Pensándolo bien...
Una de las preocupaciones de mucha gente y ocupaciones de algunos países es el desarrollo sostenible. La denominada Agenda 2030 de las Naciones Unidas es un programa, ciertamente ambicioso, en el que los países miembros han comprometido garantizar un desarrollo sostenible, equilibrado e inclusivo para todo el planeta. Otra cosa es que no se traduzcan fielmente ni los debates ni las medidas, ni los programas al quehacer de la gobernanza y no se adivina cual es la razón de la espera.
Las Ciencias básicas se revelan como un factor importante y decisivo en esos programas. Hay convencimiento de que las Ciencias básicas son las que tienen la capacidad de aportar lo que se requiere en los retos decisivos de nuestro planeta: acceso universal a alimentos, la energía, cobertura sanitaria y acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Son las Ciencias básicas y no otros sistemas de conocimiento e información las que pueden proporcionar las herramientas para comprender la incidencia de una población creciente y próxima a alcanzar los 8.000 millones de personas en el planeta y pueden analizar con rigor y ofrecer opciones de como limitar los impactos de que viene siendo objeto la Naturaleza.
No hay enfoques alternativos, según Naciones Unidas, al que ofrecen las Ciencias Básicas, que es un desarrollo sostenible. Es el sentido opuesto al que se ha abrazado en el uso de los recursos naturales, que nos enfrenta en una situación insostenible en el momento actual. Las veleidades que ha supuesto entender una especie de vector interesado que enarbolaba la primacía de unas denominadas Ciencias Aplicadas, nos ha llevado a la generalización de una posición mercantilista que ha reforzado la posición hegemónica del ser humano sobre el resto de animales y de elementos naturales, entendiendo que la explotación de los recursos naturales es, poco menos que un mandato bíblico que emana desde la propia narración de la creación que se hace en el Génesis y que literalmente incita a ello. Desgraciadamente, la situación inducida por la COVID-19 nos lleva a la consideración de qué tipo de lucha podíamos haber planteado sin los conocimientos acumulados a lo largo de generaciones por la biología, la física, la química y las matemáticas.
Ahora se anuncia desde Naciones Unidas que 2022 se convierte, amparado en la recomendación formulada con anterioridad en la UNESCO en su 40ª sesión en el año para la celebración del vínculo entre las Ciencias Básicas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es una apuesta por el bien común en la que el reto se lanza a las mentes bienintencionadas para lograrlo, que las Ciencias Básicas son el eje del mundo científico. Por cierto, no han dejado de serlo durante todo el tiempo, incluida la época en la que han surgido toda suerte de mezclas, duplicidad de titulaciones y nuevos Curricula que llevan a un debilitamiento de la capacidad de respuesta del colectivo humano que constituye una sociedad avanzada, como el tiempo ha demostrado.
Se señala el hecho de que las Ciencias Básicas, son un modelo perfecto para el desarrollo sostenible, precisamente gracias a que la curiosidad científica es la que ha permitido la acumulación de conocimiento, de forma que sobre lo conocido, se agrega aportar nuevas soluciones capaces de resolver los problemas con los que nos enfrentamos hoy y los que todavía no conocemos del mañana. El modelo de trabajo hace descansar en la Ciencia la herramienta para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde sus resultados, hasta las transformación en innovaciones y los métodos de cooperación.
Las Ciencias Básicas ya han evidenciado su competencia para desvelar aspectos de interés para la Humanidad. Se cita a la Web, puesta en pie en el CERN, como herramienta para tratar de solucionar la cuestión de la colaboración global para llevar a cabo los experimentos de Física fundamental. La vacuna acaba de mostrar la incidencia positiva en la pandemia que padecemos, pero su respuesta incluye la capacidad de desarrollo basada en la identificación del origen viral de muchas enfermedades, efectuada con anterioridad a vernos sorprendidos ahora. El desarrollo de la electrónica y el actual GPS no existirían sin la Mecánica Cuántica y la teoría de la Relatividad de Einstein. Los teléfonos existen gracias a la Ciencia de Materiales, la capacidad de diseño a nivel molecular de la Química Cuántica y la miniaturización de la electrónica. El tratamiento de la información no sería posible sin el concurso de la programación de ordenadores y la algoritmia, que deben su existencia a las Matemáticas.
Y no es menos la perspectiva del porvenir en el campo de la Inteligencia Artificial, en las que juegan papel decisivo las Matemáticas, Física y Química que repercutirá en profundidad sobre nuestra sociedad, incluidos los valores que se ven sometidos a un debate moral de alcance. En todo lo relacionado con el ADN, Matemática, Física y Química son los auténticos conductores que pueden lograr diseñar tratamientos individualizados eficaces; la medicina solamente aplicará las propuestas generados en los ámbitos de las Ciencias Básicas. En la producción y almacenamiento de las energías renovables, de nuevo Física, Química y Ciencia de Materiales tendrán el protagonismo. La contaminación con la lucha por su erradicación, al menos a nivel de higienización, son aspectos que dependen de la Química denominada verde. La nutrición sostenible y lucha contra las enfermedades no transmisibles dependen de la Biología fundamental.
Este es el relato de las Naciones Unidas en el enunciado de la Agenda 2030. Con el Año internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible, se pretende movilizar para una integración de los resultados científicos en la esfera pública, incidiendo en la toma de decisiones. Los aspectos que se pretende movilizar incluyen la mejora de la participación inclusiva en la Ciencia, reconociendo que el método científico se puede trasladar al ámbito personal, profesional y social, lo que tiene como consecuencia, la contribución a la formación de ciudadanos responsable y autónomos. Se promoverá la enseñanza de las Ciencias Básicas y la formación del profesorado y se reforzará la educación y la formación científica en muchas partes del mundo. Incidirá en el apoyo financiero a las Ciencias Básicas, así como a la ciencia abierta, fomentando la interacción e intercambio entre científicos, como elemento decisivo de difusión de los desarrollos científicos que fomentarán la innovación en el ámbito del Desarrollo Sostenible en todo el mundo.
Es un reconocimiento expreso del papel que la Ciencia tiene en la sociedad actual y una renovada esperanza de que sea a través de ella como se podrán conseguir los objetivos de desarrollo, desde la armonía y ponderación que aporta. Una Institución como la Academia de Ciencias se felicita por la iniciativa y sus miembros se sienten orgullosos por esta distinción y reconocimiento que se hace al leiv motiv de muchas vidas que con su trayectoria contribuyen a ello. Es una tarea que a todos nos concierne y representa un aliciente de primer nivel.
Las Ciencias básicas se revelan como un factor importante y decisivo en esos programas. Hay convencimiento de que las Ciencias básicas son las que tienen la capacidad de aportar lo que se requiere en los retos decisivos de nuestro planeta: acceso universal a alimentos, la energía, cobertura sanitaria y acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Son las Ciencias básicas y no otros sistemas de conocimiento e información las que pueden proporcionar las herramientas para comprender la incidencia de una población creciente y próxima a alcanzar los 8.000 millones de personas en el planeta y pueden analizar con rigor y ofrecer opciones de como limitar los impactos de que viene siendo objeto la Naturaleza.
No hay enfoques alternativos, según Naciones Unidas, al que ofrecen las Ciencias Básicas, que es un desarrollo sostenible. Es el sentido opuesto al que se ha abrazado en el uso de los recursos naturales, que nos enfrenta en una situación insostenible en el momento actual. Las veleidades que ha supuesto entender una especie de vector interesado que enarbolaba la primacía de unas denominadas Ciencias Aplicadas, nos ha llevado a la generalización de una posición mercantilista que ha reforzado la posición hegemónica del ser humano sobre el resto de animales y de elementos naturales, entendiendo que la explotación de los recursos naturales es, poco menos que un mandato bíblico que emana desde la propia narración de la creación que se hace en el Génesis y que literalmente incita a ello. Desgraciadamente, la situación inducida por la COVID-19 nos lleva a la consideración de qué tipo de lucha podíamos haber planteado sin los conocimientos acumulados a lo largo de generaciones por la biología, la física, la química y las matemáticas.
Ahora se anuncia desde Naciones Unidas que 2022 se convierte, amparado en la recomendación formulada con anterioridad en la UNESCO en su 40ª sesión en el año para la celebración del vínculo entre las Ciencias Básicas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es una apuesta por el bien común en la que el reto se lanza a las mentes bienintencionadas para lograrlo, que las Ciencias Básicas son el eje del mundo científico. Por cierto, no han dejado de serlo durante todo el tiempo, incluida la época en la que han surgido toda suerte de mezclas, duplicidad de titulaciones y nuevos Curricula que llevan a un debilitamiento de la capacidad de respuesta del colectivo humano que constituye una sociedad avanzada, como el tiempo ha demostrado.
Se señala el hecho de que las Ciencias Básicas, son un modelo perfecto para el desarrollo sostenible, precisamente gracias a que la curiosidad científica es la que ha permitido la acumulación de conocimiento, de forma que sobre lo conocido, se agrega aportar nuevas soluciones capaces de resolver los problemas con los que nos enfrentamos hoy y los que todavía no conocemos del mañana. El modelo de trabajo hace descansar en la Ciencia la herramienta para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde sus resultados, hasta las transformación en innovaciones y los métodos de cooperación.
Las Ciencias Básicas ya han evidenciado su competencia para desvelar aspectos de interés para la Humanidad. Se cita a la Web, puesta en pie en el CERN, como herramienta para tratar de solucionar la cuestión de la colaboración global para llevar a cabo los experimentos de Física fundamental. La vacuna acaba de mostrar la incidencia positiva en la pandemia que padecemos, pero su respuesta incluye la capacidad de desarrollo basada en la identificación del origen viral de muchas enfermedades, efectuada con anterioridad a vernos sorprendidos ahora. El desarrollo de la electrónica y el actual GPS no existirían sin la Mecánica Cuántica y la teoría de la Relatividad de Einstein. Los teléfonos existen gracias a la Ciencia de Materiales, la capacidad de diseño a nivel molecular de la Química Cuántica y la miniaturización de la electrónica. El tratamiento de la información no sería posible sin el concurso de la programación de ordenadores y la algoritmia, que deben su existencia a las Matemáticas.
Y no es menos la perspectiva del porvenir en el campo de la Inteligencia Artificial, en las que juegan papel decisivo las Matemáticas, Física y Química que repercutirá en profundidad sobre nuestra sociedad, incluidos los valores que se ven sometidos a un debate moral de alcance. En todo lo relacionado con el ADN, Matemática, Física y Química son los auténticos conductores que pueden lograr diseñar tratamientos individualizados eficaces; la medicina solamente aplicará las propuestas generados en los ámbitos de las Ciencias Básicas. En la producción y almacenamiento de las energías renovables, de nuevo Física, Química y Ciencia de Materiales tendrán el protagonismo. La contaminación con la lucha por su erradicación, al menos a nivel de higienización, son aspectos que dependen de la Química denominada verde. La nutrición sostenible y lucha contra las enfermedades no transmisibles dependen de la Biología fundamental.
Este es el relato de las Naciones Unidas en el enunciado de la Agenda 2030. Con el Año internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible, se pretende movilizar para una integración de los resultados científicos en la esfera pública, incidiendo en la toma de decisiones. Los aspectos que se pretende movilizar incluyen la mejora de la participación inclusiva en la Ciencia, reconociendo que el método científico se puede trasladar al ámbito personal, profesional y social, lo que tiene como consecuencia, la contribución a la formación de ciudadanos responsable y autónomos. Se promoverá la enseñanza de las Ciencias Básicas y la formación del profesorado y se reforzará la educación y la formación científica en muchas partes del mundo. Incidirá en el apoyo financiero a las Ciencias Básicas, así como a la ciencia abierta, fomentando la interacción e intercambio entre científicos, como elemento decisivo de difusión de los desarrollos científicos que fomentarán la innovación en el ámbito del Desarrollo Sostenible en todo el mundo.
Es un reconocimiento expreso del papel que la Ciencia tiene en la sociedad actual y una renovada esperanza de que sea a través de ella como se podrán conseguir los objetivos de desarrollo, desde la armonía y ponderación que aporta. Una Institución como la Academia de Ciencias se felicita por la iniciativa y sus miembros se sienten orgullosos por esta distinción y reconocimiento que se hace al leiv motiv de muchas vidas que con su trayectoria contribuyen a ello. Es una tarea que a todos nos concierne y representa un aliciente de primer nivel.
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