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null El asombroso algoritmo

Inquietante y perturbador dicen del “Chat GPT”, porque responde a nuestras preguntas con erudición fabulosa; si queremos escribirá un soneto a la manera de Quevedo dándole un toque Lorquiano, o pintará un paisaje con un surrealista burro volando, y lo hará todo con oficio y maestría. Google anuncia un programa que, abastecido con un texto literario, produce una partitura musical que lo acompaña con armonía; y sabemos de otro que aprende a jugar al ajedrez a un ritmo vertiginoso, derrotando a los grandes maestros con suma facilidad. Algoritmo es palabra de moda en estos tiempos y seguirá produciendo logros fascinantes, en los que el centauro matemático+ ordenador ha devenido el personaje más decisivo.

Importantes son sus contribuciones en Biología y Medicina, o al desarrollo industrial de robots para tareas peligrosas. Los algoritmos forman parte de nuestra vida sin posible vuelta de hoja. Pero el Chat GPT afecta, entre otros, al sistema educativo vigente, cuestionando métodos, estrategias de evaluación o, incluso, la naturaleza de lo que debe ser enseñado. Hace peligrar puestos de trabajo, y no necesariamente de los que necesitan menor capacitación.

Algoritmo deriva del nombre de “Al Juarizmi” matemático que vivió en Bagdad entre los siglos VIII y IX en los tiempos de Harum Al Rashid, el califa de las mil y una noches. Ya en los “Elementos de Euclides” encontramos uno para calcular el máximo común divisor de dos enteros a través de divisiones sucesivas. Pero hay otros con los que todos estamos familiarizados y hemos usado con éxito desde la más tierna infancia.

Preguntemos a personas cultas, incluidos científicos, si saben dividir. Producirá extrañeza, incluso cierta irritación, y respuestas rotundamente afirmativas. Si insistimos y se avienen a realizar la división digamos que de 1345 entre 28, ejecutarán el método aprendido en la escuela primaria y por todos conocido. Pero la mayoría ignoran el porqué de los pasos que están llevando a cabo. Dado un dividendo y un divisor distinto de cero hay un único cociente y resto, afirma un sencillo teorema. Pero no nos dice como encontrarlos, y ahí, precisamente, es donde el método de la escuela viene en nuestra ayuda. Se trata de un “algoritmo” aprendido como rutina, sin reparar en su esencia, y es una joya de nuestro eficiente y maravilloso sistema decimal de numeración: prueben, si lo dudan, a efectuar esa misma división a la romana donde 1345 es MCCCXLV y 28 es XXVIII.

Sumas y multiplicaciones son también “algoritmos” del sistema decimal, que involucran el “acarreo”, de unidades a decenas, de decenas a centenas etc., que hace la mayoría sin entenderlo bien. Eficientes y asombrosos los algoritmos han estado siempre presentes en nuestra vida y los ordenadores modernos, creados para responder a la pregunta teórica de qué es computable, han multiplicado su poder y versatilidad.