Artículos Académicos
El suelo es un recurso natural clave para la vida. Este hecho hace que haya sido muy estudiado desde multitud de puntos de vista, encuadrándose dichos estudios dentro de lo que se hoy conocemos como Ciencia del Suelo. En este contexto, el conocimiento sobre las enzimas del suelo es hoy en día una línea de investigación de futuro para conocer su funcionalidad y sostenibilidad. La importancia fundamental de la actividad de las enzimas del suelo radica en que el funcionamiento de ese ecosistema no se puede entender correctamente sin la participación de los procesos enzimáticos, ya que las enzimas determinan la pauta de gran parte de las transformaciones químicas que se producen en dicho suelo. Burns, en 1978, realizó el primer estudio serio sobre las enzimas del suelo en el que se recoge su origen, rango, cinética e historia, e incluye temas aún hoy en día tan actuales como la interacción de las enzimas y diversos agroquímicos, su significado, y algunos aspectos metodológicos. Las enzimas del suelo más estudiadas son las oxidoreductasas (deshidrogenasas, catalasas y peroxidasas) y las hidrolasas (sobre todo fosfatasas, proteasas y ureasa). Una parte de las enzimas del suelo son extracelulares siendo liberadas durante el metabolismo y muerte celular. Otras son intracelulares, formando parte de la biomasa microbiana. Por ultimo, existen las enzimas inmovilizadas que son las que pueden mantener un nivel constante y estable de actividad enzimática en el suelo, independiente de la proliferación microbiana y de las formas usuales de regulación de la síntesis y secreción de enzimas. Las enzimas del suelo ofrecen información sobre su capacidad potencial para llevar a cabo reacciones específicas, las cuales son importantes dentro del ciclo de nutrientes importantes tales como el C, N, P y S, pudiendo aportar información clave sobre aspectos relacionados con la Calidad de los Suelos. Ciertas enzimas muestran una gran sensibilidad frente a procesos no deseables tales como la contaminación de suelos, su degradación e incluso su desertificación. De ahí que si bien la componente física y química del suelo es importante para el mismo, ésta puede considerarse relativamente estable. Sin embargo, considerando la flexibilidad del ecosistema suelo (lo definimos como un ente vivo y dinámico), podemos pensar que cualquier cambio puede ser detectado en su inicio por su componente biológica (por ejemplo, por las enzimas). De ahí que las enzimas del suelo (su existencia o deficiencia) pueden ser consideradas como una “alerta” ante un posible colapso ambiental, permitiéndonos entonces reaccionar a tiempo antes de que pueda ocurrir un daño irreversible para el mencionado suelo.