Artículos Académicos

null Bosón, Ciencia y Dios

Hace dos semanas surgía la noticia del posible hallazgo del bosón de Higgs, partícula elemental que podría ayudar a explicar el origen de la masa (materia). En diferentes medios se refirieron al bosón como “la partícula de Dios”. En una entrevista realizada a Rolf-Dieter Heuer, director del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN), prudentemente decía que “El bosón de Higgs no tiene nada que ver con Dios”. Esa frase me llamó la atención, y me hizo recordar de forma inmediata el libro “¿Cómo habla Dios? Evidencia científica de la fe”, cuyo autor es F. S. Collins, eminente científico norteamericano, considerado uno de los padres del genoma humano. En ese libro Collins, que se declara un sólido creyente, señala con decisión que el análisis del progreso científico a la luz de la razón, es el argumento más sólido para justificar el tránsito del ateísmo a la fe. Este planteamiento choca frontalmente con la idea extendida hace años que esgrime la ciencia como la prueba más fehaciente de la no existencia de Dios. La postura de Collins defiende una armonía equilibrada y complementaria entre ciencia, razón y fe. En EEUU durante años se estableció un profundo debate filosófico entre los seguidores de las corrientes del “Creacionismo”, donde la fe le gana a la ciencia y los seguidores del “Diseño Inteligente”, donde la ciencia necesita de la ayuda divina. Collins tras realizar un pausado, crítico y reflexivo análisis de esas corrientes, defiende su pensamiento, el BioLogos (ciencia y fe en armonía), pensamiento nacido hace unas décadas de la “Evolución Teista”. Ese pensamiento, para Collins “es la posición dominante de biólogos serios que también son creyentes serios”. Incluye en esta corriente a personajes como A. Gray, el principal defensor de Darwin en EEUU, a T. Dobzhanky, arquitecto del pensamiento evolutivo del siglo XX, y el papa Juan Pablo II. El BioLogos, plantea de una forma sencilla cómo la ciencia es una herramienta que tenemos los hombres para desvelar “las reglas del juego” que rigen la naturaleza, apoyada ésta en un lento pero continuo proceso evolucionista. Establece Collins con rotundidad que BioLogos “es la alternativa más consistente en lo científico y más satisfactoria en lo espiritual, donde el Dios de la Biblia es también el Dios del genoma, pudiéndole adorar en la catedral o en el laboratorio”. Es indudable que el desarrollo de la ciencia enriquece al hombre y curiosamente lo que para unos es un obstáculo de la evidencia de Dios, para otros es un hecho que lo confirma.