Artículos Académicos
Hace unas semanas se cumplía el cincuenta aniversario de la primera publicación que iniciaba la búsqueda de una nueva medida terapéutica, el trasplante de médula ósea. El protagonista de esta historia es el profesor Donnall Thomas, que, con su constancia y tenacidad durante décadas trabajando en este campo, ha salvado literalmente la vida a miles de pacientes que sufrían enfermedades incurables de la sangre. En 1955 se realizaron los primeros trasplantes de médula. Los resultados no fueron buenos, ya que ningún paciente sobrevivió más de cien días. Situación similar sufrieron los individuos trasplantados, que en 1960 fueron víctimas de un accidente nuclear con el consiguiente daño irreversible de su médula ósea. El motivo de los malos resultados radicaba en el poco conocimiento que existía de las reglas que rigen el sistema de histocompatibilidad, lo que impedía prevenir y tratar el rechazo de células hematopoyéticas provenientes de un donante. Esas dificultades hicieron que muchos investigadores abandonaran la investigación. Thomas reforzó su dedicación hasta demostrar la importancia de la selección del donante y para ello realizó numerosos experimentos en perros. De igual forma, inició el empleo de fármacos para controlar el rechazo, lo que permitió que en 1972 se consiguiera con el trasplante la primera curación de una enfermedad mortal de la sangre. El hecho de que solamente el 25% de los enfermos tuviesen la posibilidad de tener un hermano compatible impulsó el nacimiento de los registros internacionales de donantes voluntarios de médula ósea, con casi once millones de personas incluidas actualmente en las diferentes bases de datos internacionales y disponibles por los diferentes centros de trasplante del mundo. El trabajo del Dr. Thomas ha sido la base para los nuevos e importantes avances que estamos viviendo en los últimos años, como la obtención de progenitores hematopoyéticos de sangre de cordón umbilical, la menor toxicidad que se logra con esquemas terapéuticos de intensidad reducida previos al trasplante, la mejor prevención y tratamiento del rechazo y de las infecciones severas que pueden aparecer durante el trasplante. Las diferentes modalidades de trasplante de progenitores hematopoyéticos – autólogo, alogénico emparentado y no emparentado- que ya hemos tratado desde esta columna, han servido para curar o mejorar de forma muy notable a miles de pacientes de enfermedades tan graves como leucemias, linfomas, mieloma, aplasia medular o talasemia. Donnall Thomas, que recibió el Premio Nobel en 1991, sigue siendo hoy un claro ejemplo de investigador clínico: con 87 años continúa el trabajo de su vida en la institución Fred Hutchinson de Seattle.