Artículos Académicos
En la primavera del 2000 una noticia, procedente del Australian Museum, anunciaba un gran paso en el proyecto global del Museo de conseguir clonar al tigre de Tasmania, especie extinta en Australia. Sólo se necesitaron 100 años para que el hombre exterminara los tigres de Tasmania en Australia. El último de ellos fue capturado en 1933 y llevado al Parque Zoológico de Hobart, en Tasmania, donde murió tres años después. Desde 1866 en el Australian Museum se preservaban en alcohol, en lugar de formol, los restos de un cachorro de tigre y lo que se consiguió hace 5 años fue extraerle unas pequeñas muestras de tejido y comprobar que el ADN se encontraba en suficientes buenas condiciones para poder ser amplificado y secuenciado. Según el Profesor Michael Archer, director del proyecto, «Estos resultados emocionantes son el primer paso para nuestra última meta de traer el extinto tigre de Tasmania”. Hace unas pocas semanas un trabajo científico publicado en la revista Science era aún más llamativo. Lo que se había conseguido era decodificar parte del genoma de un oso de las cavernas, un Ursus spelaeus, del Pleistoceno, extinto desde hace más de diez mil años, un género de oso que convivió con los cromañones en la interesante época de la hominización en la que éstos dejaron paso a los Homo sapiens. Los restos descansaban desde hace 40.000 años en dos cuevas austriacas con unas condiciones secas excelentes para la preservación, lo que permitió abordar la investigación no ya del ADN mitocondrial, mucho más resistente, pero mucho menos informativo, sino la también la investigación y secuenciación de importantes secciones del ADN genómico, en concreto de unos 30.000 pares de bases, lo cual es solo una cienmilésima parte de los 3.000 millones de bases del genoma humano. Pero lo importante no es el aspecto cuantitativo, sino el cualitativo, que permite, al menos teóricamente, que los científicos puedan soñar con aproximarse a los escritores de ciencia ficción que han recreado la posible “resurrección” de mamuts o dinosaurios. Los límites que hoy parecen más importantes están relacionados con la preservación de suficientes muestras de ADN con buena calidad. La cota temporal superior parece estar situada hacia hace unos 100.000 años. Lo que verdaderamente desearían los científicos es encontrar restos bien conservados de los antecesores humanos. Posiblemente en algún lugar estén esperando su descubrimiento unos restos neandertales cuyo genoma secuenciado nos pueda dar respuesta a muchos interrogantes actuales sobre la hominización. El tema de la conservación es crucial porque el recientemente descubierto hombre de Flores solo tiene una antigüedad de 18.000 años, pero en el ambiente tropical en que se hallaba el diminuto esqueleto ha sufrido un tremendo proceso de degradación.