Columnas
El mundo vegetal está constituido, fundamentalmente, por cinco linajes (algas, briófitos, helechos, gimnospermas y angiospermas) que junto a otros grupos de seres vivos como hongos, bacterias y animales resultan en un grado de biodiversidad que supera ampliamente lo que hace sólo un siglo era conocido.
El avance de la ciencia que se ocupa del estudio de los vegetales desde el punto de vista sistemático, taxonómico y evolutivo ha sido espectacular desde finales del siglo pasado. Hasta esas fechas los datos macro- y micromorfológicos y cromosómicos sustentaban las evidencias científicas de los estudios sobre la biodiversidad de las plantas, sin transcender mucho más allá de lo puramente descriptivo.
Desde entonces, una legión de métodos para el estudio de las bases moleculares de la diversidad vegetal se puso a disposición de los botánicos, que a pesar de las peculiaridades de las plantas —como organismos con los mayores tamaños de genomas conocidos— han resultado de enorme éxito en el estudio de los procesos de diferenciación, especiación y evolución en vegetales.
A pesar de las desventajas y algunos intentos fallidos con métodos que se utilizan en animales, el ADN ribosómico nuclear que en vegetales tiene dos espaciadores transcritos internos (ITS) ha sido utilizado de manera masiva, pues se ha dispuesto de varios sets de cebadores universales para PCR, útiles en gran número de grupos de vegetales. Actualmente se ha consensuado que al menos dos genes son necesarios para poder diferenciar, con garantías científicas, una especie vegetal de otra cercana taxonómicamente.
Algunas de estas técnicas de estudio de secuenciación, incluida las de secuenciación masiva de nueva generación (NGS), tienen una gran ventaja, poder trabajar con ADN de “baja calidad”, como el procedente de material vegetal conservado durante muchos años en los herbarios, lo que ha puesto en valor la herencia que alberga las colecciones de historia natural, como son los herbarios de las instituciones científicas de todo el mundo.
Así, los métodos tradicionales de estudio han dado paso a los métodos moleculares que están revolucionando los conocimientos sobre las plantas del planeta.
Esta diversidad escondida en el ADN permite descubrir especies vegetales que habrían permanecido ignoradas, incluso en territorios muy explorados. Recientemente, en zonas del sur de España, botánicos de la Universidad de Murcia han descrito, mediante estas técnicas, numerosas especies de musgos casi indiferenciables morfológicamente de otras cercanas, descubierto la estructura genética de la sabina mora en el Mediterráneo o el origen del ciprés de Cartagena, hitos inimaginables hace 30 años.