Pensándolo bien...
El cerebro humano es una factoría compleja donde se gestan los pensamientos y emociones humanas a partir de interacciones físicas y de fenómenos todavía no comprendidos, pero que el devenir de los tiempos nos anuncia que llegaremos a conocer. No obstante, la magnificencia de una noche estrellada, por ejemplo, no lo es menos porque no seamos capaces de identificar, comprender y describir todos los elementos del bellísimo escenario. Seguramente, la perplejidad que nos provoca la contemplación del Cosmos, es un naturalismo poético, derivando en una asombrosa admiración por la estructura del mundo que, poco a poco, la Ciencia va desvelando. Como dijera Einstein, “no poder comprender, no significa no poder comprender para siempre”. Si nos planteamos el interrogante de si hay vida en alguna otra parte del Universo, es difícil comprometerse con cualquier respuesta. Podemos formular argumentos sobre la vida extraterrestre, pero estamos huérfanos de evidencias y tenemos que aceptar una respuesta formulada en términos de probabilidades.
Pero el agnosticismo no tan solo se extiende sobre cuestiones a dilucidar en el futuro. También el pasado lo reclama, como ocurre cuando pretendemos hablar sobre la última extinción de los dinosaurios. Se da el impacto de un meteorito como principal razón, pero pudo ser cualquier otra circunstancia o combinación de ellas. Es muy razonable que sea el agnosticismo la posición que sustente nuestro talento. No obstante deberíamos caracterizar dos grandes tipos de agnosticismo, como propone Dawkins: el temporal en la práctica (ATP) y el permanente por principio (APP). En el primer caso (ATP) se trata de que existe una certeza, que esperamos conocerla algún día, aunque por el momento no la conocemos, es decir, hoy estamos lejos de una evidencia. En el caso APP, se trata de interrogantes que nunca podrán tener respuesta, por más evidencias que busquemos, porque el propio concepto de evidencia no lo vamos a aplicar. La extinción de los dinosaurios es un ejemplo del primer caso (ATP), mientras que en el segundo caso (APP) el dicho “contra gustos no hay nada escrito” lo enmarca apropiadamente, o lo que es lo mismo, “tal como yo lo veo no lo ves tú”. El agnosticismo está formulado en el marco ATP: hoy atribuimos una probabilidad de ocurrencia o de explicación, y podemos decir cosas realmente contundentes, pero eso sí, solamente son probables.
Eso no significa, en modo alguno, que se pueda aceptar que alguna cosa estará siempre fuera de la Ciencia, como aventuró en 1835 el filósofo francés Comte, uno de los impulsores del positivismo del siglo XIX, cuando se refirió a las estrellas, afirmando: “nunca seremos capaces de estudiar mediante método alguno, su composición química o su estructura mineralógica”. El devenir histórico le asestó un duro golpe, por cuanto, casi coetáneamente, Fraunhofer que había empezado a analizar las líneas detectadas que permitieron identificar la composición química del Sol, a través de las líneas de absorción en el espectro obtenido en el recién inventado espectroscopio, explicadas de modo exhaustivo por Kirchhoff y Bunsen en 1859. Se llaman líneas Fraunhofer en honor suyo. Fue el primero que se percató de que los espectros de Sirio y otras estrellas diferían entre si y del Sol, dando origen a la denominada espectroscopía estelar.
Resulta más que razonable, pues, la propuesta de Huxley sobre que el agnosticismo no declara ninguna veracidad eterna. Viene a ser un método que sigue a la razón, sin atenerse a otra consideración. Las conclusiones que no se han demostrado o no son demostrables, no se pueden dar por ciertas. Parece claro que debemos encajar el matiz probabilístico, dado que no probar algo no implica, en modo alguno, que probado y refutación estén en equilibrio y en una región estable. Las evidencias o razonamientos pueden estar respaldados por una probabilidad estimada. La naturaleza probabilística resulta ser connatural con la estructura más íntima del Universo. Todo hecho científico sobre el Universo, y la existencia o inexistencia de todo es un hecho científico del Universo, resulta descubrible y una hipótesis científica pertenece razonablemente, al agnosticismo temporal.
Pero el agnosticismo no tan solo se extiende sobre cuestiones a dilucidar en el futuro. También el pasado lo reclama, como ocurre cuando pretendemos hablar sobre la última extinción de los dinosaurios. Se da el impacto de un meteorito como principal razón, pero pudo ser cualquier otra circunstancia o combinación de ellas. Es muy razonable que sea el agnosticismo la posición que sustente nuestro talento. No obstante deberíamos caracterizar dos grandes tipos de agnosticismo, como propone Dawkins: el temporal en la práctica (ATP) y el permanente por principio (APP). En el primer caso (ATP) se trata de que existe una certeza, que esperamos conocerla algún día, aunque por el momento no la conocemos, es decir, hoy estamos lejos de una evidencia. En el caso APP, se trata de interrogantes que nunca podrán tener respuesta, por más evidencias que busquemos, porque el propio concepto de evidencia no lo vamos a aplicar. La extinción de los dinosaurios es un ejemplo del primer caso (ATP), mientras que en el segundo caso (APP) el dicho “contra gustos no hay nada escrito” lo enmarca apropiadamente, o lo que es lo mismo, “tal como yo lo veo no lo ves tú”. El agnosticismo está formulado en el marco ATP: hoy atribuimos una probabilidad de ocurrencia o de explicación, y podemos decir cosas realmente contundentes, pero eso sí, solamente son probables.
Eso no significa, en modo alguno, que se pueda aceptar que alguna cosa estará siempre fuera de la Ciencia, como aventuró en 1835 el filósofo francés Comte, uno de los impulsores del positivismo del siglo XIX, cuando se refirió a las estrellas, afirmando: “nunca seremos capaces de estudiar mediante método alguno, su composición química o su estructura mineralógica”. El devenir histórico le asestó un duro golpe, por cuanto, casi coetáneamente, Fraunhofer que había empezado a analizar las líneas detectadas que permitieron identificar la composición química del Sol, a través de las líneas de absorción en el espectro obtenido en el recién inventado espectroscopio, explicadas de modo exhaustivo por Kirchhoff y Bunsen en 1859. Se llaman líneas Fraunhofer en honor suyo. Fue el primero que se percató de que los espectros de Sirio y otras estrellas diferían entre si y del Sol, dando origen a la denominada espectroscopía estelar.
Resulta más que razonable, pues, la propuesta de Huxley sobre que el agnosticismo no declara ninguna veracidad eterna. Viene a ser un método que sigue a la razón, sin atenerse a otra consideración. Las conclusiones que no se han demostrado o no son demostrables, no se pueden dar por ciertas. Parece claro que debemos encajar el matiz probabilístico, dado que no probar algo no implica, en modo alguno, que probado y refutación estén en equilibrio y en una región estable. Las evidencias o razonamientos pueden estar respaldados por una probabilidad estimada. La naturaleza probabilística resulta ser connatural con la estructura más íntima del Universo. Todo hecho científico sobre el Universo, y la existencia o inexistencia de todo es un hecho científico del Universo, resulta descubrible y una hipótesis científica pertenece razonablemente, al agnosticismo temporal.
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