Artículos Académicos
El pasado mes de Abril tuve la fortuna de asistir en el Instituto Isaac Newton de Cambridge al seminario de Métodos Cuantitativos de las Finazas. En dichas instalaciones encontré una atmósfera peculiar y única, un ambiente restaurador de valores que parecen hoy perdidos, un contraste con nuestras habituales formas de pensar, una filosofía del conocimiento contraria a principios aquí considerados básicos que bien merecería la pena hoy reconsiderar. Presumir de capacidad para hacer todo aquello que esté en nuestra área de influencia parece hoy premisa comúnmente asumida. Así por ejemplo, el profesor universitario se siente atraído por ejercer los más altos cargos sin preguntarse si está o no capacitado para ello; el personal de administración escala puestos de responsabilidad dejando para otros menesteres que le son propios; los sindicatos designan personas para tribunales que otorgan plazas de profesor universitario y, nuestros alumnos parecen no haber comprado la entrada del teatro al que asisten diariamente. Es momento de reflexión y de cambio; es momento para llenar nuestras instituciones de los mejores, de los más capaces, de los que trabajan sin hacer ruido, de los que no buscan recompensa, de los que piensan que no pueden y, trabajan , y trabajan… La atmósfera que descubrí en el Centro para las Ciencias Matemáticas de Cambridge es distinta por muchos motivos. En el centro neurálgico de conexión de los distintos departamentos esta ubicada la cafetería universitaria más silenciosa que conozco; en ella los alumnos estudian como si de una biblioteca se tratase. El Instituto tiene dos plantas junto con un nivel intermedio, en espacio abierto, por el que es obligado transitar para acceder a cualquier despacho. Es en este nivel intermedio donde afloran las pizarras; una pizarra en cada pared para discutir con los colegas, para desarrollar ideas, para dibujar y dejarnos llevar por la intuición, para soñar con las conjeturas, para descubrir que otros ya llegaron, para competir por una solución, para enamorarnos de las ideas allí plasmadas, para no olvidarse de que en otras latitudes existen paraísos del pensamiento. Pizarras en los pasillos, pizarras en los aseos, tizas de color para desentrañar y remarcar ideas y una secretaria muy amable que al llegar pregunta por tu invitación al paraíso mientras una cámara no deja de vigilar, por ejemplo, que nadie aparque su coche donde no debe, o que se guarde el debido respeto en el Campus donde la Ciencia lo impregna todo. Un cuadro de Newton y una placa de Mathematica, el software desarrollado por otra mente no trivial para el cálculo científico, comparten con las pizarras una atmósfera privilegiada y sin igual que nunca podré olvidar.