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No me he equivocado al escribir el adjetivo que aparece en el título de esta columna. He usado una “b”, en lugar de la “v”, para llamar la atención de los lectores (permítaseme esta estrategia publicitaria), ya que el tema de esta columna versa sobre personas de la misma familia que han recibido el Premio Nobel en alguna disciplina científica. Por brevedad no nombraremos a quienes compartieron el Premio Nobel con las personas que mencionaremos a continuación.
Comenzamos por la familia Curie, que es la más laureada, con cinco galardones. Marie Skłodowska-Curie recibió, junto a su marido, Pierre, el Premio Nobel de Física en 1903, y en 1911 el Premio Nobel de Química en solitario. Las investigaciones que dieron lugar a ambos premios estaban relacionadas con la radiactividad natural. Irène Joliot-Curie (hija del matrimonio), junto con su marido, Frédéric, fueron galardonados con el Premio Nobel de Química en 1935 por su descubrimiento de la radiactividad artificial. A los premios anteriores, podemos añadir el de la Paz en 1965, que recogió Henry Labouisse, esposo de Ève Curie (segunda hija de Pierre y Marie), en representación de UNICEF, organización de la cual era director.
En 1906 se le otorgó el Premio Nobel de Física a Joseph John Thomson, por sus trabajos sobre la conducción eléctrica en gases, que le llevaron al descubrimiento de la naturaleza corpuscular del electrón. Su hijo, George Paget Thomson, recibió en 1937 el Premio Nobel de Física por demostrar el comportamiento ondulatorio de los electrones.
El Premio Nobel de Física de 1915 fue a las manos de William H. Bragg y W. Lawrence Bragg, padre e hijo, por sus trabajos sobre difracción de rayos X para determinar la estructura cristalina de los materiales. Este es el único premio otorgado conjuntamente a un padre y a su hijo.
Niels Bohr y su hijo, Aage Bohr, también fueron merecedores del Premio Nobel de Física, pero por separado. El padre lo recibió en 1922, por su trabajo pionero sobre la estructura atómica y la teoría cuántica, mientras que al hijo se le concedió en 1975 por sus investigaciones sobre la estructura interna de los núcleos atómicos.
El Premio Nobel de Física de 1924 recayó en K. Manne G. Siegbahn, por sus investigaciones y descubrimientos en el campo de la espectroscopía de rayos X. En 1981, su hijo, Kai M. B. Siegbahn, recibió el mismo honor por sus contribuciones al desarrollo de la espectroscopia electrónica de alta resolución, profusamente usada hoy en día para realizar análisis químicos.
Llama la atención que padres e hijos fueron galardonados por temáticas que están (en cierta manera) relacionadas entre sí, lo cual parece validar el refrán “De tal palo, tal astilla”.