Columnas
El colesterol es una molécula lipídica que pertenece al grupo de los esteroles y que se encuentra presente en animales y en ciertos microorganismos pero no se encuentra sin embargo en vegetales. En la sociedad occidental en la que vivimos, donde la dieta media aporta más energía de la precisa, se favorece que la concentración de colesterol en sangre sea mayor de la recomendable. El tener una concentración demasiado elevada de colesterol es preocupante pues incrementa el riesgo de sufrir ataques al corazón o al cerebro.
La pregunta que nos podemos formular, es si el colesterol es simplemente una plaga bíblica o un compuesto que cumple pese a todo una función necesaria para el buen funcionamiento del organismo. Se ha sabido desde hace tiempo, a este respecto, que el colesterol desempeña múltiples funciones, entre las que se encuentran la de servir como elemento estructural muy importante de las membranas celulares y lipoproteínas y servir de precursor a numerosas moléculas bioseñalizadoras como es el caso de las hormonas esteroides. Más recientemente se ha sabido que, sorprendentemente, es un regulador fundamental del desarrollo embrionario, observándose que el colesterol se enlaza covalentemente al último residuo de ciertas proteínas conocidas como Hedgehog que son fundamentales para el desarrollo embrionario de los animales. Una vez modificadas, estas proteínas se anclan a través del colesterol en zonas especiales de las biomembranas denominadas balsas lipídicas. Esta función del colesterol como ancla de proteínas morfogénicas parece ser fundamental, como lo prueban las malformaciones letales que aparecen en pacientes nacidos con una mutación que altera el gen que codifica a un enzima llamado desmosterol reductasa que es necesario para la biosíntesis del colesterol.
En un estudio publicado el pasado mes de diciembre en la prestigiosa revista Science, se describe que se obtuvieron ratones que nacieron con una carencia total de colesterol por habérseles mutado el gen mencionado antes. Sin embargo estos ratones eran viables, y solamente presentaban malformaciones de los testículos y algunas otras alteraciones menores. La explicación es que los ratones reciben colesterol de la madre durante su desarrollo embrionario, lo que no sucede con los humanos.
Queda pues claro que el colesterol es fundamental para el desarrollo embrionario, y que esta parece ser una función vital para el ser humano, además de ser preciso para muchas otras funciones biológicas. Nadie podrá intentar en un futuro no deseable la obtención de humanos libres de colesterol. ¡Habrá que vigilar la dieta!