fuentes del Nilo). En la ciencia, la elección del problema es tan importante como decidir los métodos, el equipo necesario y el propio trabajo en busca del descubrimiento. Mis estudiantes y colaboradores conocen mi obsesión (una de tantas, me temo) por hacernos las preguntas adecuadas. Encontrar y definir lo que es un buen problema es fundamental para el científico. Pero, ¿qué es un buen problema y como se elige? No existe una respuesta única a estas preguntas y dependerá de cada uno, de sus propios intereses, de sus capacidades, de su entorno y de sus aspiraciones. Una premisa importante es que para lograr un avance significativo se debe haber llegado previamente lo suficientemente lejos. Por eso es tan importante en la ciencia la formación (muy larga) y el aprendizaje (de por vida). En el símil del explorador, primero es necesario llegar al corazón de África, puesto que si te encuentras a miles de kilómetros será imposible descubrir donde nace el Nilo. En la elección de los problemas científicos hay dos parámetros a considerar: relevancia y dificultad. Si se aspira a un problema cuya solución signifique un avance que importe a los demás, y tenga un impacto, normalmente será también de los más difíciles. Un arte que tienen los mejores científicos es hacerse preguntas que a la vez son importantes y es posible atacar. Las dos situaciones extremas son poco recomendables: sólo pensar en algo tan relevante que es inalcanzable o atacar problemas muy simples, pero sin interés. Normalmente el camino hacia el objetivo trazado no es una línea recta y van surgiendo derivaciones hacia algo que no habíamos pensado inicialmente y que puede ser incluso más importante. Además en estos caminos de exploración no estamos nunca solos, más bien corremos rodeados de otros colegas que van en busca de las mismas o similares respuestas. Uno de los mayores placeres en la ciencia, como debía ocurrir a los exploradores, es llegar primero a un descubrimiento. Aunque en muchas ocasiones cuando llegas ya había alguien ahí y uno se siente más como como Stanley al llegar al lago Victoria diciendo: “el Dr. Livingstone supongo”.