Artículos Académicos
Un amigo mío, catedrático de Microbiología, opina que existimos sólo para servir de caldo de cultivo a las bacterias. Su idea responde al enorme número y variedad de esos organismos que generamos cada día en nuestro sistema digestivo (y liberamos por salva sea la parte). No sé si está en lo cierto, pero creo que propagar su indecorosa idea sobre la razón última de nuestra existencia sería un buen remedio contra tanto fundamentalismo como nos rodea. Debería discutirse en la famosa asignatura de “Educación para la ciudadanía” o, mejor, en la de “Religión”. En todo caso, el cuidado que nuestros intestinos ofrecen a tan exuberante flora bacteriana tiene sus contraprestaciones, como la ayuda que nos proporciona en la adecuada asimilación o eliminación de sustancias que podrían resultarnos nocivas. Una historia reciente incide en este mutualismo hombre-bacteria. Una forma de la diabetes, la llamada de Tipo I, forma parte del grupo de enfermedades debidas a “autoinmunidad”, la acción del sistema inmunológico contra alguna de nuestras propias estructuras, las células productoras de insulina en este caso. La incidencia de la enfermedad se ha incrementado en las últimas décadas, indicando quizás que cambios ambientales (incluidos posibles cambios en nuestra flora bacteriana) podrían estar influyendo de algún modo en su aparición y desarrollo. Un arma que usan los investigadores para estudiar una enfermedad es reproducirla en animales de laboratorio, casi siempre ratones y siempre, desde luego, sin su consentimiento. Así, existe una raza de ratones, obtenida mediante manipulación genética, que resulta ser muy propensa a la diabetes Tipo I o, al contrario, que nunca sufre tal enfermedad. Utilizando estas cepas, investigadores de distintos centros norteamericanos han descubierto una conexión entre la flora microbiana intestinal y la aparición de la diabetes Tipo I (revista Nature del pasado 23 de octubre). Ocurre, por ejemplo, que los ratones normalmente resistentes a la diabetes Tipo I la desarrollan con frecuencia si son tratados con un antibiótico de los llamados de amplio espectro (que reducen drásticamente la flora microbiana intestinal). Y ocurre también que estos ratones “libres de gérmenes” vuelven a hacerse resistentes a la diabetes Tipo I si se les suministra un cocktail de distintas especies de bacterias que viven normalmente en el intestino de los roedores. Parece pues, que alguna, o algunas de esas bacterias actúan de protección contra el desarrollo de la enfermedad en cuestión. Queda descubrirlas y añadirlas a los yogures.