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En las últimas décadas, hemos cambiado drásticamente nuestra concepción del carácter determinista que poseen las leyes de la naturaleza. A pesar de conocer las leyes físicas que gobiernan los acontecimientos que nos rodean, no somos capaces de predecir la evolución de muchos de ellos durante períodos de tiempo relativamente cortos. Un ejemplo típico lo constituye la predicción meteorológica, que no es fiable más allá de unos pocos días a pesar de los enormes recursos que se dedican a ella. Antes, creíamos que un aumento en la precisión con la que podemos medir el estado de la atmósfera en un momento dado y en la capacidad de los ordenadores que procesan dicha información, nos llevaría a poder calcular su evolución a largo plazo, al igual como hacemos con la posición de los planetas, el Sol o la Luna. Hoy en día, la ciencia del caos nos ha enseñado que esto no es posible.
Aunque las leyes básicas que describen el movimiento de los planetas y la evolución de la atmósfera son las mismas, la complejidad de este último problema, y de muchos otros que denominamos caóticos, cambia cualitativamente el carácter de su comportamiento. En los sistemas caóticos, la precisión con la que podemos predecir su evolución disminuye drásticamente con el tiempo y, en períodos relativamente cortos, es ya imposible saber qué va a pasar. Ello conlleva el conocido efecto mariposa, consistente en que pequeñísimas variaciones en la situación de partida rápidamente se transforman en diferencias gigantescas.
Los sistemas caóticos son más abundantes en la naturaleza que los no caóticos o regulares. La importancia que se les había dado a estos últimos hasta hace poco se debía a que ellos eran los únicos que sabíamos resolver por lo que aparecían una y otra vez en los libros de texto. Ha sido necesaria la ayuda de los ordenadores para poder resolver aproximadamente los sistemas caóticos y comprender la riqueza y complejidad que conllevan. Además, la comprensión de estos sistemas ha cambiado nuestra forma de ver el mundo. En la práctica, no podemos predecir el comportamiento a medio plazo de sistemas que siguen leyes deterministas. Ello podría parecer tener connotaciones bastante pesimista, pero no ha de ser necesariamente así. La teoría del caos también nos ayuda a entrever pautas en comportamientos complejos, como por ejemplo los latidos del corazón, y poder establecer a partir de ellas consecuencias prácticas muy importantes y beneficiosas.