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null Agujeros negros

Es de dominio común que la Tierra gira alrededor del Sol y que este constituye el centro de nuestro sistema planetario. Este, a su vez, gira en torno a nuestra galaxia, la Vía Láctea, y más en concreto en el brazo de Orión, uno de sus cuatro brazos espirales principales, relativamente cerca ya del exterior de la galaxia.

Lo que puede no ser tan conocido es que el centro de nuestra galaxia está ocupado por un agujero negro supermasivo. Con una masa de unos cuatro millones la masa del Sol y que ha sido denominado Sagitario A* por los astrónomos. Se trata de una masa tremenda, pero aun así solo representa una parte ínfima de la masa total de la galaxia. Este agujero negro fue detectado gracias a la observación detallada de las trayectorias que seguían ciertas estrellas cercanas a él y que les valió a sus descubridores el premio Nobel de Física del año 2020.

          El que un agujero negro ocupe el centro de una galaxia no es un hecho aislado, sino más bien una regla general, tal como ha empezado a corroborar el telescopio espacial James Webb. Este telescopio fue lanzado hace dos años por la NASA, dentro de una colaboración internacional de catorce países. Su espejo de 6.3 metros de diámetro y el no sufrir los efectos distorsionadores de la atmósfera terrestre lo convierten en el más potente hasta la fecha, con una sensibilidad unas mil veces mayor que cualquier otro telescopio, tanto terrestre como espacial. Los datos que está enviando están impactando profundamente en muchos campos de la astrofísica al poder detectar galaxias muy lejanas y que, por tanto, su luz se generó relativamente cerca del origen del universo. Por citar un ejemplo de un nuevo descubrimiento que puede tener implicaciones claras sobre nuestro conocimiento sobre la formación de agujeros negros, el telescopio James Webb ha detectado, por métodos indirectos, un agujero negro que se formó unos cuatrocientos millones de años después del Big Bang. Es el más antiguo conocido hasta la fecha y está tan cerca del principio del universo, en términos astronómicos, que su formación es difícil de explicar con los modelos actuales. Ha tenido que engullir materia de su alrededor a un ritmo más elevado que el límite que presuponíamos hasta ahora. En los próximos años el telescopio James Webb seguirá proporcionándonos una valiosa información que nos hará replantear algunas de las teorías actuales sobre el universo.