Artículos Académicos
En este año que acabamos de iniciar se cumplen 200 años del nacimiento de Charles Darwin (11 de Febrero), así como 150 años de su más importante publicación “El Origen de las Especies” donde establece la teoría evolutiva por selección natural y, para ello, solo utilizó la metodología de la observación científica. Después de 150 años y desde una perpestiva puramente científica, podemos examinar cómo están las ideas de Darwin. Por un lado, han sido abrumadoramente demostradas mediante rigurosa metodología científica, sometiéndolas a constante crítica y comprobación experimental, con aportaciones de diferentes ciencias como la Paleontología, la Biología Molecular, la Genética del Desarrollo e incluso las Matemáticas. Esto hace que hoy en día, científicamente, nadie discuta que todos los seres de la Biosfera procedemos de un ancestro común, que la biodiversidad nace de los diferentes mecanismos genéticos que permiten obtener modificaciones naturales en el DNA y que se conservan aquellas variaciones que producen una mejor adaptación del individuo que las tiene a las condiciones del entorno y además las trasmite a su descendencia, proceso que se conoce como selección natural. Por otro lado, establecida la total vigencia de la teoría de Darwin, la ciencia actual esta violentando el concepto de evolución natural, basándose en la riqueza de las ideas de Darwin. Así, la evolución natural que por su propia naturaleza es ciega, se está usando en los laboratorios para hacer evolución dirigida y obtener proteínas a la carta, adaptadas a requerimientos industriales específicos. Es más, el propio concepto de evolución, como un proceso continuo, está siendo sobrepasado en los laboratorios del Instituto Vertes, donde el equipo dirigido por el genetista Chaig Verter y el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1978, Hamilton O. Smith, ha obtenido un DNA sintético que está formado por 580.000 pares de bases en las que se contienen los 381 genes que han establecido como el mínimo para una bacteria viva y están intentando introducir este DNA en una célula de Mycoplasma genitalium para que sustituya al propio DNA y tome el control del sistema celular, creando de esta manera una bacteria sintética que ya han bautizado como Microplasma laboratorium. Los genomas sintéticos abren nuevas y espectaculares posibilidades científicas, pero a la vez generan inquietudes éticas a las que la sociedad debe dar respuesta.