CARLOS JAVIER GARCÍA IZQUIERDO PROFESOR DE INVESTIGACIÓN DEL CEBAS-CSIC.
«En la naturaleza no existe el concepto de basura». Carlos García Izquierdo (Murcia, 1954), profesor de investigación del Centro de Edafología y Biología Aplicada el Segura (CEBAS-CSIC), se inició en la carrera científica obsesionado por una comunión a sus ojos evidentes: la vinculación entre la degradación de los suelos semiáridos que había observado desde niño y la eliminación correcta y útil de las basuras domésticas y otros residuos orgánicos”. «Si los residuos suponían un problema porque había que deshacerse de ellos, y si los suelos suponían otro problema porque se estaban desertificando, mi meta era crear una sinergia que resolviese ambos problemas con estrategias científicas».
Este experto sobre enzimología y recuperación de suelos degradados decidió abordar su proyecto pionero desde la carrera de Químicas, en la Universidad de Murcia (UMU), por una opción elegida desde el inicio y dejada patente en la familia: «De la misma manera que me gusta el fútbol porque cada quince días me llevaban al campo, elegí la química porque era lo que me atraía desde niño».
A Italia en busca del ‘compost’
Pero pronto se dio cuenta de que su especialidad sería la bioquímica del suelo y los residuos orgánicos; áreas de investigación que a finales de los años setenta sonaban a chino mandarín en España. «Aunque se trataba el suelo como estático, siempre entendí que el suelo era dinámico y que ahí mandaban los microorganismos. Y los procesos que mueven los microorganismos son bioquímicos».
Carlos García recuerda que el primer paso fue su tesis doctoral, en la que “estudié procesos de compostaje con la materia orgánica de la basura doméstica para convertir esa materia, que puesta en el suelo por sí sola sería perjudicial, mediante procesos de bajo coste por microorganismos para convertirla en compost o abono natural».
Tras doctorarse en la UMU se marchó al equivalente del CSIC español en Italia donde, por aquel entonces, eran punteros en la bioquímica de suelos y el reciclaje de residuos orgánicos. «Hoy, afortunadamente, recibimos en el CEBAS a extranjeros que vienen a formarse en este área, pero en 1990 la referencia era Italia y aquí no estaba claro lo que significa el término compost. De hecho, en mis primeros papers (artículos científicos) las discusiones con los references (revisores de las revistas científicas) no trataban sobre datos sistemáticos, sino para dejarles claro que no me dedicaba a abrir una bolsa de basura y a tirarla al suelo sin más».
La experiencia en Italia fue enormemente positiva porque, como defiende este bioquímico, «la ciencia es internacional y multidisciplinar»; una máxima que llevó al grupo de Enzimología y Biorremediación de Suelos y Residuos Orgánicos del CEBAS que creó a su regreso y que hoy es uno de los veinte Grupos de Excelencia de la Región de Murcia (GERM) que concede la Fundación Séneca-Agencia ciencia y Tecnología Región de Murcia.
«La tierra no es un almacén de tóxicos»
La suerte le ayudó a conseguir un Proyecto Frontera para financiar la estructura de ese equipo de investigación, uno de los Grupos de Excelencia de la Región de Murcia que concede la Fundación Séneca. Recueda que “varios grupos en Europa dábamos vuelta a lo mismo: el suelo necesitaba materia orgánica, pero no nos valía cualquier cosa con carbono porque la tierra no puede ser un almacén de productos tóxicos”.
“Precisamente -prosigue- esa necesidad de esa unidad entre grupos europeos para luchar contra el cambio climático que nos pisaba los talones fue lo me llevó a convertirme en responsable de proyectos de investigación de la UE en el área de Agricultura y Medio Ambiente (Strep, Craft, Life, Inco, VII Programa Marco). Bonn tendrá el centro de desertificación pero aquí, en el sur de Europa, es donde tenemos el laboratorio al aire libre”.
En aquella época, el esfuerzo de especialistas como Carlos García se concentró en conseguir una transferencia del conocimiento hacia la Administración pública: que los diferentes responsables comprendieran la necesidad de cuidar nuestros suelos y tratar los residuos de una manera “amable” con el medio ambiente para legislar en favor de ello y lograr un cambio.
Un hongo que cura patógenos sin matarlos
Esa transferencia se logró gracias a que su grupo trabaja en todas las fases científicas: investigación básica, aplicada y creación de patentes y soluciones concretas para el sector privado y público. En 2010 nace Microagia Biotech, una spin-off (empresa tecnológica que surge de un equipo académico de investigación) con el patentado de una cepa de trichoderma, un componente común del suelo, capaz de atacar a hongos y bacterias perjudiciales para los cultivos sin necesidad de usar agroquímicos. “Los pesticidas -explica nuestro experto- son como la quimioterapia: mata todo lo que hay vivo, no discrimina entre células sanas y enfermas. Nuestro microorganismo ataca selectivamente respetando la biodiversidad del suelo. Es más, cura al patógeno sin matarlo, lo desarma al quitarle su poder dañino”.
En esa lucha contra el abuso de agroquímicos en los campos, el grupo de Carlos García se alía con universidades y empresas italianas en grandes proyectos europeos. Es el caso de proyectos como ‘After-Cu’, que creará moléculas amistosas ambientales antiinfeciosas contras las bacterias patógenas de plantas en aras de reducir el consumo de cobre en la agricultura; o de ‘Evergreen’, para generar biopesticidas a base de polifenoles (antioxidantes naturales presentes en las plantas).
Carlos García considera imprescindible en su trayectoria profesional y en el desarrollo de su grupo de investigación los contratos con empresas como Fertiberia o Cespa-Ferrovial porque “nos ponen los pies en el suelo, hace que los científicos de mi área no nos olvidemos de qué necesita realmente el sector al buscarles soluciones”. Por ejemplo, su equipo lleva 18 años ayudando a Repsol a eliminar de manera sostenible sus lodos con alta carga de hidrocarburos.
A la gestión por altruismo
“Por altruismo”. Carlos García tiene claro que los años y el esfuerzo que ha dedicado a compaginar su actividad como investigador con cargos de gestión ha estado motivado por el afán de “ayudar a poner a las ciencias agrarias en el sitio que se merecen porque es un pilar de la economía del país”. Así, ejerció entre 2004 y 2009 de director del CEBAS y lo dejó para coordinar todo el área agraria del CSIC entre 2010 y 2014, entre otros puestos de responsabilidad. Además, en pos de su especialidad, fundó y presidió el Grupo Español de Enzimología de Suelos entre 1998 y 2005 y es presidente de la Sección de Biología del Suelo dentro de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo desde hace 5 años.
“Satisface mucho ver un erial reverdecer”
Tras más de treinta años defendiendo al suelo, “el hermano tonto del medio ambiente”, se define como “un afortunado porque me he dedicado a mi vocación. Me queda poco tiempo libre pero disfruto revisando papers un fin de semana. Lo difícil para mí es intentar que la investigación no lo abarque todo. Un profesor mío decía que ‘entre el día y la noche no hay pared en la investigación’. La idea te puede surgir a las 6 de la tarde o a las 6 de la mañana, pero recoges muchas satisfacciones. Es una enorme gratificación que te publiquen un estudio en un revista con un índice de impacto muy alto, como el metanálisis sobre genómica del suelo que hice con el Centro de Investigaciones de Desertificación (CIDE) de Valencia para ‘Ecology Letters’, pero también es una satisfacción enorme ver un erial reverdecer gracias a una técnica limpia que has propuesto”.
Reconoce que ve el campo menos de lo que le gustaría. Este bioquímico es aficionado a visitar haciendas agrícolas, desde frutos subtropicales hasta viñedos. Adora leer prensa -”en papel, no consigo sentir lo mismo por Internet”- y novelas de suspense. Pero sin dejar de darles vueltas a su siguiente obsesión científica: degradar contaminantes emergentes, derivados de productos farmacéuticos y cosméticos tirados al agua, con microorganismos y enzimas.