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null ¿Competir o colaborar?

Generalmente asociamos la selección natural y la supervivencia del más apto con el mejor competidor.  Puesto que los recursos son escasos, quienes los exploten con mayor eficiencia tenderán a sobrevivir. Esto hace que la competencia intra e interespecífica sean vistas como un motor evolutivo, una especie de carrera armamentista que conduce a la eficiencia máxima. Pero, aceptando que este mecanismo opera, especialmente al inicio de una interacción, lo cierto es que no es el preferido por la naturaleza. La vida se rige rigurosamente por el principio de conservación de la energía. No es posible sobrevivir si se consume más energía de la que uno mismo puede obtener, y la competencia resulta muy costosa. Hay que invertir mucho en estructuras que aumenten la eficiencia, estructuras que luego hay que mantener. Además, no se permiten relajaciones. El principio de exclusión competitiva predice que, salvo en unas pocas situaciones en las que puede darse un equilibrio relativamente inestable, cuando dos especies compiten una de ellas terminará desapareciendo. Finalmente, la búsqueda de la máxima eficiencia competitiva conlleva una elevada especialización a costa de perder capacidad generalista y de adaptación ante cambios ambientales imprevistos, aumentando los riesgos de extinción.

Por eso, en la naturaleza, lo que realmente se pone en práctica es eludir la competencia, migrando a lugares más o menos alejados en los que ésta sea menor, explotando recursos alternativos, cambiando los ritmos de vida. Es decir, readaptando el nicho ecológico, incluyendo el tiempo y el espacio. La radiación adaptativa a la que da lugar es uno de los principales generadores de biodiversidad. La naturaleza tiene claro que en las guerras todos pierden y que solo gana el que no entra en ellas.

Pero un paso evolutivo revolucionario fue el establecer colaboraciones. El principio básico consiste en especializarse, pero no para competir, sino para colaborar con quien se ha especializado en aquello a lo que has renunciado. De este modo se hace compatible el aumentar la eficiencia reduciendo los peligros de extinción. A su vez, mantener la heterogeneidad dentro de cada función básica aumenta aún más la capacidad de adaptación a los cambios. Estas colaboraciones pueden adoptar diversas formas, como la simbiosis, que en su forma más ancestral dio lugar a la célula eucariota y la radiación evolutiva consiguiente, también se da en los organismos pluricelulares, en los que las células se especializan en distintas funciones contribuyendo al éxito del individuo, o en las especies coloniales. La especie humana se caracteriza por poder elegir sus estrategias. Ustedes deciden si prefieren colaborar o competir.