Columnas
Todo ser vivo reacciona interesadamente al mundo. Hay aspectos que son placenteros y aspectos que displacen. Otros detalles nos resultan indiferentes. Intentamos relacionarnos con los placeres y minimizar los castigos. Es propio de cada uno el aceptar qué equilibrio entre estos tres aspectos puede caracterizar una vida aceptablemente normal. Más allá de la reacción inmediata, los animales con cerebro mantienen un registro de sus premios y castigos, y lo emplean para intentar predecir cuándo llegarán otra vez tales eventos memorables, lógicamente para diseñar a tiempo la estrategia más oportuna. Para ello es necesario cotejar tales datos con el conocimiento disponible sobre el mundo, y, sobre todo, sus regularidades. En la memoria se marcan los signos que nos auguran sucesos venideros favorables al placer, o bien el peligro de algún castigo. Los mapas cognitivos resultantes se corrigen evaluando los errores de cálculo, a efectos de mejorar los siguientes vaticinios. Esta capacidad predictiva con conocimiento de causa es la base de nuestros planes de acción. Obviamente, no siempre tenemos éxito en tal empresa, ya que el mundo es complejo y variable, pero no solemos esperar pasivamente el porvenir. Los planes pueden llegar a ser de gran complejidad, con altibajos en la recepción de premios y castigos. Es sabido que en ocasiones aceptamos sacrificios para conseguir ulteriormente un premio. Recientemente están descubriéndose mecanismos neurales que evalúan y predicen el placer o los castigos potenciales, con repercusiones en la vida subjetiva (emociones) y en nuestra conducta visible (control motor). Primero se identificaron centros cuya estimulación eléctrica produce intensas sensaciones placenteras. Parece ser que las neuronas que normalmente actúan sobre estos centros codifican con su tasa de disparo la predicción de eventos placenteros, o los errores en tal predicción. Luego se identificaron centros nerviosos cuya actividad señaliza selectivamente la predicción de castigos o eventos no deseados. Ambos sistemas se inhiben mutuamente. Existe por tanto una computación continua cerebral de premios y castigos, cuyos productos afectan los mapas cognitivos, los planes de acción, la apreciación subjetiva de la experiencia y el estado de ánimo. Ciertas alteraciones psíquicas en las que hay cuadros de delirio o de tipo depresivo parecen manifestar un funcionamiento incorrecto de estos sistemas, y los centros del placer son una diana importante de las drogas adictivas. Es de esperar que más investigación sobre las causas del funcionamiento normal y patológico de los sistemas de premio y castigo redunde en un importante beneficio social.