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El próximo jueves, día 23, se conmemora el centenario del viaje de Albert Einstein a España, ocasión que conviene aprovechar para hablar, cómo no, de Ciencia. El genio acababa de recibir el Nobel de Física de 1922, su teoría había sido ratificada y era una celebridad mundial que recibía invitaciones de universidades, centros de investigación y gobiernos de todo el mundo. Pero ¿cuál era el estado de la Ciencia española? ¿Qué impresión se llevó de nuestro país? Vayamos con las respuestas de la mano de Thomas F. Glick.
El 11 de enero de 1907 se creó la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), con objeto de acabar con el aislamiento español y enlazar con la ciencia y la cultura europeas. Así, el esfuerzo por regenerar el país pasaba a ser una empresa nacional, independiente de los vaivenes políticos, en la que se implicaba a intelectuales de diferente ideología. La JAE presentó un programa científico destinado a la creación de laboratorios, centros de investigación, becas para estudiar en el extranjero, etc., y poner en contacto a los principales pensadores y científicos de España con los de otros países y continentes, posibilitando una nueva forma de acercamiento de los pueblos a través de la cultura y de la ciencia. Los frutos, 20 años después, fueron espectaculares.
Entre los científicos más sobresalientes del momento, más allá de Ramón y Cajal, cabe destacar al físico Blas Cabrera, el matemático José Mª Plans y el ingeniero, matemático y físico Esteban Terradas, quienes habían estudiado las obras de Tullio Levi-Civita y Hermann Weyl, y difundido las teorías de relatividad, especialmente el segundo, cuyos textos ofrecían una minuciosa y rigurosa base matemática de las teorías relativistas. Einstein ya conocía personalmente a Cabrera y Terradas, al primero en 1912, como estudiante de Pierre Weiss en Zurich. Einstein destacaba de Cabrera “La forma consciente y cariñosa con que ha estudiado usted el trabajo de mi vida”. Y de Terradas opinaba que “Es una gran inteligencia y, sobre todo, muy original. He tratado a muchos hombres en el curso de mi vida y no vacilo en afirmar que el profesor español es uno de los que más me ha interesado”.
Queda claro, pues, que los tres citados, y un buen número de sus discípulos fueron capaces de entender las charlas de Einstein, quien, años más tarde, afirmó que “En el campo de las ciencias, España está realizando esfuerzos muy meritorios. Conozco a varios de sus hombres cuyos trabajos sigo con la mayor atención”.
Y una curiosidad final: por sus charlas de Barcelona, Einstein cobró 3.500 pesetas y 4.022,95 por las de Madrid.