Artículos Académicos
Tanto a nivel país como de región, la agricultura ha sido uno de los pilares básicos que mejor comportamiento ha mantenido durante la crisis económica. Por ello, si queremos ser algo más que un país de “servicios” en el futuro, deberíamos apostar por oportunidades tales como una agricultura de calidad basada en la biotecnología, ligada a una innovadora industria agroalimentaria, que nos permita competir en las mejores condiciones con países de nuestro entorno. En este sentido, la investigación científica dentro del ámbito agrario y alimentario se revela clave para aportar los conocimientos necesarios para conseguirlo. Una de las líneas de investigación científica futura en donde se podrá avanzar de manera firme durante los próximos años, es en la generación y uso de “biomoléculas” para la agricultura. Como biomoléculas se podrían catalogar aquellas moléculas de carácter orgánico tales como aminoácidos, grupo de moléculas lábiles de carbono, fitohormonas, péptidos y oligopéptidos, e incluso se podrían incluir los consorcios microbianos beneficiosos, capaces de realizar un efecto “positivo” sobre las plantas. Dichas biomoléculas deben basarse en una premisa clara: han de ser obtenidas y utilizadas de manera “amigable” con el medio ambiente; no se entendería que el uso en agricultura de este tipo de biomoléculas suponga un riesgo para cualquiera de los ecosistemas con los que interacciona (suelo, agua, atmósfera), y mucho menos para el ser humano a través de su paso a la cadena trófica a través de la planta. ¿Qué se espera que aporten esas biomoléculas aplicadas al suelo de cultivo, o directamente a la planta mediante aplicación foliar?; sería esperable desde una mejora en el crecimiento radicular o fortalecimiento de la planta (efecto bioestimulante y biofortificante), hasta conseguir que dichas biomoléculas actúen como “biopesticidas”, es decir, inhibiendo la acción de ciertos microrganismos que generan enfermedades en las plantas (fitopatógenos). Indudablemente, defendemos que si queremos tener una agricultura sostenible, de calidad que finalice en la producción de alimentos saludables, es necesario proteger nuestros suelos, y mantener o incrementar su productividad mediante adiciones de enmiendas orgánicas; con ello, se asegura un aumento de su materia orgánica, y la mejora de propiedades físicas y biológicas en dicho suelo, consiguiendo así un efecto positivo innegable. Pero junto a esto, el uso adecuado de biomoléculas como las señaladas, bien solas o formando parte de extractos vegetales activos, puede colaborar a una mejor agricultura para el futuro.