Columnas
Escribía Antonio José Mula, Académico Correspondiente de la Real Academia Alfonso X el Sabio y uno de los mayores conocedores de las Academias de la Región de Murcia y de la ley que las regula, que “la labor de las Academias es ser referentes de la actividad cultural y científica” y “constituyen un foco de pensamiento crítico, creativo y de conocimiento” resultado del “compromiso del trabajo colectivo y el afán común de mujeres y hombres agrupados en una corporación del saber”. También resaltaba lo que no deben ser, ni “un chaqué, una medalla, un acto social”, ni “proyectos personales que respondan a intereses particulares ni a la proyección individual de sus dirigentes y miembros. Tampoco, rehenes del pensamiento único de unas pocas personas”, “ni depender de intereses espurios”.
La Ley de Academias establece “una Academia por cada saber, casi todas teniendo sus homónimas a nivel nacional, encuadradas en el Instituto de España” con el espíritu de “frenar iniciativas tendentes a desmembrar las existentes o queriendo constituir otras como chiringuitos ligados a intereses particulares de profesión o de afición”.
Sin embargo, los intentos de forzar la Ley, conducentes a los resultados que recoge el último párrafo, se producen impunemente y cada vez de forma más agresiva, al más puro estilo populista, por no decir mafioso, comprometiendo la imagen de dirigentes políticos y saltándose el consejo de Academias, del que se requiere un informe preceptivo sobre creación, fusión, segregación y extinción de las Academias. Esto, ya de por sí, debería descalificar estas propuestas por su alejamiento de lo que deben ser dichas instituciones.
Esto era previsible, porque el comportamiento humano no ha cambiado demasiado a lo largo de la historia. En el acto de inauguración del curso de 2021, anticipaba que ciertas iniciativas “podían afectar al funcionamiento de las instituciones”, ya que “la excesiva atomización y el fraccionamiento pueden derivar en la disipación de energía y la destrucción del sistema». “Cuando la ciencia salta a los medios, es fácil que se multipliquen las propuestas para tener presencia, que no necesariamente para ejercerla. Las Academias no están exentas de ese fenómeno y ya hay movimientos antiguos y pueden empezar a surgir nuevas propuestas desde colectivos o colegios profesionales para la creación de nuevas Academias que hay que valorar con prudencia y sentido de la eficiencia. No se trata de vestir el hábito hecho a medida de cada congregación, sino de ver cómo ejercemos nuestra función desde estructuras que puedan ser eficaces e integradoras; estableciendo colaboraciones y sinergias. Aquí, la toma de decisiones no puede basarse en contentar a todos, sino en lograr la mejor estructura donde todos puedan demostrar su capacidad de trabajo de forma efectiva”.
Pero, puestos a saltarnos la coherencia y las normas, anímense a pedir cuarto y mitad de Academia, y vayan proponiendo a sus amigos como académicos.