Pensándolo bien...

null AL CEREBRO VIA SISTEMA INMUNITARIO

Hace relativamente poco, una amiga licenciada en Medicina me hizo notar que de las agresiones que se infringen al cuerpo en una operación como de la que he sido objeto, hay que esperar que el cuerpo se reponga, sea capaz de reconstruir la normalidad. Así son las intervenciones. Se practican con un objetivo, pero es el cuerpo el que tiene que restituirte el equilibrio. Si no lo logra, ya sabes. El arte médico es dejar las cosas en tiempo y forma para que el cuerpo pueda hacer el trabajo de restitución de la normalidad.

Con los medicamentos ocurre otro tanto de los mismo. Se aplican con una finalidad, pero hay derivadas colaterales, no siempre conocidas ni controladas. Ninguna intervención exterior es neutra. Una ingesta de medicamentos no lo es. Incluso los efectos colaterales pueden ser importantes. Desde hace tiempo se intuye que las emociones y el sistema inmunológico están relacionados. Recientemente, investigadores del MIT han descubierto relaciones entre el sistema inmune y el cerebro que inciden en el comportamiento social.

En el complejo universo del sistema inmunológico, las citoquinas desempeñan un papel esencial como mensajeros químicos que coordinan la respuesta inmunitaria frente a patógenos y procesos inflamatorios. Las moléculas inmunes como las citoquinas juegan papeles importantes en la defensa del cuerpo contra la infección, ayudando a controlar la inflamación y coordinando las respuestas de otras células inmunes. Una de las citoquinas que ha ganado creciente atención en los últimos años es la interleucina 17 (IL-17), un mediador proinflamatorio producido principalmente por las células Th17, un subgrupo de linfocitos T CD4+. Una nueva investigación publicada recientemente en Nature Immunology ha arrojado luz sobre los mecanismos de acción de IL-17, revelando no solo su rol en enfermedades autoinmunes, sino también su potencial como diana terapéutica en tratamientos personalizados.

Tradicionalmente, IL-17 ha sido asociada con enfermedades inflamatorias crónicas como la psoriasis, la artritis reumatoide y la esclerosis múltiple. Su papel clave consiste en promover la producción de otras citoquinas proinflamatorias, como TNF-α e IL-6, así como de quimiocinas que reclutan neutrófilos atrayéndolos al foco de inflamación. Este efecto en cascada, aunque crucial para combatir infecciones, puede volverse perjudicial cuando se desregula, contribuyendo al daño tisular.

La nueva investigación liderada por el equipo del Dr. Hiroshi Nakamura en la Universidad de Kioto ha utilizado modelos de ratones con edición genética para observar los efectos de la ausencia de IL-17 en el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Curiosamente, los ratones modificados no solo mostraron una disminución significativa en la inflamación tisular, sino que también presentaron una respuesta inmunológica más equilibrada frente a infecciones bacterianas. Esto sugiere que bloquear selectivamente IL-17 podría mitigar la inflamación sin comprometer por completo la defensa inmune.


Imagen creada con ayuda de ChatGPT con DALL-E

Otro hallazgo revelador fue el descubrimiento de una nueva variante de IL-17, denominada IL-17X, que parece ejercer una función reguladora, atenuando la actividad inflamatoria de la IL-17 clásica (IL-17A). Este descubrimiento abre la puerta a un nuevo paradigma terapéutico, ya que en lugar de inhibir por completo la acción de IL-17, se podría potenciar el efecto modulador de IL-17X, permitiendo una regulación más fina de la inflamación.

Desde un punto de vista clínico, ya existen fármacos anti-IL-17 aprobados, como secukinumab e ixekizumab, utilizados principalmente en pacientes con psoriasis y espondilitis anquilosante. Sin embargo, su uso se ha visto limitado por efectos secundarios relacionados con infecciones fúngicas recurrentes. La posibilidad de diseñar terapias más específicas, basadas en los recientes hallazgos, podría reducir estos efectos adversos y mejorar la eficacia terapéutica.

Asimismo, la investigación sugiere una posible implicación de IL-17 en ciertos tipos de cáncer, particularmente en tumores gastrointestinales, donde parece promover un microambiente tumoral proinflamatorio. Este vínculo entre inflamación crónica y carcinogénesis podría aprovecharse para desarrollar estrategias inmunoterapéuticas más eficaces.

Esta nueva investigación sobre IL-17 no solo profundiza en su papel inmunológico, sino que redefine su relevancia clínica y terapéutica. A medida que se avanza hacia una medicina de precisión, comprender la dualidad funcional de las citoquinas como IL-17, capaces de proteger y dañar a la vez, será clave para diseñar intervenciones más seguras y eficaces en enfermedades inflamatorias, autoinmunes e incluso oncológicas.

Una nueva investigación sobre esta citoquina, IL-17 aporta evidencias de que las moléculas inmunes pueden incidir en el comportamiento que se evidencia en el transcurso de la enfermedad que se sufre. Algunas citoquinas influyen en el cerebro y tienen incidencia en el comportamiento de la persona. EL MIT y la Escuela de Medicina de Harvard aportan evidencias de que la IL-17 actúa sobre dos regiones del cerebro, como son la amígdala y la corteza somatosensorial, y los efectos son opuestos. En la amígdala provoca sensación de ansiedad y en la corteza incita el comportamiento sociable.

La cuestión relevante deriva de que se vislumbra una interconexión entre el sistema inmunitario y el sistema nervioso. Lo destacable es que cuando se está enfermo se ve afectado el estado de ánimo y la conducta y no se reduce solo a la fatiga física porque está implicado el cerebro.

Investigadores como Choi y Huh, encontraron que la IL-17estaba implicada en el proceso denominado efecto fiebre. Investigaciones en grupos numerosos de niños autistas concluyeron que los síntomas de comportamiento anómalo disminuían cuando sufrían procesos febriles. Lo relevante es que en algunos casos de infección se libera la IL-17 y tiene como consecuencia la supresión de una zona de la corteza cerebral denominada S1DZ. Deriva una sobreactivación de las neuronas en ratones que tiene como consecuencia comportamientos parecidos al autismo, fomentando comportamientos repetitivos y reduciendo la sociabilidad. En este caso del efecto fiebre, se evidencia la conexión entre la activación del sistema inmunológico, que se exterioriza como fiebre y los cambios en el comportamiento de los animales.

La IL-17 se configura en seis formas diferentes, y hay cinco receptores diferentes que pueden unirse a ella, que se encuentran en una población de neuronas involucradas en el control del comportamiento. Una de estas formas, la conocida como IL-17E se une a estos receptores y trae como consecuencia que las neuronas se vuelven menos excitables, lo que hace aparecer los efectos conductuales. El IL-17E, actúa casi exactamente como un neuromodulador reduciendo la excitabilidad de estas neuronas. En suma, se trata de que hay una molécula inmune que actúa como neuromodulador situada en el cerebro, cuya función principal consiste en regular la excitabilidad de las neuronas.

La IL-17 también se encuentra en la amígdala, que interviene en el proceso de las emociones, incluido el miedo y la ansiedad. En el estudio referido se evidencia que en la denominada amígdala basolateral, los receptores IL-17RA e IL-17RE se expresan en un conjunto de neuronas. Cuando se unen a la IL-17A y a la IL-17C, las neuronas se tornan más excitables, incrementando la ansiedad. La relevante es que cuando se tratan con anticuerpos que bloquean los receptores, se incrementa el IL-17C que circula por el cuerpo. Son resultados inesperados obtenidos en el tratamiento de la psoriasis con un fármaco que va dirigido al receptor IL-17RA. Esto tiene consecuencias en el estado de salud mental. Incluso llegan a conjeturar que la actuación del IL-17 puede actuar en el cerebro impulsando el suicidio. Curiosamente el efecto puede ser positivo en aquellos casos en que la ansiedad pueda ser un efecto benefactor que impulsa al individuo enfermo a mantenerse alejado de otros a los que podría propagar la enfermedad.

En el fondo, supone que la función de combatir los patógenos controlando el comportamiento del huésped, protegiéndolo al tiempo que protege la comunidad a la que pertenece éste. La vía para materializar esto es el uso de las citoquinas por el sistema inmunitario, que propicia el acceso al cerebro como herramienta de comunicación. Es más las neuronas que tienen los receptores para la IL-17 los tienen también para la IL-10, que es un citoquina que suprime la inflamación, contrarrestando la excitabilidad generada por a IL-17. Es una forma que el cuerpo ha desarrollado para amortiguar e incluso apagar la ansiedad, cuando ya no resulta ser útil.

Se abre una opción de mucho interés que es una mejor los investigadores a desarrollar nuevos tratamientos para afecciones neurológicas como autismo o depresión. El sistema inmunitario fabrica estas moléculas habilitando al cerebro para actuar como medio de terapia. Se trata, por tanto, de que, en lugar de pretender ir directamente al cerebro, se puede pretender hacerlo a través del sistema inmunológico. ¡Genial!

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