Un oftalmólogo en busca de neuroprotectores que eviten la muerte de las células ganglionares tras la lesión de los nervios ópticos
MANUEL VIDAL SANZ CATEDRÁTICO DE OFTALMOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE MURCIA.
Manuel Antón Vidal Sanz (Valladolid, 1956) se sintió atraído desde muy temprana edad por la medicina. Pasó sus primeros trece años de educación bajo la tutela de los Jesuitas, desde donde pasó directamente a la licenciatura de Medicina y Cirugía de Universidad de Valladolid en 1979, en plena transición democrática. “Fue una época bastante tumultuosa. El primer curso lo empezamos en enero porque el ministro de entonces quería que se impusiera ese modelo, pero al final acabamos en julio igualmente. No funcionó. También cerraron durante un año la universidad porque al rector le tiraron huevos a la cabeza, y eso provocó el cierre temporal de facultades como la de medicina. Pero al final pude acabar bien la carrera”.
La aglomeración que se sufría en las clases fue otro de los obstáculos que Manuel Vidal, hoy catedrático de Cirugía-Oftalmología de la Universidad de Murcia (UMU), superó a fuerza de vocación y empeño. “Éramos unos dos mil estudiando Medicina, y debido a esa masificación las prácticas eran voluntarias. A mí me gustaba tanto la medicina que hice todas las que pude. Recuerdo unas vacaciones de Semana Santa que me harté de ver partos. Eran tiempos malos, pero la vocación sustituía a los medios. Hoy es al revés: hay más medios que vocaciones”.
Vocación clínica y docente
Cuando acabó la carrera decidió ampliar fronteras. “Conseguí sacarme el MIR con buena nota y pude ir a Madrid a hacer la especialidad de cirugía, al Hospital Clínico de San Carlos. Me incorporé en 1980 como médico interno residente en el área de cirugía general y aparato digestivo”, recuerda nuestro académico. Junto a la medicina, otra de las metas de Vidal era convertirse en profesor de universidad. “Como también me gustaba mucho la carrera universitaria, mi maestro, el profesor Durán Sacristán, me dijo que tenía que hacer una buena tesis doctoral para acceder a la docencia, y un tema que siempre me había llamado la atención era la regeneración y la degeneración del sistema nervioso central”.
Al ser una especialidad aún en vías de desarrollo, solicitó una beca para ir al extranjero, lo que le permitió acceder al Instituto de Investigación Neurológico de la Universidad de McGill en Montreal, que dependía del Hospital General de esta ciudad canadiense. Aquella estancia de casi nueve años fue muy productiva para Vidal. «Llegué a reciclarme, pues me doctoré también en Neurociencia con otra tesis que defendí en McGill. Cuando volví a España después de todo ese tiempo no había ningún profesor especializado en esa materia, el Doctorado en Neurociencias no existía, y acabé consiguiendo una plaza como colaborador científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto Ramón y Cajal de Madrid. Pocos meses después, mi esposa se trasladó a Murcia porque ganó una plaza de profesora titular de Oftalmología, y me ofrecieron montar un laboratorio de investigación básica sobre el sistema visual. Al cabo de los pocos años, en 1996, saqué la cátedra también en la UMU”.
«La retina es nuestro foco»
El equipo de investigación de Oftalmología Experimental que salió de toda aquella aventura es hoy uno de los veinte Grupos de Excelencia de la Región de Murcia (GERM) que concede la Fundación Séneca-Agencia Ciencia y Tecnología Región de Murcia. Nuestro académico especifica que el grupo «lo formaron tres investigadores principales: Jaime Miralles; María Paz Villegas, mi esposa y yo. Cada uno con sus proyectos financiados». En todo momento, Manuel Vidal resalta la labor investigadora de su colega y mujer como parte indispensable de su trayectoria profesional y personal.
Se trata de un equipo multidisciplinar con profesionales especializados en neurociencias, neurología, veterinaria, biología, ingeniería informática y medicina, además de óptica y oftalmología. Desde los inicios del grupo, allá por 1991, el objetivo prioritario de sus trabajos ha sido la retina, la parte del ojo en la que la luz se convierte en impulsos eléctricos que llegan al cerebro a través del nervio óptico para generar imágenes. «La retina nos parecía una parte del sistema nervioso central muy aprovechable desde el punto de vista de la investigación. De todos los sentidos que poseemos, el más apreciado es la vista. Más de la mitad de nuestra corteza cerebral, que es lo que nos diferencia del resto de mamíferos, está dedicada a la vista. Además, cualquier pregunta que te surja sobre el sistema nervioso central puede responderse a través de su máximo exponente, que son los nervios ópticos. También hemos trabajo en el cerebro y otras cuestiones, pero la retina es nuestro foco”.
Una de sus principales líneas de investigación gira en torno a la muerte de las neuronas inducida por lesiones y la posibilidad de rescatarlas. «Eso se conoce como neuroprotección -explica Vidal-. Hemos dedicado mucho tiempo a desarrollar modelos específicos de lesión, que puede estar producido por un accidente o una enfermedad. También prestamos mucha atención al mundo de las enfermedades neurodegenerativas, que creo que van a ser la pandemia de los próximos lustros, porque la expectativa de vida cada vez es mayor y eso hace que enfermedades ligadas a la edad cobren mayor protagonismo. Dentro de nuestro área oftalmológica, el ejemplo serían los glaucomas”.
Después de escribir tantas publicaciones para revistas científicas de alto impacto es difícil quedar con unas pocas. “Si tuviera que elegir, pues nombraría de entre mis primeros trabajos uno publicado en el ‘Journal of Neuroscience’ en 1987 y que tiene un montón de citas. Después, fruto del trabajo que hemos hecho aquí, también tenemos trabajos clásicos. Los miramos una vez al año para ver su repercusión, y creo que ahora tengo un índice H de 38, que significa que mi última publicación recibió ese número de citas. De las demás, quitando unas pocas que hice en Montreal, son todas hechas dentro de este equipo en Murcia, y eso es muy satisfactorio”.
Viajes, gestiones y docencia
Manuel Vidal, profesor de Neurofisiología del sistema visual, interpreta la docencia como un vehículo perfecto para enseñar lo que de verdad realiza un investigador. “Las clases me obligan a estar en contacto con los alumnos, que son un estímulo fundamental. Eso te ayuda a estar al día y ver lo que se cuece en la sociedad. Y también te obliga a ponerte a su nivel a la hora de impartirles el conocimiento. Es importante enseñar lo que haces en el laboratorio, para que los alumnos vean que la universidad no sólo es un lugar en el que recitas el libro, sino que también aportas cosas nuevas: eso es lo más importante y lo que realmente singulariza la universidad. Esos chicos podrían acabar formando parte de ese mismo proceso en el futuro”.
La gestión ha ocupado un papel fundamental en la carrera profesional de este experto en Oftalmología experimental. Durante diez años ejerció como director del Departamento de Oftalmología, Otorrinolaringología y Anatomía Patológica de la UMU, entre otros cargos en sociedades científicas y congresos, además de ser galardonado con más de diez premios. Recomienda la experiencia gestora porque «te da una idea del mundo en el que vives”. Aprendes a conocer la institución a la que te dedicas, lo que es muy beneficioso para nosotros que estamos en el laboratorio. Te das cuenta de cosas como que la medicina es un porcentaje muy pequeño de la universidad en cuanto a alumnos y profesores, aunque sea una de las disciplinas más punteras a nivel cualitativo”.
La música, la pesca y su familia
Fuera del laboratorio, Manuel Vidal se califica como alguien «normal», plenamente dedicado a su familia, aunque confiesa dos grandes pasiones: “La música y la pesca, pero no puedo practicarlas todo lo que me gustaría por falta de tiempo. También me gusta mucho viajar, y por suerte es algo que los científicos llevamos de serie. Esa es una de las pocas gratificaciones de nuestra profesión. El científico está obligado a comunicar lo que hace, si no es trabajo perdido, así que hay que ir a congresos y moverse. Digo de las pocas porque este trabajo está, en general, mal reconocido y peor pagado. Los que estamos en la ciencia es porque nos gusta mucho lo que hacemos, la investigación no tiene reconocimiento social alguno”.
Aun así, reconoce estar plenamente satisfecho con su opción profesional: “La ciencia es muy competitiva: las preguntas sencillas ya se resolvieron y cada vez se vuelve más compleja. No sólo exige imaginación para hacer preguntas interesantes, saber cómo responderlas, tener la tecnología para experimentos, interpretarlos, ilustrarlos adecuadamente y publicarlos en una revista influyente para que tengan validez y se difundan adecuadamente. También hay que conseguir fondos de todas las fuentes posibles. Es muy difícil porque hay que reunir muchas características y saber equilibrarlas. Difícil y muy gratificante”.