Columnas
En plena pandemia de COVID-19, el pasado día 25 se celebró el “Día del ADN”, celebración instituida en el año 2003, para conmemorar la publicación en Nature del descubrimiento de la estructura de doble hélice del ácido desoxirribonucleico (ADN), llevada a cabo por James D. Watson y Francis Crick, por el que recibieron, junto a Maurice Wilkins, el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, en 1962.
Si bien este descubrimiento constituye uno de los hitos científicos más relevantes aportados a la Historia de la Ciencia, no está exento de cierta polémica de carácter ético, en tanto que para la resolución definitiva de esta estructura fueron absolutamente decisivas las imágenes que mostraban de forma inequívoca la estructura helicoidal del ADN, obtenidas previamente mediante difracción de rayos X por Rosalind Franklin, y mostradas por su colega y compañero Wilkins a sus buenos amigos Watson y Crick, sin su permiso y conocimiento previos.
Cierto es que en el artículo publicado en la revista Nature por Watson y Crick hacen una referencia a su conocimiento de los resultados experimentales de Wilkins y Rosalind Franklin, no publicados en esos momentos, aunque sin hacer referencia explícita a las imágenes de rayos X obtenidas por éstos.
Están documentadas las discusiones de Rosalind con Wilkins, Watson y Crick, tanto en el ámbito científico como en el personal, fiel reflejo del ambiente misógino que se respiraba en el King’s College de la época. Es más, las opiniones vertidas por Watson en su libro “La doble hélice”, publicado en 1968 y cuya lectura recomiendo, son especialmente ofensivas vistas desde la óptica de igualdad de género actual. Por ello, no es de extrañar que ni Watson ni Crick mencionaran a Rosalind Franklin en sus discursos de aceptación del Premio Nobel, aun habiendo fallecido ésta cuatro años antes, a los 37 años.
Sin embargo, y afortunadamente, con el paso del tiempo tanto Watson como Crick reconocieron que los resultados experimentales de Rosalind Franklin fueron determinantes a la hora de establecer su modelo de doble hélice para el ADN. Es más, Watson, en el epílogo del libro anteriormente mencionado termina afirmando que “ …tanto Francis como yo aprendimos a valorar enormemente su honradez y generosidad personal y a comprender, con demasiados años de retraso, las luchas a las que una mujer inteligente se enfrenta para ser aceptada en un mundo científico que, muy a menudo, considera a las mujeres distracciones del pensamiento serio”. Rectificar es de sabios.