Columnas
Marie Skłodowska-Curie, la primera persona en recibir dos premios Nobel, en Física y en Química, visitó España en tres ocasiones. En su segunda visita, en 1931, ya con 64 años y tres antes de su muerte, recorrió varias ciudades acompañada de su hija Éve. Desde Madrid, donde impartió una charla en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central (hoy Complutense) sobre “Relaciones entre los rayos alfa, beta y gamma”, bajó a Toledo invitada por Gregorio Marañon. De allí viajó a Granada (28 y 29 de abril), Almería (30 de abril-1 de mayo) y llegó a Murcia al mediodía del viernes 1 de Mayo continuando esa misma tarde su viaje de regreso a París.
Fue una estancia breve, apenas de paso, pero habiendo dado un rodeo intencionado para conocer una parte de España que para ella tenía un interés especial, no solo por el referente histórico y cultural de Granada, sino también por la actividad minera de Almería y Murcia.
Las pocas horas que estuvo en Murcia, en el Hotel Victoria, inaugurado el 2 de mayo de 1890 como “Hotel Universal”, fueron apenas para reponerse de un trayecto por carreteras tortuosas y agotadoras, pero dejando el tiempo suficiente para ser recibida por el Rector de la Universidad, José Loustau, y los profesores de la Facultad de Derecho Martínez-Moya y Ruiz-Funes, acompañados del Gobernador Civil, Torres Roldán y el Secretario de la junta Provincial del Turismo. En ese momento, la Universidad de Murcia contaba apenas con 16 años desde su cuarta refundación y estaba aún superando el año convulso de 1929, en el que fue declarada su Supresión por desavenencias ideológicas, a pesar de que se encontraba entre las 6 primeras en número de alumnos de las 12 universidades españolas, y Murcia y sus instituciones tuvieron que volcarse en su defensa hasta conseguir la Real Orden en la que se prorrogó su funcionamiento.
La importancia de los eventos no puede medirse por su duración. Mientras que actividades desarrolladas durante años pueden no dejarnos ninguna huella, hay experiencias que, a pesar de ser fugaces, nos marcan profundamente. No sabemos lo que Marie Curie intercambió con quienes la recibieron en Murcia, pero un instante, una mirada, una palabra compartidos con una persona con su fortaleza de espíritu, su ansia de saber y de superación, su capacidad de trabajo y de lucha, pueden suponer una influencia determinante en la forma de ver el mundo y de afrontar los problemas a los que tenía que enfrentarse la ciencia murciana para trascender el ámbito regional y nacional. Ese espíritu es el que la Academia de Ciencias quiere preservar con la placa conmemorativa que ayer se colocó en el la fachada del antiguo Hotel Victoria.