Columnas
Los pantalones Levis Strauss, un auténtico mito americano, cumplen 150 años desde que los inventó Loeb Strauss, un emigrante alemán que llegó a EE UU en 1847 y cambió su nombre a Levis. Esta efemérides merece un comentario en esta columna por ser un buen ejemplo de la industria textil que, sometida a fuertes presiones medioambientales por su alto nivel de contaminación y consumo de energía y agua, está cambiando, en los últimos años, sus procesos clásicos por procesos biotecnológicos, consiguiendo unos procesos industriales más amables con el medio ambiente.
El intenso color azul, característico de la ropa vaquera, se consigue con un tinte llamado indigo, tinte natural utilizado en Europa desde el Neolítico -y obtenido en la India de grandes plantaciones de Indigofera- hasta finales del siglo XIX, en que otro alemán, Adolf von Baeyer, premio Nobel en Química en 1905, estableció la estructura química del indigo y un procedimiento de síntesis química para obtenerlo.
Por razones comerciales, a las prendas vaqueras, una vez tintadas, se les da un aspecto envejecido mediante la extracción no homogénea del indigo del interior de la fibra de algodón, etapa conocida como lavado a la piedra, pues tradicionalmente se realizaba mediante la abrasión mecánica con piedra volcánica en grandes lavadoras, donde se introducían 100 Kg. de piedra por 100 Kg. de vaqueros, lo que producía baja rentabilidad de las lavadoras, degradación mecánica del tejido y 100 Kg. de piedra triturada de desecho.
En el último decenio del siglo XX se desarrolló un proceso biotecnológico para sustituir la piedra por la enzima celulasa, obtenida del hongo Trichoderma reesei, logrando el mismo efecto visual del lavado a la piedra sin dañar el tejido por abrasión. Es, sin duda, uno de los mas fructíferos procesos enzimáticos en la industria textil, pues hoy en día en las lavadoras se introducen 75 g. de preparado enzimático por 100 Kg. de vaqueros, lo que ha posibilitado duplicar el rendimiento de las lavadoras, siendo los residuos enzimáticos biodegradables y por tanto mucho menos contaminantes.
Científicamente, este proceso ha ofrecido una sorpresa, pues el uso de celulasa, enzima cuya función catalítica es degradar celulosa, hizo suponer que el proceso de extracción del indigo estaba relacionado con esa capacidad degradativa, pero la investigación profunda del proceso ha puesto de manifiesto que es la unión del indigo a zonas especificas de la estructura de la celulasa el factor determinante, funcionando ésta como mero transportador del indigo desde el tejido al medio acuoso.