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null Brújulas microscópicas

Columna de la Academia publicada en el Diario La Verdad el 12 de mayo de 2018

Hace ahora 43 años se descubrió la existencia de unas curiosas bacterias que son sensibles al campo magnético de la Tierra. En medios líquidos nadan en una misma dirección y cuando se aproxima a ellas una barra imantada modifican su posición siguiendo al polo que mueve la aguja de la brújula. Esto se debe a la presencia en este grupo de bacterias de unas formaciones cristalinas de tamaño nanométrico, llamadas magnetosomas, que están compuestas por magnetita (óxido de hierro) o por greigita (sulfuro de hierro) y que las propias células biosintetizan en un proceso de mineralización controlado biológicamente. Tales estructuras se disponen formando cadenas paralelas al eje mayor de la célula.

Las bacterias magnetotácticas son microaerófilas o anaerobias, es decir, requieren tensiones bajas de oxígeno y buscan situarse en las columnas de agua en posiciones donde una concentración reducida de oxígeno disuelto es óptima para su metabolismo. Debido a la inclinación del campo magnético terrestre, las bacterias magnetotácticas se dirigen preferentemente hacia abajo, lejos de la superficie del agua, donde la concentración de oxígeno les resulta tóxica. Pero no son atraídas ni repelidas por los polos geomagnéticos sino solamente orientadas por ellos, alineándose pasivamente con el campo magnético y moviéndose hacia arriba o hacia abajo mediante sus flagelos como si el campo fuera una carretera de doble sentido. Las células muertas, como las vivas, también se sitúan en las líneas del campo magnético pero, a diferencia de aquellas, no se desplazan por él. La navegación a lo largo de dichas líneas facilita la emigración hacia posiciones favorables en el gradiente vertical de oxígeno, reduciendo la búsqueda en un espacio tridimensional a una cuestión meramente bidimensional.

Desde el punto de vista filogenético, estas singulares bacterias parecen emparentadas con otras que se desarrollaron en etapas muy antiguas de la Tierra, hace unos 3.500 millones de años, cuando el contenido de oxígeno libre en nuestro planeta era muy inferior al actual. A este respecto, un estudio mineralógico y microscópico del meteorito ALH84001, de origen marciano, sugiere una posible prueba de la existencia de vida pasada en Marte. Este meteorito, desprendido del planeta rojo por el choque con un asteroide, y caído en la superficie de la Antártida hace más de 10.000 años, muestra la presencia de magnetita y greigita en estructuras similares a las de las bacterias magnetotácticas terrestres, lo que podría constituir un testimonio de vida microscópica extinguida en el vecino planeta.