Pensándolo bien...
Los problemas en los que nos hemos sumergido por el descontrolado uso de los medios de producción y tecnológicos y la falta de una Ética Medioambiental clara y nítida, que oriente nuestras acciones, se traduce en una especie de inextricable e imperativa fuerza que nos impele a seguir acrecentando la espiral de consecuencias que se derivan de nuestra conducta humana. Las medidas que se suscitan en esas interminables reuniones internacionales en las que unos países abogan por la reducción de emisiones y otros se desentienden apelando a cualquier excusa que se ponga a su alcance, no hacen más que devenir en incumplimientos colectivos que agravan nuestro panorama global.
En la cumbre del Clima número 21 celebrada en Paris en Diciembre de 2015, se respiró al disponer de un acuerdo para sustituir al anteriormente tomado en Kioto y que expiró en 2020. Precisamente en esa fecha se cumplieron cinco años desde que se tomó el acuerdo en Paris. Pero el balance a esa fecha no pudo ser más desalentador porque las emisiones de gases de efecto invernadero han seguido creciendo. Por si fuera poco la siguiente cumbre anual, la 26 que se debía celebrar en Glasgow en 2021 se ha cancelado con cargo a la pandemia actual en vigor.
No hay que olvidar que los acuerdos siempre son más débiles (flojos) que las propuestas iniciales, por cuanto tienen que incorporar matices que garanticen la votación final afirmativa y los matices, ya se sabe, son cuestiones que limitan el alcance siempre, aun cuando teóricamente pudiera concebirse un incremento de restricciones. Concretamente en Paris, la herramienta que permitió alcanzar el acuerdo radicó en que no hubieron imposiciones, sino que se animó a los países a que formularan su mejor propuesta y efectuaran un análisis honesto de sus emisiones reales y unas previsiones honradas de las futuras.
No obstante, el Acuerdo de Paris es notable en el sentido de que fue el primer Acuerdo Universal y jurídicamente vinculante en esencia, en torno a contener el calentamiento global por debajo de los 2 °C e incluso con pretensiones de reducirlo a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Paralelamente se planteaba reforzar la capacidad de enfrentar los efectos inevitables del cambio climático y diseñar mecanismos de apoyo para tal finalidad.
Con motivo de esto en diciembre de 2020 la UE actualizó las contribuciones determinadas a nivel nacional fijando el objetivo de reducir las emisiones al menos un 55% hasta 2030 con respecto a los niveles de 1990. La UE y los Estados miembros se han comprometido a ello, como se puede leer en los documentos de la la propia Comisión. Hay que resaltar que el Acuerdo inicial de Paris consistía en el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos un 40% para 2030 con respecto a las de 1990 y la legislación para ello se estableció a finales de 2018. Hasta el 3 de Noviembre de 2016 lo habían firmado 97 partes, 96 países individualmente y la UE, dando cumplimiento a la condición para la entrada en vigor de tener que ser ratificado por mas de 55 países que acaparan mas del 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Donald Trump se descolgó del Acuerdo el 1 de junio de 2017, salvaguardando los intereses económicos de Estados Unidos. Todos los demás países reiteraron el compromiso, aun reconociendo la dificultad añadida de la retirada de Estados Unidos. Afortunadamente el actual Presidente Jose Biden en el primero día de llegar al cargo dio órdenes para reincorporarse al Acuerdo, que se oficializó el 19 de febrero de 2021.
Hay muchas reticencias con respecto al cumplimiento de los compromisos, sobre todo a la velocidad que se requiere para evitar las consecuencias del cambio climático. De ahí que surja, al menos a nivel de conjetura, la formulación del tema de fondo, que sería evitar que se calentase el planeta, como hasta ahora se viene formulando, o, alternativamente, enfriar el planeta. El mundo del combustible fósil está tan arraigado y las alternativas siguen siendo suficientemente débiles como para ser discutible su carácter competitivo, que han alimentado la formulación de otras propuestas como las señaladas. Se puede entender como una medida desesperada de intentar atajar el problema, pero la imaginación no tiene por qué descansar, en especial la científico tecnológica.
La manipulación del sistema climático planetario con el objetivo puesto en mitigar el calentamiento global no es una alternativa exenta de consecuencias tanto ambientales como geosociopolíticas. Pero lo cierto y verdad es que al notar que nos acercamos a alcanzar temperaturas que entrevemos peligrosas, se descarta en menor medida una alternativa como puede ser la de enfriar el planeta. La denominada geoingeniería climática plantea dos estrategias para enfriar el planeta: a) capturar el CO2 de la atmósfera, con lo que ésta acumularía menos calor. Pertenecen a esta alternativa las denominadas tecnologías de emisiones negativas, que va prescindiendo de esta denominación de geoingeniería para endosársela a la segunda de les opciones, que resulta ser más polémica y controvertida. b) Geoingeniería climática, genuina, consistente en el uso de la energía solar instalando protectores solares en el espacio y provocar la dispersión de núcleos microscópicos capaces de incrementar la reflectancia de las nubes, provocando la disipación de las nubes que atrapan el calor, como los cirros, y logrando disipar la luz solar en la estratosfera. Esta es una intervención a escala planetaria que recuerda la consabida denuncia de los agricultores cuando dicen contemplar avionetas que, supuestamente, siembran con ioduro o bromuro de plata para que actúen como núcleos de condensación y, o bien descarguen agua, o en su caso, eviten caída de granizo que tanto daño hace a las cosechas. Porque naturalmente, a escala local como sería la preservación de las capas de hielo.
No es nueva la idea, por tanto (casi siempre ocurre), otra cosa es que se tengan modelos razonables que incluyan los elementos relevantes a tener en cuenta y Ciencia que permita el control de las consecuencias previsibles. Se atribuye a Lyndon Johnson en 1965 la indiciación de que podría ser necesario el incremento de la reflectividad de la Tierra para compensar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La idea ha ido madurando con parsimonia, al no sentir la necesidad apremiante de actuar, hasta hace bien poco y, sobre todo, constatar que las restricciones se acuerdan con lentitud exasperante. La geoingeniería solar ha adoptado la pulverización de partículas en la estratosfera como estrategia fundamental, denominándola inyección estratosférica o dispersión estratosférica de aerosoles. La Naturaleza ha servido de inspiración, ya que la erupción del volcán filipino del Monte Pinatubo en 1991 vertió, según se estima, unos 20 millones de toneladas de SO2, en forma de cenizas que contribuyeron, entre otras cosas, a reflejar la luz, con lo que al volver al espacio, evitaron que llegara a la superficie de la Tierra y la consecuencia fue la reducción de la temperatura de a Tierra una media de 0.5 ºC que se detectó en los dos años siguientes. Se dieron mas consecuencias, alguna de las cuales podría servir de explicación al régimen de lluvias de nuestra Región de Murcia. Una gota de agua de una lluvia, califiquemos que normal, es de unos 2 mm, aunque en la nube sea de unos 0.02 mm. Los núcleos de condensación que son la suspensión de partículas, cuando es de diámetro inferior a una diezmilésima de micra (núcleos de Aitken) o superior a 10 micras no producen efecto, mas bien al contrario, provocan la disgregación. Por tanto, todo lo que no sean partículas de tamaño, en torno a 1 micra de diámetro. Si se examinan las inmisiones de polvo del Sahara y su recorrido a través de la Península, se pueden justificar periodos amplios de ausencia de precipitación en la zona del Sureste Español
En 2006 el Premio Nobel Paul Crutzen impulsó la investigación en geoingeniería, avalado por su especial acreditación al ser galardonado por sus investigaciones sobre el agujero de ozono y el papel del SO2 en la reducción de la capa de ozono. Los riesgos de los ensayos experimentales en éste área no se escapan a nadie. Cualquier manipulación del Planeta o a nivel planetario repercute en todo el mundo y su devenir. No son bromas y experimentos con gaseosa, como vulgarmente se indica. Los peligros que acechan al clima no solo deben tener en cuenta la mitigación de los efectos, sino en sí los daños asociados al sistema en vigor. La extracción y quema de los combustibles fósiles mantenidos en el tiempo podrían aumentar o incentivar otras alteraciones del clima, con lo que no se puede tratar de incrementar el tratamiento def la geoingeniería para compensar el potencial incremento asociado a mantener el modelo energético actual.
Las simulaciones informáticas son, hasta el presente, las actuaciones en el campo de la geoingeniería climática. Los experimentos no pasan del nivel de laboratorio atendiendo a estrategias de como llevarlos a cabo, tipo de partículas a utilizar, que es un campo muy extenso y del que se conoce muy poco y cuya efectividad tiene mucho que mejorar y, potencialmente, concretar o predecir las consecuencias ambientales derivadas. Es posible conjeturar que una intervención desde la geoingeniería pudiera reducir la temperatura global, aunque mantiene la incógnita de las consecuencias derivadas de la presencia de partículas en la atmósfera en cualquier de sus niveles, sin ir mas lejos, la incidencia en la capa de ozono, pongamos por caso y, naturalmente, las derivadas de la alteración global de las precipitaciones y la desigual distribución de las producciones agrícolas. Son muchas preguntas sin respuesta. Esto incentiva la búsqueda de aquellas e impulsa a pasar del modelado al experimento.
Se han llevado a cabo experimentos y se cifra en Rusia en 2009 el primero de ellos, consistente en a dispersión de generadores de aerosoles desde helicóptero y desde vehículos terrestres, alcanzando hasta 200 metros. Informaron que se había reducido la cantidad de radiación solar que llegaba a la Tierra. Se anunció posteriormente otro experimento consistente en bombear aerosoles hasta un globo aerostático que los dispersara, a través de un tubo, pero el rechazo del público próximo obligó a desistir. Posteriormente científicos de Harvard proponen lanzar un globo para rociar con carbonato calcio desde la estratosfera. La Universidad de Washington e investigadores de Xerox en California siguen en el tema intentando aprender del comportamiento de la Naturaleza, en especial de la siembra con sal marina en las nubes bajas oceánicas intentando aumentar la reflectividad de las zonas costeras.
Ciertamente, la única actividad de geoingeniería climática que claramente se ha llevado a cabo es la asociada a la combustión de los actuales combustibles de origen fósil que de forma irresponsable llevamos a cabo todos los humanos con un estilo de vida adoptado sin medir las consecuencias, al principio por no conocerlas y en la actualidad por ser incapaces de contener tanto a nivel individual como colectivo de unas prácticas con repercusiones letales sobre la civilización y que atentan contra la vida en el planeta. Ciertamente, hay muchas reticencias incluso sobre la investigación, mientras no haya un enfoque aceptable. No es aceptable que se lleve a cabo una investigación en un ámbito tan delicado, para que al final sean solamente los vectores económicos, y además de algunos, los que tracen el recorrido. En cierta medida, el solo hecho de plantearlo conlleva la relajación de la tensión necesaria para acometer la realización de los Acuerdos sobre el cambio climático y, al tiempo, da calor a que la solución de la geoingeniería del clima sin haberlo decidido de forma colectiva y respondiendo a las intereses de algunos.
Bill Gates alienta la iniciativa contribuyendo a la financiación de un proyecto en el que aviones arrojen partículas de azufre en la estratosfera para evitar parte de la radiación solar que llega a la Tierra, incidiendo en el calentamiento global.
La cuestión es endiablada, dado que las dificultades por controlar las emisiones acogen cada vez con mayor agrado mayor número de adeptos partidarios de las soluciones más cómodas. Los países menos comprometidos ven aliviada su postura. En todo caso, la gestión de esta cuestión está resultando falta de transparencia y las investigaciones que se estén llevando a cabo se desconocen dónde están aconteciendo y con que planteamientos y quienes son los interesados que lo financian.
Los interrogantes que se suscitan son demasiados, como corresponde a una cuestión tan compleja, desde quien debe opinar a quien debe decidir, desde quién y cómo se decide fijar una temperatura global a alcanzar, dado que somos todos los implicados en las consecuencias; hasta qué punto de forma individual o a nivel de decisión de país, se puede incidir en algo de consecuencias colectivas. No es aceptable la realización de ensayos en un ámbito que excede la división territorial. Adicionalmente, en un sistema tan complejo y de magnitud global, las simulaciones, ensayos o tentativas a nivel local no necesariamente son extrapolables a nivel global.
Nos estamos acostumbrando al léxico global, cuando nunca hemos democráticamente aceptado sus implicaciones de forma directa. El control democrático está brillando por su ausencia en muchas áreas de este mercado global en el que nos hemos visto sumidos. Cuando menos tendríamos que declarar muchas prácticas de irresponsables. No se trata de declararse enemigo de explorar, ni mucho menos, pero no es suficiente con establecer un elemento de comparación difuso que justifique la iniciativa. Ciertamente grandes incendios, migraciones masivas o extinciones previsibles o inundaciones a escala global, incrementadas o alentadas por el cambio climático son un escenario de referencia al que las sociedades y sus mecanismos de decisión pueden entrever que manipular a la atmósfera a nivel planetario podría ser un riesgo más, sin reparar en las alternativas que dejamos de lado o las consecuencias de las iniciativas. Cada vez es mas necesario comprender que desarrollo si, pero es preciso un control democrático, que sea capaz de decidir por todos de forma apropiada. Estamos en emergencia constante. Nadie puede decidir por nosotros, ni mucho menos la más sofisticada de las tecnologías. No se trata de Ciencia, ni mucho menos, sino de intereses.
En la cumbre del Clima número 21 celebrada en Paris en Diciembre de 2015, se respiró al disponer de un acuerdo para sustituir al anteriormente tomado en Kioto y que expiró en 2020. Precisamente en esa fecha se cumplieron cinco años desde que se tomó el acuerdo en Paris. Pero el balance a esa fecha no pudo ser más desalentador porque las emisiones de gases de efecto invernadero han seguido creciendo. Por si fuera poco la siguiente cumbre anual, la 26 que se debía celebrar en Glasgow en 2021 se ha cancelado con cargo a la pandemia actual en vigor.
No hay que olvidar que los acuerdos siempre son más débiles (flojos) que las propuestas iniciales, por cuanto tienen que incorporar matices que garanticen la votación final afirmativa y los matices, ya se sabe, son cuestiones que limitan el alcance siempre, aun cuando teóricamente pudiera concebirse un incremento de restricciones. Concretamente en Paris, la herramienta que permitió alcanzar el acuerdo radicó en que no hubieron imposiciones, sino que se animó a los países a que formularan su mejor propuesta y efectuaran un análisis honesto de sus emisiones reales y unas previsiones honradas de las futuras.
No obstante, el Acuerdo de Paris es notable en el sentido de que fue el primer Acuerdo Universal y jurídicamente vinculante en esencia, en torno a contener el calentamiento global por debajo de los 2 °C e incluso con pretensiones de reducirlo a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Paralelamente se planteaba reforzar la capacidad de enfrentar los efectos inevitables del cambio climático y diseñar mecanismos de apoyo para tal finalidad.
Con motivo de esto en diciembre de 2020 la UE actualizó las contribuciones determinadas a nivel nacional fijando el objetivo de reducir las emisiones al menos un 55% hasta 2030 con respecto a los niveles de 1990. La UE y los Estados miembros se han comprometido a ello, como se puede leer en los documentos de la la propia Comisión. Hay que resaltar que el Acuerdo inicial de Paris consistía en el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos un 40% para 2030 con respecto a las de 1990 y la legislación para ello se estableció a finales de 2018. Hasta el 3 de Noviembre de 2016 lo habían firmado 97 partes, 96 países individualmente y la UE, dando cumplimiento a la condición para la entrada en vigor de tener que ser ratificado por mas de 55 países que acaparan mas del 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Donald Trump se descolgó del Acuerdo el 1 de junio de 2017, salvaguardando los intereses económicos de Estados Unidos. Todos los demás países reiteraron el compromiso, aun reconociendo la dificultad añadida de la retirada de Estados Unidos. Afortunadamente el actual Presidente Jose Biden en el primero día de llegar al cargo dio órdenes para reincorporarse al Acuerdo, que se oficializó el 19 de febrero de 2021.
Hay muchas reticencias con respecto al cumplimiento de los compromisos, sobre todo a la velocidad que se requiere para evitar las consecuencias del cambio climático. De ahí que surja, al menos a nivel de conjetura, la formulación del tema de fondo, que sería evitar que se calentase el planeta, como hasta ahora se viene formulando, o, alternativamente, enfriar el planeta. El mundo del combustible fósil está tan arraigado y las alternativas siguen siendo suficientemente débiles como para ser discutible su carácter competitivo, que han alimentado la formulación de otras propuestas como las señaladas. Se puede entender como una medida desesperada de intentar atajar el problema, pero la imaginación no tiene por qué descansar, en especial la científico tecnológica.
La manipulación del sistema climático planetario con el objetivo puesto en mitigar el calentamiento global no es una alternativa exenta de consecuencias tanto ambientales como geosociopolíticas. Pero lo cierto y verdad es que al notar que nos acercamos a alcanzar temperaturas que entrevemos peligrosas, se descarta en menor medida una alternativa como puede ser la de enfriar el planeta. La denominada geoingeniería climática plantea dos estrategias para enfriar el planeta: a) capturar el CO2 de la atmósfera, con lo que ésta acumularía menos calor. Pertenecen a esta alternativa las denominadas tecnologías de emisiones negativas, que va prescindiendo de esta denominación de geoingeniería para endosársela a la segunda de les opciones, que resulta ser más polémica y controvertida. b) Geoingeniería climática, genuina, consistente en el uso de la energía solar instalando protectores solares en el espacio y provocar la dispersión de núcleos microscópicos capaces de incrementar la reflectancia de las nubes, provocando la disipación de las nubes que atrapan el calor, como los cirros, y logrando disipar la luz solar en la estratosfera. Esta es una intervención a escala planetaria que recuerda la consabida denuncia de los agricultores cuando dicen contemplar avionetas que, supuestamente, siembran con ioduro o bromuro de plata para que actúen como núcleos de condensación y, o bien descarguen agua, o en su caso, eviten caída de granizo que tanto daño hace a las cosechas. Porque naturalmente, a escala local como sería la preservación de las capas de hielo.
No es nueva la idea, por tanto (casi siempre ocurre), otra cosa es que se tengan modelos razonables que incluyan los elementos relevantes a tener en cuenta y Ciencia que permita el control de las consecuencias previsibles. Se atribuye a Lyndon Johnson en 1965 la indiciación de que podría ser necesario el incremento de la reflectividad de la Tierra para compensar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La idea ha ido madurando con parsimonia, al no sentir la necesidad apremiante de actuar, hasta hace bien poco y, sobre todo, constatar que las restricciones se acuerdan con lentitud exasperante. La geoingeniería solar ha adoptado la pulverización de partículas en la estratosfera como estrategia fundamental, denominándola inyección estratosférica o dispersión estratosférica de aerosoles. La Naturaleza ha servido de inspiración, ya que la erupción del volcán filipino del Monte Pinatubo en 1991 vertió, según se estima, unos 20 millones de toneladas de SO2, en forma de cenizas que contribuyeron, entre otras cosas, a reflejar la luz, con lo que al volver al espacio, evitaron que llegara a la superficie de la Tierra y la consecuencia fue la reducción de la temperatura de a Tierra una media de 0.5 ºC que se detectó en los dos años siguientes. Se dieron mas consecuencias, alguna de las cuales podría servir de explicación al régimen de lluvias de nuestra Región de Murcia. Una gota de agua de una lluvia, califiquemos que normal, es de unos 2 mm, aunque en la nube sea de unos 0.02 mm. Los núcleos de condensación que son la suspensión de partículas, cuando es de diámetro inferior a una diezmilésima de micra (núcleos de Aitken) o superior a 10 micras no producen efecto, mas bien al contrario, provocan la disgregación. Por tanto, todo lo que no sean partículas de tamaño, en torno a 1 micra de diámetro. Si se examinan las inmisiones de polvo del Sahara y su recorrido a través de la Península, se pueden justificar periodos amplios de ausencia de precipitación en la zona del Sureste Español
En 2006 el Premio Nobel Paul Crutzen impulsó la investigación en geoingeniería, avalado por su especial acreditación al ser galardonado por sus investigaciones sobre el agujero de ozono y el papel del SO2 en la reducción de la capa de ozono. Los riesgos de los ensayos experimentales en éste área no se escapan a nadie. Cualquier manipulación del Planeta o a nivel planetario repercute en todo el mundo y su devenir. No son bromas y experimentos con gaseosa, como vulgarmente se indica. Los peligros que acechan al clima no solo deben tener en cuenta la mitigación de los efectos, sino en sí los daños asociados al sistema en vigor. La extracción y quema de los combustibles fósiles mantenidos en el tiempo podrían aumentar o incentivar otras alteraciones del clima, con lo que no se puede tratar de incrementar el tratamiento def la geoingeniería para compensar el potencial incremento asociado a mantener el modelo energético actual.
Las simulaciones informáticas son, hasta el presente, las actuaciones en el campo de la geoingeniería climática. Los experimentos no pasan del nivel de laboratorio atendiendo a estrategias de como llevarlos a cabo, tipo de partículas a utilizar, que es un campo muy extenso y del que se conoce muy poco y cuya efectividad tiene mucho que mejorar y, potencialmente, concretar o predecir las consecuencias ambientales derivadas. Es posible conjeturar que una intervención desde la geoingeniería pudiera reducir la temperatura global, aunque mantiene la incógnita de las consecuencias derivadas de la presencia de partículas en la atmósfera en cualquier de sus niveles, sin ir mas lejos, la incidencia en la capa de ozono, pongamos por caso y, naturalmente, las derivadas de la alteración global de las precipitaciones y la desigual distribución de las producciones agrícolas. Son muchas preguntas sin respuesta. Esto incentiva la búsqueda de aquellas e impulsa a pasar del modelado al experimento.
Se han llevado a cabo experimentos y se cifra en Rusia en 2009 el primero de ellos, consistente en a dispersión de generadores de aerosoles desde helicóptero y desde vehículos terrestres, alcanzando hasta 200 metros. Informaron que se había reducido la cantidad de radiación solar que llegaba a la Tierra. Se anunció posteriormente otro experimento consistente en bombear aerosoles hasta un globo aerostático que los dispersara, a través de un tubo, pero el rechazo del público próximo obligó a desistir. Posteriormente científicos de Harvard proponen lanzar un globo para rociar con carbonato calcio desde la estratosfera. La Universidad de Washington e investigadores de Xerox en California siguen en el tema intentando aprender del comportamiento de la Naturaleza, en especial de la siembra con sal marina en las nubes bajas oceánicas intentando aumentar la reflectividad de las zonas costeras.
Ciertamente, la única actividad de geoingeniería climática que claramente se ha llevado a cabo es la asociada a la combustión de los actuales combustibles de origen fósil que de forma irresponsable llevamos a cabo todos los humanos con un estilo de vida adoptado sin medir las consecuencias, al principio por no conocerlas y en la actualidad por ser incapaces de contener tanto a nivel individual como colectivo de unas prácticas con repercusiones letales sobre la civilización y que atentan contra la vida en el planeta. Ciertamente, hay muchas reticencias incluso sobre la investigación, mientras no haya un enfoque aceptable. No es aceptable que se lleve a cabo una investigación en un ámbito tan delicado, para que al final sean solamente los vectores económicos, y además de algunos, los que tracen el recorrido. En cierta medida, el solo hecho de plantearlo conlleva la relajación de la tensión necesaria para acometer la realización de los Acuerdos sobre el cambio climático y, al tiempo, da calor a que la solución de la geoingeniería del clima sin haberlo decidido de forma colectiva y respondiendo a las intereses de algunos.
Bill Gates alienta la iniciativa contribuyendo a la financiación de un proyecto en el que aviones arrojen partículas de azufre en la estratosfera para evitar parte de la radiación solar que llega a la Tierra, incidiendo en el calentamiento global.
La cuestión es endiablada, dado que las dificultades por controlar las emisiones acogen cada vez con mayor agrado mayor número de adeptos partidarios de las soluciones más cómodas. Los países menos comprometidos ven aliviada su postura. En todo caso, la gestión de esta cuestión está resultando falta de transparencia y las investigaciones que se estén llevando a cabo se desconocen dónde están aconteciendo y con que planteamientos y quienes son los interesados que lo financian.
Los interrogantes que se suscitan son demasiados, como corresponde a una cuestión tan compleja, desde quien debe opinar a quien debe decidir, desde quién y cómo se decide fijar una temperatura global a alcanzar, dado que somos todos los implicados en las consecuencias; hasta qué punto de forma individual o a nivel de decisión de país, se puede incidir en algo de consecuencias colectivas. No es aceptable la realización de ensayos en un ámbito que excede la división territorial. Adicionalmente, en un sistema tan complejo y de magnitud global, las simulaciones, ensayos o tentativas a nivel local no necesariamente son extrapolables a nivel global.
Nos estamos acostumbrando al léxico global, cuando nunca hemos democráticamente aceptado sus implicaciones de forma directa. El control democrático está brillando por su ausencia en muchas áreas de este mercado global en el que nos hemos visto sumidos. Cuando menos tendríamos que declarar muchas prácticas de irresponsables. No se trata de declararse enemigo de explorar, ni mucho menos, pero no es suficiente con establecer un elemento de comparación difuso que justifique la iniciativa. Ciertamente grandes incendios, migraciones masivas o extinciones previsibles o inundaciones a escala global, incrementadas o alentadas por el cambio climático son un escenario de referencia al que las sociedades y sus mecanismos de decisión pueden entrever que manipular a la atmósfera a nivel planetario podría ser un riesgo más, sin reparar en las alternativas que dejamos de lado o las consecuencias de las iniciativas. Cada vez es mas necesario comprender que desarrollo si, pero es preciso un control democrático, que sea capaz de decidir por todos de forma apropiada. Estamos en emergencia constante. Nadie puede decidir por nosotros, ni mucho menos la más sofisticada de las tecnologías. No se trata de Ciencia, ni mucho menos, sino de intereses.
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