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null EL PLAGIO, ENEMIGO DE LA CIENCIA

“Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes”, escribió Isaac Newton a Robert Hooke en 1676.  Y afirma Stephen Hawking, “el comentario de Newton refleja adecuadamente cómo la ciencia consiste en una serie de pequeños progresos, cada uno de los cuales se alza sobre los conseguidos anteriormente”. El científico, de cualquier rama, no podrá avanzar sin el estudio y análisis pormenorizados de toda contribución previa al problema que tenga por objeto.

De enorme importancia por ello, es cultivar el hábito de acreditar todas las ideas que no nos sean propias. El plagio, tan extendido hoy en la sociedad de la información, debe ser expulsado de cualquier disciplina que quiera aproximarse al método científico. Podríamos distinguir dos tipos de plagio; en primer lugar, el de “copiar y pegar”, hoy tan de moda gracias a la ingente información que circula por Internet. Incluso desde algunos medios se nos pide benevolencia para el que contrata al “escritor” de novelas que luego serán firmadas por otros.

Decía Mozart que no había prisa, cuando fue requerido para entregar una sinfonía, porque ya estaba terminada; preguntado entonces dónde la guardaba, respondió: aquí, señalando su cabeza… el resto es nada, sólo garabatear y garabatear. El plagiario hoy ni siquiera garabatea.

El segundo tipo de plagio, más deplorable aún y contra el que es necesario defenderse, es el de las ideas. Porque al igual que sucedía con la sinfonía de Mozart, son las ideas lo importante y no tanto la forma de presentarlas. Avanzamos en investigación y desarrollo gracias a las nuevas ideas, a los pequeños o grandes progresos individuales, a todas esas aportaciones originales que surgen en el quehacer diario de tantos investigadores.

En la ciencia, donde el rigor, la observación y la universalidad son sus características, al plagiario se le desprecia. Condenaremos siempre al que se apropia de ideas y obras ajenas, ofreciéndolas como propias, al copiador sin escrúpulos que miente por omisión haciendo suyo lo que nunca tuvo, apropiándose del esfuerzo de otros.

Debemos mantener una actitud crítica ante la carencia de ideas nuevas y en esto es imprescindible una oposición frontal a todo tipo de plagio, a todo tipo de mediocridad encubierta para que, como Newton, podamos reconocer esos hombros de gigantes a los que necesariamente hemos de subir y debemos respetar.  Ante la dificultad para algunos de comprender estas actitudes, terminaré con la definición de lo que es un “buen científico” para el ilustre matemático A.N. Whitehead: “Lo distinguiréis no por la cantidad de sus buenos trabajos sino por el número de los malos”.