Artículos Académicos
Recuerdo que bajo la última Presidencia Española de la Unión Europea (primer semestre del año 2010), España programó un evento con matiz agrario desde el entonces Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, y bajo el auspicio de la Plataforma de Agricultura Sostenible. Se trataba de mostrar nuestra capacidad como país para avanzar desde el conocimiento hacia una agricultura de futuro, apoyada sin duda por la investigación que en esos momentos se hacía dentro del ámbito de las Ciencias Agrarias. Este evento exhibía un lema muy sugerente: AGRICULTURA EUROPEA Y EL CRECIMIENTO INTELIGENTE EN EL HORIZONTE DE LA ESTRATEGIA “EUROPA 2020”. Un servidor tuvo el privilegio de ser invitado a dar una Conferencia en dicho evento, teniendo así la oportunidad de poner de manifiesto la necesidad de valorar en su justa medida el trabajo que hacemos los investigadores: generar conocimiento para ponerlo en manos de una actividad como la agricultura, apoyando así uno de los pilares básicos de nuestro país; ese trabajo estaba dando sus frutos. Ya se hablaba y bastante de la crisis económica que nos azotaba, pero uno pensaba que si se confiaba de manera tan clara en la necesidad de un crecimiento sostenible y de futuro, mantener e incrementar el conocimiento era básico, y para ello, no se deberían aplicar recortes a la investigación. Pero he de reconocer casi dos años después, que nada más lejos de la realidad. Pensar que la investigación sería reconocida como la alternativa para salir precisamente de una crisis tan aguda como la que hoy padecemos, es algo utópico, a pesar de ser recurrente en boca de nuestros políticos sean del color que sean; si de verdad lo piensan, no se recoge en sus acciones al no mantener una apuesta decidida por la investigación. La investigación de este país sigue perdiendo fuerza, asumiendo recortes económicos de importancia, y abocada a entrar en “recesión investigadora”. Pero ¿no debería España converger con Europa en su apuesta por el Conocimiento? Pues claramente si. Hemos de saber que el coste de esta falta de apuesta por la investigación puede pasar factura a todos los niveles: nuestros jóvenes investigadores tendrán que emigrar, con el consiguiente deterioro de nuestro sistema; nuestras empresas tendrán difícil innovar, lo que dificultará su competitividad; y nuestro país no se apoyará en el conocimiento, padeciendo por tanto un crecimiento escasamente inteligente. ¿Es este el futuro que queremos?