Columnas
Hace poco fue 4 de mayo, que en inglés se escribe “May the 4th”. Su pronunciación suena igual que “may the force…”, a lo cual basta añadir “…be with you” para tener la frase archirrepetida en la prolífica saga cinematográfica Star Wars (en castellano las “Galaxias” reemplazan a las “Estrellas”). Poco le costó al mundo friki (sí, el Diccionario de la RAE recoge la palabra friki) fijar dicha fecha para conmemorar el Día de Star Wars. Pero como esta columna no trata de temas cinematográficos, sino científicos, seguidamente comentaremos algunas escenas de la mencionada serie fílmica que entran en clara contradicción con la ciencia.
Las batallas que se desarrollan en el espacio dan mucho juego para criticar su realismo científico. Comencemos por el sonido de las explosiones, que aturden a los espectadores si la sala de proyección cuenta con un buen sistema Sensurround. Pero en la escuela se nos enseñó que las ondas acústicas necesitan de un medio material para propagarse (como el aire, las vías del tren o una tabla de madera), así es que la ausencia de materia en el espacio intergaláctico impide la propagación del sonido y, por tanto, escuchar las explosiones. En esas batallas también abundan las ráfagas de disparos con potentes láseres, cuya trayectoria no debería verse mientras se propagan de un lugar a otro por el espacio (pero sí cuando impacta en el blanco) debido, nuevamente, a la ausencia de materia con la cual interaccione la radiación electromagnética. Tampoco serían posibles las espadas láser con las que se libran vistosos combates en el interior de las naves espaciales, puesto que el rayo láser es invisible (por lo dicho anteriormente) y en absoluto se interrumpe a cierta distancia de la empuñadura; además, estas espadas nunca se entrechocarían, ya que los fotones no interaccionan entre ellos.
Volviendo a las batallas espaciales, llama la atención el diseño aerodinámico de las naves de combate (inútil en el espacio, donde no experimentan fricción) y sus ágiles maniobras (para las cuales son innecesarios los alerones de las naves) en las persecuciones y/o para esquivar los disparos enemigos.
Y qué decir de la gravedad, que es prácticamente la misma en todos los planetas (independientemente de su masa, tamaño…) visitados por los protagonistas, o que mantiene a los tripulantes de las naves anclados al suelo… ¡en condiciones de microgravedad!?
Estas deficiencias científicas de StarWars pueden aprovecharse en las aulas (o en esta columna) para mostrar que se puede hablar de ciencia en cualquier situación, incluso en el cine. Aunque, en aras de la espectacularidad y el entretenimiento, se permitan algunas licencias cinematográficas, sería muy de agradecer que respetaran las leyes de la física.