Artículos Académicos
Si ustedes piensan que el mundo de la ciencia es una balsa de aceite de suaves formas académicas, puro altruismo y dedicación austera por el avance del conocimiento, siento contribuir a cambiarles esa visión idealizada. En alguna columna anterior ya he tratado de hacerles notar que la ciencia no está exenta de las miserias que abundan en cualquier otra actividad humana. Los casos de fraudes, plagios y otras lindezas son, desgraciadamente, tan comunes como en otras situaciones donde existe un alto grado de competición, por ejemplo el deporte, la política o los negocios. En las diversas comunidades de científicos hay intensas peleas para dirigir las tendencias y con ello las grandes sumas dedicadas a la financiación. Un ejemplo en lo últimos años han sido las campañas mediáticas para justificar y afianzar la inversión en los grandes aceleradores de partículas, alrededor de la posible confirmación de la existencia del bosón de Higgs. El mensaje de los promotores de la “gran ciencia” de la física de partículas era claro: necesitamos los enormes recursos e infraestructuras para el avance de este conocimiento, fundamental para entender la naturaleza. En el otro bando, muchos otros científicos que hacen (hacemos) “pequeña” ciencia, muestran sus dudas de que esas inversiones sean la manera óptima de avanzar. En este caso el mensaje es: todos esos ingentes recursos dedicados a los grandes proyectos se retraen directamente de los ya magros presupuestos generales de la ciencia. Algo similar ha pasado esta misma semana en relación a la iniciativa sobre el cerebro humano financiada por la Unión Europea como respuesta, o complemento, a un proyecto similar de la administración Obama en EEUU. El objetivo más ambicioso trata de simular en el ordenador el funcionamiento de nuestro cerebro. Mientras que los medios y los políticos glosaban el interés del proyecto, cientos de neurocientificos han firmado una carta criticando duramente esta iniciativa. Las razones esgrimidas son científicas, pero en el fondo vuelve a subyacer la misma idea anterior. Si un único grandioso proyecto se lleva casi todo el dinero, es seguro que el resto veremos recortados nuestros presupuestos: “gran” versus “pequeña” ciencia. Mi opinión sobre este asunto es que al avance real de la ciencia y la tecnología contribuyen más, y más eficazmente, la ciencia pequeña o mediana. Pero es cierto que en áreas de frontera, sólo los mega-proyectos organizados casi militarmente pueden tener éxito. Bienvenidas sean estas peleas entre científicos, afortunadamente incruentas, si acaban en tablas.