Columnas
Las pseudociencias representan una amenaza persistente para la salud pública, la educación, la formulación de políticas y la confianza social en el conocimiento. Frente a su expansión, es esencial adoptar una actitud activa desde la academia, las instituciones y la ciudadanía. Este decálogo presenta diez principios fundamentales para afrontar este desafío desde una perspectiva científica y humanista.
- Fomentar el pensamiento crítico desde la educación básica. Desde edades tempranas, es crucial enseñar a razonar, identificar falacias y evaluar argumentos con criterios lógicos. El pensamiento crítico no debe ser exclusivo de la ciencia, sino una herramienta transversal en la formación ciudadana.
- Distinguir entre evidencia y opinión. No toda afirmación tiene el mismo valor epistémico. En el discurso científico, la evidencia debe provenir de procedimientos sistemáticos, reproducibles y revisados por pares. Las creencias personales o las intuiciones, aunque respetables, no constituyen evidencia válida.
- Exigir el uso del método científico en toda afirmación sobre la realidad. El método científico es el principal filtro para diferenciar el conocimiento fundado de las conjeturas sin sustento. Toda teoría o práctica que aspire a ser científica debe poder ser evaluada bajo estos criterios.
- Reforzar la divulgación científica de calidad. Una ciudadanía bien informada es menos vulnerable a las falsas promesas de la pseudociencia. La divulgación rigurosa, clara y accesible contribuye a democratizar el conocimiento y a fortalecer el juicio autónomo.
- Denunciar públicamente las prácticas pseudocientíficas. La comunidad académica tiene la responsabilidad ética de señalar públicamente aquellas prácticas que, bajo apariencia de ciencia, pueden resultar ineficaces o incluso perjudiciales. El silencio favorece su proliferación.
- Fomentar el escepticismo informado. El escepticismo es una actitud racional y abierta, que exige pruebas antes de aceptar afirmaciones extraordinarias. No implica negar por sistema, sino evaluar con cuidado lo que se presenta como conocimiento.
- Analizar las motivaciones económicas o ideológicas. Muchas pseudociencias se sostienen más por intereses comerciales o políticos que por fundamentos racionales. Comprender estos factores permite desactivar sus mecanismos de difusión.
- Formar profesionales con herramientas epistemológicas. Los educadores y sanitarios deben comprender los fundamentos del conocimiento científico y desarrollar habilidades comunicativas que les permitan contrarrestar afirmaciones infundadas.
- Respaldar políticas públicas basadas en evidencia. Las decisiones institucionales deben apoyarse en datos verificados y análisis rigurosos, no en presiones sociales o modas intelectuales.
- Reconocer el carácter autocorrectivo de la ciencia. La ciencia no es infalible, pero sí capaz de corregirse mediante la crítica y la revisión continua, lo que la distingue radicalmente de la pseudociencia.
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