Columnas
Agosto fue nefasto para la integridad de los ecosistemas a escalas planetaria, nacional y local. Los incendios en la tundra siberiana, la Amazonía y Gran Canaria o nuestra incapacidad para realizar infraestructuras que eviten las descargas al Mar Menor, ponen en duda nuestra capacidad de anticipación, gestión y resolución de problemas ambientales. El cambio de escala hace que el problema de Gran Canaria o del Mar Menor parezca nimio para muchos, incluidas las redes sociales, fuera de sus regiones, pero comparten la misma forma de enfrentarnos a los problemas. Intereses económicos que sobreexplotan los recursos; científicos que se afanan, en silencio, en conocer las interacciones complejas de los ecosistemas para anticipar los efectos de nuestras actuaciones y proponer soluciones; alarmas sociales cuando la “maldición de Casandra” se traduce en la cruda realidad; científicos que se suman a la rebambaramba social para parecer que estaban donde nunca estuvieron; los que niegan los problemas; los que los matizan; los que los desmienten. Todos somos expertos y tenemos algo que decir, … al menos mientras el tema circule por las redes sociales… luego ya opinaremos de otra cosa.
Los titulares se centraron principalmente en la Amazonía “el pulmón del planeta”. Y denostaron a quienes afirmaron que no lo era. Lo cierto es que el drama de la Amazonía debe preocuparnos porque ya nos quedan pocos ecosistemas complejos con una elevada biodiversidad. Son millones de años de evolución biológica, de formas de adaptación al medio, de optimización del uso de recursos, de defensas biológicas, químicas y de comportamiento, de interacciones, ciclos metabólicos y de vida complejos, de variabilidad genética, de culturas indígenas… que se pierden de un plumazo y que la evolución no volverá a recuperar. La vida se rehará, pero nunca se repite. Lo perdido, como las golondrinas de Becker, nunca vuelve.
Este es el drama al que nos enfrentamos… pero no se pierde ningún pulmón. La Amazonía solo es pulmón de sí misma. Los ecosistemas, a medida que se hacen más complejos y con mayor biomasa, aumentan su consumo metabólico y su respiración. La tendencia es que consuman lo que producen. Por eso, utilizar el argumento de la producción de oxígeno comparada con la de CO2 para retardar el cambio climático puede volverse en nuestra contra. Un cultivo agrícola o un campo de golf con control de plagas tienen mucho mejor balance producción/respiración a esos efectos. Parece que si el mensaje no es catastrofista no será capaz de remover conciencias, o que los argumentos realistas basados en la ciencia se alinean con las malas políticas, cuando deberíamos aprender que sólo la verdad nos protege de la manipulación y puede hacernos libres. No, la situación es dura y anuncia la catástrofe, pero el argumento no es el esgrimido. No perdemos un pulmón, perdemos el ADN, el sistema nervioso, lo más complejo y elaborado que tenemos… y nos va la supervivencia en comprenderlo.