Pensándolo bien...
Luigi Pirandelo es autor de la obra de teatro “Así es, si así os parece”, de éxito rotundo en otro momento, estrenada en Milán en 1918 y clarificadora sobre el comportamiento humano, ya que aborda temas como la percepción de la realidad, la subjetividad de la verdad y la complejidad de las relaciones humanas. Pirandello utiliza el teatro como un medio para explorar la naturaleza de la identidad y la existencia humana, y la obra es considerada un clásico del teatro del siglo XX. El título de este texto actualiza esta referencia inexcusable, cuando se reflexiona sobre sobre estos temas. Nos limitaremos al aspecto material
La realidad es un concepto complejo y abstracto que se refiere a la existencia objetiva e independiente de las cosas, eventos y fenómenos en el mundo. La realidad existe independientemente de nuestras percepciones, creencias y pensamientos, aunque nuestra comprensión y experiencia de la realidad pueden verse influidas por nuestra perspectiva y contexto cultural. Se han dado en el tiempo diferentes enfoques y teorías para abordar la realidad en diferentes ámbitos: filosofía, ciencia, psicología, etc. Un breve apunte incluiría: Realismo: para el que hay objetos, eventos y propiedades en el mundo que son independientes de la mente y no son creados ni modificados por nuestras experiencias subjetivas; Idealismo, para el que que la realidad es fundamentalmente mental o espiritual, de forma que todo lo que experimentamos es producto de nuestras mentes y no existe una realidad independiente del pensamiento y la percepción; Fenomenalismo, que sostiene que la realidad solo puede ser conocida a través de nuestras experiencias o fenómenos, por lo que, no podemos conocer directamente la realidad en sí, sino solo nuestras experiencias de ella; Constructivismo: para el que la realidad es socialmente construida, con lo que nuestras percepciones y comprensiones de la realidad son el resultado de nuestras interacciones sociales y culturales, lo que significa que la realidad puede ser diferente para diferentes individuos y grupos sociales; Pragmatismo, que enfatiza la utilidad y la eficacia práctica en la comprensión de la realidad, de forma que la realidad es aquello que funciona y tiene consecuencias prácticas para nuestras vidas y acciones. Todos los enfoques posibles, enmarcan una cuestión controvertida, que en el fondo implican unas teorías que evolucionan con el desarrollo de nuestro conocimiento y conforme vamos comprendiendo mejor el mundo y nosotros mismos. En suma, la base del relativismo en el que en algún momento de nuestras vidas nos sumimos, ante la falta de convencimiento propio sobre la naturaleza de nosotros mismos y de nuestro mundo.
Así es que la naturaleza de la realidad, de siempre, ha sido un tema de estudio interdisciplinario, no patrimonio de ninguna especialidad o área de conocimiento y se ha explorado desde diferentes perspectivas. Algunas de ellas se concretan en: Solipsismo: según el cual solo la propia mente del individuo puede estar segura de existir y resulta imposible conocer o probar la existencia de una realidad externa independiente de nuestras experiencias subjetivas; Realidad consensuada, según la cual la realidad se crea o se valida mediante acuerdo entre un grupo de personas o una comunidad, con lo que la realidad es producto de nuestras convenciones sociales y lingüísticas compartidas; Realidad virtual y simulación que sugiere que la realidad que experimentamos podría ser una simulación creada por una inteligencia superior o una civilización avanzada; Teoría de la información, por la que la realidad puede ser entendida como un conjunto de datos e información que se procesa, interpreta y experimenta por los seres conscientes; Múltiples realidades: que sugiere los universos múltiples o el multiverso, según el cual podría haber múltiples realidades o universos paralelos existiendo simultáneamente, especialmente indicada en el marco de la mecánica cuántica y la teoría de la interpretación cósmica. Vemos como la evolución del conocimiento impele los marcos de interpretación que crecen como mosaicos que van engranando en el ámbito teórico y que sugieren todo tipo de experiencias materiales. Buscando el basamento científico que se resiste a desvelar su intimidad.
El positivismo es una corriente filosófica que se originó en el siglo XIX con el filósofo francés Auguste Comte. El positivismo sostiene que el conocimiento válido y significativo solo puede obtenerse a través de la observación empírica y el método científico. Por tanto, el positivismo busca explicar la realidad utilizando enfoques científicos y empíricos, basados en hechos observables y verificables. El positivismo establece una realidad objetiva e independiente de nuestras percepciones y creencias, accesible a través de la observación y el análisis científico; considera imperativo el empirismo: sosteniendo que el conocimiento se adquiere a través de la experiencia sensorial y la observación, de lo que deriva que la realidad solo puede ser comprendida y explicada a través de datos empíricos y observaciones; recurre al Método científico como la principal herramienta para comprender la realidad aprovechando que el método científico incluye la formulación de hipótesis, la realización de experimentos y la interpretación de datos para llegar a conclusiones y formular teorías basadas en la evidencia; adopta el requerimiento de Verificabilidad, por el que las afirmaciones sobre la realidad deben ser verificables mediante experimentos y observaciones empíricas y en caso contrario si no pueden ser sometidas a verificación empírica se consideran sin sentido o irrelevantes desde el punto de vista positivista; finalmente Rechaza las explicaciones metafísicas o sobrenaturales de la realidad, requiriendo explicaciones basadas en hechos y leyes naturales, de forma que los conceptos metafísicos o sobrenaturales no son considerados válidos ni útiles para entender la realidad desde una perspectiva positivista. En suma, para esta corriente filosófica la realidad es objetiva y puede ser comprendida a través del método científico y la observación empírica centrándose en la verificabilidad y el análisis científico para adquirir conocimiento sobre la realidad.
Las experiencias vitales se han considerado, desde siempre, como indicadores de la naturaleza de las cosas y de su evolución, al menos en el mundo material. El mundo espiritual resulta ser más dogmático, con honrosas excepciones, como la que exhibe del Dalai Lama que reúne anualmente a los científicos más destacados del mundo, desde los primeros momentos de su traslado forzoso del Tibet a Daramsala, en la India. Su objetivo es que como el mismo manifiesta, lo que la Ciencia ya ha evidenciado, hay que conciliarlo con nuestra (por la suya) espiritualidad, porque es lo más oportuno a hacer con todo aquello que se conoce bien. Qué lástima que, desde otras posiciones religiosas, no se tenga la misma visión.
La irrupción de la Cuántica ha venido a complicar todavía más las cosas. Los referentes de la nue4va mecánica son básicamente contraintuitivos. El papel del observador deja de ser pasivo. Poco a poco, conforme la tecnología permite acceder a niveles de profundidad conceptual más refinados, vamos conociendo aspectos que cada vez más ahondan en el indeterminismo y ponen de relieve aspectos que son contrarios a los que, hasta ahora, considerábamos firmemente establecidos. Para muestra un botón, como el que han publicado los miembros del equipo experimental austriaco de Innsbruck y otro teórico de Dinamarca, liderados por Ferlaino y Pohl, respectivamente, según los cuales un líquido cuántico conforma estructuras supersólidas mediante calentamiento, todo lo contrario de la experiencia vital sobre el efecto del calor sobre los estados de agregación de la materia.
Los supersólidos son un estado de la materia que combina propiedades de los sólidos y los superfluidos. En un supersólido, las partículas se organizan en una estructura cristalina, como en un sólido, pero también fluyen sin fricción, como en un superfluido. Esta fase de la materia fue propuesta teóricamente en la década de los sesenta del siglo pasado, pero su existencia fue objeto de debate en la comunidad científica durante mucho tiempo. En 2004, se anunció la primera evidencia experimental de la formación de un supersólido en helio-4, pero esos resultados fueron cuestionados posteriormente. Sin embargo, los avances en las técnicas de enfriamiento y manipulación de átomos ultracalientes lo que ha llevado a experimentos más convincentes, que evidencian la existencia de supersólidos. Las propiedades inusuales de los supersólidos, como la capacidad de fluir sin fricción, se explican en el marco de la mecánica cuántica. A temperaturas extremadamente bajas, las partículas de un sistema pueden comenzar a comportarse de manera coherente y formar lo que se conoce como un condensado de Bose-Einstein. Este fenómeno ocurre cuando los átomos bosónicos, que son un tipo de partícula, se enfrían hasta alcanzar temperaturas cercanas al cero absoluto, y entonces todos los átomos ocupan el mismo estado cuántico de mínima energía. En un supersólido, el condensado de Bose-Einstein se combina con una estructura cristalina. Los supersólidos podrían utilizarse para mejorar la eficiencia energética en sistemas de transporte o para desarrollar dispositivos cuánticos más avanzados.
Los superfluidos son un estado especial de la materia que se caracteriza por su capacidad de fluir sin experimentar ninguna fricción o viscosidad. Este fenómeno ocurre en ciertos líquidos a temperaturas extremadamente bajas, cerca del cero absoluto (0 Kelvin o -273.15 °C). La ausencia de fricción en un superfluido permite que fluya libremente a través de espacios extremadamente pequeños y alrededor de objetos sin perder energía cinética. El helio líquido, particularmente el helio-4, es el ejemplo más conocido de un superfluido. Cuando el helio-4 se enfría por debajo de una temperatura crítica de aproximadamente 2.17 Kelvin, se convierte en un superfluido en un proceso llamado transición de fase lambda. El helio-3, otro isótopo del helio, también puede formar un superfluido, pero solo a temperaturas aún más bajas, cercanas a 0.0025 Kelvin. El comportamiento de los superfluidos se puede explicar mediante la mecánica cuántica y la teoría de la superfluidez. En un superfluido, los átomos de helio se encuentran en un estado cuántico coherente, formando un condensado de Bose-Einstein (en el caso del helio-4) o un condensado de Fermi (en el caso del helio-3). Estos condensados permiten que las partículas se muevan juntas como una sola entidad macroscópica, lo que da lugar a sus propiedades únicas. Los superfluidos exhiben una serie de fenómenos interesantes, como la capacidad de escalar paredes y salir de recipientes abiertos (efecto de película), la capacidad de mantener un flujo constante alrededor de un circuito cerrado sin disipación de energía (flujo persistente) y la capacidad de transportar calor de manera extremadamente eficiente (termomecánica cuántica). Las propiedades de los superfluidos han despertado un gran interés en la investigación científica y tienen aplicaciones en áreas como la criogenia, la física de baja temperatura, la detección de partículas y la investigación en física cuántica.
Los supersólidos son un campo de investigación relativamente nuevo y apasionante al presentar propiedades de sólido y superfluido simultáneamente. En 2019, tres grupos de investigación lograron demostrar por primera vez sin lugar a dudas este estado en gases cuánticos ultrafríos,
En 2021, el equipo de Francesca Ferlaino en Innsbruck, observó que los datos que un aumento de la temperatura favorece la formación de estructuras supersólidas, lo que supuso un importante impulso para la teoría, que hasta entonces había prestado poca atención a las fluctuaciones térmicas en este contexto. Ahora, experimentalistas de Innsbruck y teóricos daneses han explorado la fluctuación térmica concluyendo que el calentamiento del líquido cuántico puede conducir a la formación de un cristal cuántico, de forma que al incrementar la temperatura se forman más fácilmente las estructuras cristalinas.
Los hallazgos, contradicen la observación cotidiana, como consecuencia de a naturaleza anisotrópica de la interacción dipolo-dipolo de átomos fuertemente magnéticos, en este caso disprosio (Dy), perteneciente a la familia de los lantánidos, metal plateado y blando que se oxida fácilmente en presencia de aire y agua. Se emplea en la fabricación de imanes de alta resistencia, concretamente en el ámbito de los vehículos eléctricos, dada la característica de soportar altas temperaturas sin perder sus propiedades magnéticas. También se emplea en la fabricación de láseres, para control de reacciones nucleares y en electrónica para disponer de dispositivos para almacenar energía de forma eficiente.
Básicamente, la realidad no sabemos ni cual es ni como es, por mucho que conjeturemos. Pero, en todo caso, solo con la conjetura no nos aproximamos suficientemente. Lo mejor que se ha propuesto para conceptualizar la realidad, ha sido inventado. Y sensibilidades, hay muchas. Lo cierto es que un líquido cuántico se vuelve sólido al calentarlo. ¡Ahí es nada!
La realidad es un concepto complejo y abstracto que se refiere a la existencia objetiva e independiente de las cosas, eventos y fenómenos en el mundo. La realidad existe independientemente de nuestras percepciones, creencias y pensamientos, aunque nuestra comprensión y experiencia de la realidad pueden verse influidas por nuestra perspectiva y contexto cultural. Se han dado en el tiempo diferentes enfoques y teorías para abordar la realidad en diferentes ámbitos: filosofía, ciencia, psicología, etc. Un breve apunte incluiría: Realismo: para el que hay objetos, eventos y propiedades en el mundo que son independientes de la mente y no son creados ni modificados por nuestras experiencias subjetivas; Idealismo, para el que que la realidad es fundamentalmente mental o espiritual, de forma que todo lo que experimentamos es producto de nuestras mentes y no existe una realidad independiente del pensamiento y la percepción; Fenomenalismo, que sostiene que la realidad solo puede ser conocida a través de nuestras experiencias o fenómenos, por lo que, no podemos conocer directamente la realidad en sí, sino solo nuestras experiencias de ella; Constructivismo: para el que la realidad es socialmente construida, con lo que nuestras percepciones y comprensiones de la realidad son el resultado de nuestras interacciones sociales y culturales, lo que significa que la realidad puede ser diferente para diferentes individuos y grupos sociales; Pragmatismo, que enfatiza la utilidad y la eficacia práctica en la comprensión de la realidad, de forma que la realidad es aquello que funciona y tiene consecuencias prácticas para nuestras vidas y acciones. Todos los enfoques posibles, enmarcan una cuestión controvertida, que en el fondo implican unas teorías que evolucionan con el desarrollo de nuestro conocimiento y conforme vamos comprendiendo mejor el mundo y nosotros mismos. En suma, la base del relativismo en el que en algún momento de nuestras vidas nos sumimos, ante la falta de convencimiento propio sobre la naturaleza de nosotros mismos y de nuestro mundo.
Así es que la naturaleza de la realidad, de siempre, ha sido un tema de estudio interdisciplinario, no patrimonio de ninguna especialidad o área de conocimiento y se ha explorado desde diferentes perspectivas. Algunas de ellas se concretan en: Solipsismo: según el cual solo la propia mente del individuo puede estar segura de existir y resulta imposible conocer o probar la existencia de una realidad externa independiente de nuestras experiencias subjetivas; Realidad consensuada, según la cual la realidad se crea o se valida mediante acuerdo entre un grupo de personas o una comunidad, con lo que la realidad es producto de nuestras convenciones sociales y lingüísticas compartidas; Realidad virtual y simulación que sugiere que la realidad que experimentamos podría ser una simulación creada por una inteligencia superior o una civilización avanzada; Teoría de la información, por la que la realidad puede ser entendida como un conjunto de datos e información que se procesa, interpreta y experimenta por los seres conscientes; Múltiples realidades: que sugiere los universos múltiples o el multiverso, según el cual podría haber múltiples realidades o universos paralelos existiendo simultáneamente, especialmente indicada en el marco de la mecánica cuántica y la teoría de la interpretación cósmica. Vemos como la evolución del conocimiento impele los marcos de interpretación que crecen como mosaicos que van engranando en el ámbito teórico y que sugieren todo tipo de experiencias materiales. Buscando el basamento científico que se resiste a desvelar su intimidad.
El positivismo es una corriente filosófica que se originó en el siglo XIX con el filósofo francés Auguste Comte. El positivismo sostiene que el conocimiento válido y significativo solo puede obtenerse a través de la observación empírica y el método científico. Por tanto, el positivismo busca explicar la realidad utilizando enfoques científicos y empíricos, basados en hechos observables y verificables. El positivismo establece una realidad objetiva e independiente de nuestras percepciones y creencias, accesible a través de la observación y el análisis científico; considera imperativo el empirismo: sosteniendo que el conocimiento se adquiere a través de la experiencia sensorial y la observación, de lo que deriva que la realidad solo puede ser comprendida y explicada a través de datos empíricos y observaciones; recurre al Método científico como la principal herramienta para comprender la realidad aprovechando que el método científico incluye la formulación de hipótesis, la realización de experimentos y la interpretación de datos para llegar a conclusiones y formular teorías basadas en la evidencia; adopta el requerimiento de Verificabilidad, por el que las afirmaciones sobre la realidad deben ser verificables mediante experimentos y observaciones empíricas y en caso contrario si no pueden ser sometidas a verificación empírica se consideran sin sentido o irrelevantes desde el punto de vista positivista; finalmente Rechaza las explicaciones metafísicas o sobrenaturales de la realidad, requiriendo explicaciones basadas en hechos y leyes naturales, de forma que los conceptos metafísicos o sobrenaturales no son considerados válidos ni útiles para entender la realidad desde una perspectiva positivista. En suma, para esta corriente filosófica la realidad es objetiva y puede ser comprendida a través del método científico y la observación empírica centrándose en la verificabilidad y el análisis científico para adquirir conocimiento sobre la realidad.
Las experiencias vitales se han considerado, desde siempre, como indicadores de la naturaleza de las cosas y de su evolución, al menos en el mundo material. El mundo espiritual resulta ser más dogmático, con honrosas excepciones, como la que exhibe del Dalai Lama que reúne anualmente a los científicos más destacados del mundo, desde los primeros momentos de su traslado forzoso del Tibet a Daramsala, en la India. Su objetivo es que como el mismo manifiesta, lo que la Ciencia ya ha evidenciado, hay que conciliarlo con nuestra (por la suya) espiritualidad, porque es lo más oportuno a hacer con todo aquello que se conoce bien. Qué lástima que, desde otras posiciones religiosas, no se tenga la misma visión.
La irrupción de la Cuántica ha venido a complicar todavía más las cosas. Los referentes de la nue4va mecánica son básicamente contraintuitivos. El papel del observador deja de ser pasivo. Poco a poco, conforme la tecnología permite acceder a niveles de profundidad conceptual más refinados, vamos conociendo aspectos que cada vez más ahondan en el indeterminismo y ponen de relieve aspectos que son contrarios a los que, hasta ahora, considerábamos firmemente establecidos. Para muestra un botón, como el que han publicado los miembros del equipo experimental austriaco de Innsbruck y otro teórico de Dinamarca, liderados por Ferlaino y Pohl, respectivamente, según los cuales un líquido cuántico conforma estructuras supersólidas mediante calentamiento, todo lo contrario de la experiencia vital sobre el efecto del calor sobre los estados de agregación de la materia.
Los supersólidos son un estado de la materia que combina propiedades de los sólidos y los superfluidos. En un supersólido, las partículas se organizan en una estructura cristalina, como en un sólido, pero también fluyen sin fricción, como en un superfluido. Esta fase de la materia fue propuesta teóricamente en la década de los sesenta del siglo pasado, pero su existencia fue objeto de debate en la comunidad científica durante mucho tiempo. En 2004, se anunció la primera evidencia experimental de la formación de un supersólido en helio-4, pero esos resultados fueron cuestionados posteriormente. Sin embargo, los avances en las técnicas de enfriamiento y manipulación de átomos ultracalientes lo que ha llevado a experimentos más convincentes, que evidencian la existencia de supersólidos. Las propiedades inusuales de los supersólidos, como la capacidad de fluir sin fricción, se explican en el marco de la mecánica cuántica. A temperaturas extremadamente bajas, las partículas de un sistema pueden comenzar a comportarse de manera coherente y formar lo que se conoce como un condensado de Bose-Einstein. Este fenómeno ocurre cuando los átomos bosónicos, que son un tipo de partícula, se enfrían hasta alcanzar temperaturas cercanas al cero absoluto, y entonces todos los átomos ocupan el mismo estado cuántico de mínima energía. En un supersólido, el condensado de Bose-Einstein se combina con una estructura cristalina. Los supersólidos podrían utilizarse para mejorar la eficiencia energética en sistemas de transporte o para desarrollar dispositivos cuánticos más avanzados.
Los superfluidos son un estado especial de la materia que se caracteriza por su capacidad de fluir sin experimentar ninguna fricción o viscosidad. Este fenómeno ocurre en ciertos líquidos a temperaturas extremadamente bajas, cerca del cero absoluto (0 Kelvin o -273.15 °C). La ausencia de fricción en un superfluido permite que fluya libremente a través de espacios extremadamente pequeños y alrededor de objetos sin perder energía cinética. El helio líquido, particularmente el helio-4, es el ejemplo más conocido de un superfluido. Cuando el helio-4 se enfría por debajo de una temperatura crítica de aproximadamente 2.17 Kelvin, se convierte en un superfluido en un proceso llamado transición de fase lambda. El helio-3, otro isótopo del helio, también puede formar un superfluido, pero solo a temperaturas aún más bajas, cercanas a 0.0025 Kelvin. El comportamiento de los superfluidos se puede explicar mediante la mecánica cuántica y la teoría de la superfluidez. En un superfluido, los átomos de helio se encuentran en un estado cuántico coherente, formando un condensado de Bose-Einstein (en el caso del helio-4) o un condensado de Fermi (en el caso del helio-3). Estos condensados permiten que las partículas se muevan juntas como una sola entidad macroscópica, lo que da lugar a sus propiedades únicas. Los superfluidos exhiben una serie de fenómenos interesantes, como la capacidad de escalar paredes y salir de recipientes abiertos (efecto de película), la capacidad de mantener un flujo constante alrededor de un circuito cerrado sin disipación de energía (flujo persistente) y la capacidad de transportar calor de manera extremadamente eficiente (termomecánica cuántica). Las propiedades de los superfluidos han despertado un gran interés en la investigación científica y tienen aplicaciones en áreas como la criogenia, la física de baja temperatura, la detección de partículas y la investigación en física cuántica.
Los supersólidos son un campo de investigación relativamente nuevo y apasionante al presentar propiedades de sólido y superfluido simultáneamente. En 2019, tres grupos de investigación lograron demostrar por primera vez sin lugar a dudas este estado en gases cuánticos ultrafríos,
En 2021, el equipo de Francesca Ferlaino en Innsbruck, observó que los datos que un aumento de la temperatura favorece la formación de estructuras supersólidas, lo que supuso un importante impulso para la teoría, que hasta entonces había prestado poca atención a las fluctuaciones térmicas en este contexto. Ahora, experimentalistas de Innsbruck y teóricos daneses han explorado la fluctuación térmica concluyendo que el calentamiento del líquido cuántico puede conducir a la formación de un cristal cuántico, de forma que al incrementar la temperatura se forman más fácilmente las estructuras cristalinas.
Los hallazgos, contradicen la observación cotidiana, como consecuencia de a naturaleza anisotrópica de la interacción dipolo-dipolo de átomos fuertemente magnéticos, en este caso disprosio (Dy), perteneciente a la familia de los lantánidos, metal plateado y blando que se oxida fácilmente en presencia de aire y agua. Se emplea en la fabricación de imanes de alta resistencia, concretamente en el ámbito de los vehículos eléctricos, dada la característica de soportar altas temperaturas sin perder sus propiedades magnéticas. También se emplea en la fabricación de láseres, para control de reacciones nucleares y en electrónica para disponer de dispositivos para almacenar energía de forma eficiente.
Básicamente, la realidad no sabemos ni cual es ni como es, por mucho que conjeturemos. Pero, en todo caso, solo con la conjetura no nos aproximamos suficientemente. Lo mejor que se ha propuesto para conceptualizar la realidad, ha sido inventado. Y sensibilidades, hay muchas. Lo cierto es que un líquido cuántico se vuelve sólido al calentarlo. ¡Ahí es nada!
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