Artículos Académicos
En el subconsciente colectivo de las cosas que nos gustaría hacer, pero parecen imposibles, hay dos que quizás sobresalen. Los viajes en el tiempo, que mencione en una reciente columna sobre la posibilidad de que los neutrinos pudieran ser más rápidos que la luz, y el ser invisibles. Avivada la imaginación primero por la novela de ciencia ficción, titulada “El hombre invisible”, que publicó HG Wells en 1897, que más tarde fue llevada al cine en una película de 1933, quien más, quien menos ha soñado alguna vez con las ventajas de la invisibilidad por un tiempo. Conceptualmente, un objeto será invisible cuando no absorba ni refleje la luz y su índice de refracción sea el mismo que su entorno. Como no podía ser de otra manera, muchos científicos se han sentido atraídos con la idea de desarrollar “capas” que colocadas sobre objetos los hagan invisibles. Pero el primer paso de la ficción a la realidad no ocurrió hasta el año 2006, cuando dos grupos de científicos propusieron métodos para hacer realmente invisibles pequeños objetos a unas longitudes de onda (color) específicas. Estos primeros intentos avivaron la carrera entre científicos por demostrar capas de invisibilidad más sofisticadas. A finales del año 2010, varios grupos de físicos fueron capaces de fabricar una capa que podía ocular objetos de tamaños macroscópicos en longitudes de onda de la luz visible. Utilizaron para ello cristales transparentes de calcita que cubrían el objeto. La capa de invisibilidad desvía la luz de forma que parece que proviene del suelo sobre el que se encuentra el objeto, como si este no estuviera allí. Para ello el material debe desviar los rayos de luz entrantes y salientes de manera diferente, dependiendo de las dimensiones del objeto que se quiere ocultar. Esto se consigue con dos capas de calcita y aprovechando sus propiedades de polarización. Un grupo en Singapur consiguió utilizando esta técnica hacer invisible una pieza de acero de casi 4 cm de largo y 2 mm de alto. En este caso el objeto invisible debía estar sumergido en agua. Es prematuro especular como puede avanzar este campo, pero ya no es completamente descabellado pensar que en un futuro próximo quizás no solo decidamos el tipo de ropa que queremos llevar por la comodidad o los gustos, sino que también podamos elegir algunas capas de invisibilidad. Después de todo, ¿a quien no le atrae la idea de pasar realmente inadvertido?