Artículos Académicos

null Ciencia censurada (II)

En mi anterior columna trataba de la censura en la actividad científica en la medida de que puede confrontarse con intereses, libertades o necesidades de otros. Tras la historia de como una ONG en EEUU puede reclamar a una universidad pública todos los e-mails de un profesor, les cuento la segunda que prometí. Hace escasos meses las prestigiosísimas revistas científicas Science y Nature recibieron para su posible publicación sendos trabajos, realizados respectivamente, en la Universidad de Wisconsin (EEUU) y el Centro Médico Erasmus (Holanda), coincidiendo en un hallazgo de evidente repercusión en la salud humana. El temido virus de la gripe aviar (60% letal) causa muchas menos fatalidades que la gripe común; nos salvamos porque el virus no se contagia entre mamíferos a través del aire, sino solamente de ave a mamífero (no, por tanto, de humano a humano). Los experimentos sobre este virus, que presenta una gran, pero aún latente, amenaza, se realizan con mamíferos de laboratorio; los conejillos de indias, en este caso, son hurones. Pues bien, ambos laboratorios se encontraron con un mutante del virus de gripe aviar que un hurón en una jaula puede contagiar a otro en una jaula adyacente, lo que parece indicar que este mutante podría transmitirse entre mamíferos, de humano a humano. De entrada, ha habido críticas desde la comunidad científica, acerca de si experimentos que pudieran dar lugar a tal hallazgo, a la producción de ese mutante, suponen una grave irresponsabilidad. Como defensa, se argumenta que es mejor conocer la posibilidad de esa mutación, para estudiarla y prevenirla, que tener algún día, cuando se produjera de manera natural, espontánea, que abordarla desde el desconocimiento. Pero más allá del debate científico, ha saltado la alarma gubernamental. La amenaza del bioterrorismo (recuérdese el caso del ántrax) ha sensibilizado a ciudadanos y políticos. El Consejo Científico Nacional de Bioseguridad en Estados Unidos ha requerido a las revistas que censuren la publicación de los trabajos, no publicándolos, de momento, o si se hiciera, omitiendo los detalles más relevantes de la investigación. Las revistas han aceptado, por ahora, y los autores se han auto-impuesto una moratoria, auto-censura de 60 días, para pensárselo. Pero en otros foros se reclama la publicación, argumentando que no ya el dichoso virus, sino la información censurada pudiera escaparse (“filtrarse”, nunca mejor dicho, pues los virus, se diferencian de las bacterias en que atraviesan los filtros empleados en los laboratorios), cayendo en lugar inadecuado y con la investigación sobre ellos paralizada.